'El guerrero nº 13', una gran película de aventuras

Hay cosas que no terminan de entenderse muy bien. Mientras críticos y cinéfilos no se cansan de repetir hasta la náusea el clasicismo perdurable de un puñado de películas de aventuras de los años 40 y 50 (de directores como Anthony Mann, John Ford, Richard Fleischer, William Wyler, Raoul Walsh, Robert Aldrich…), son incapaces de apreciar modernas películas de aventuras tan vibrantes, modélicas y notables como muchas de esas, y, en algunos casos, claramente superiores. Mientras, lamentan la situación del cine actual, y protestan porque ese clasicismo ha desaparecido. Pero, por suerte, el pasado no retorna.

Un director del talento de John McTiernan puede ser empleado como argumento arrojadizo contra todos esos escépticos que, en lugar de aceptar que el cine evoluciona, enmascaran su desidia aludiendo que cualquier pasado fue mejor. Por supuesto que ‘Los vikingos’ (Fleischer, 1958) era una estupenda película de aventuras, con excelente fotografía de Jack Cardiff, pero no es menos cierto que ‘El guerrero nº 13’ es una gran película de aventuras, prácticamente redonda, una película apasionante.

La facilona comparación con la película de Fleischer, nos permite establecer hasta qué punto ambas películas son hijas de su tiempo, pero sólo la de McTiernan recrea la cultura vikinga con total fidelidad, alejada por completo de una visión de postal acerca de estos navegantes bestiales, sin ningún temor a rodearlos de suciedad y amoralidad sexual y social, y con un casting mucho más realista que el de la película de Douglas, pues son un grupo de norteños reales, y no meramente actores rubios interpretando lo que no son. Pero, sobre todo, se aleja de esa concepción teatral y estática de la aventura, y ofrece un relato de un dinamismo visual electrizante.

Devoradores de cadáveres

Adaptación muy fiel de la novela de Michael Crichton ‘Devoradores de cadáveres’, que venía a significar una nueva versión del mito de Beowulf, planteando la posibilidad de que se tratara de un mito real, introduciendo la teoría de que el hombre de neanderthal sobreviviese hasta hace pocos siglos; no imagino mejor director para ella que el responsable máximo de la energía e intensidad de ‘Depredador’, que jamás en ningún momento pierde el control de la historia, y que es capaz, como el que respira, de lograr un crescendo imparable de sangre, muerte y épica.

Antes hablábamos de la fotografía de Jack Cardiff (una de las más grandes leyendas de su disciplina) y aunque Peter Menzies Jr. puede perder en comparación, lo cierto es que su trabajo es espléndido, y en plena colaboración con el diseñador de producción Wolf Kroeger, logran una ambientación y un aspecto inmejorables, que se erigen en un verdadero viaje en el tiempo, pues todos los detalles de vestuario, dirección y atrezzo están cuidadísimos, pero no por ello nos encontramos ante un relato encorsetado.

Muy al contrario, desde la primera secuencia en las tiendas, el dinamismo y la energía se adueñan de la pantalla, gracias a una cámara excepcionalmente fluida, a un montaje sobrio y seco, y a un grupo de actores desconocidos en estado de gracia, tanto que la presencia de Antonio Banderas (un actor muy blando, generalmente, pero que aquí está bastante sólido) termina eclipsada por los desconocidos, pero impresionantes, Vladimir Kulich y Dennis Storhøi, que en ningún momento interpretan, sino que son, literalmente, guerreros vikingos.

Los tres personajes serán los líderes (sobre todo los norteños, claro está...) de un “grupo salvaje” tan creíble que asusta, y en el que el decimocuarto guerrero es el propio espectador, al que se le pega la retina a tan espeluznantes y brutales imágenes, atraído y repelido a la vez, fascinado por una cultura legendaria y asqueado por los avatares de un viaje tenebroso al fondo de la historia del hombre, y de los horrores que puede contemplar, sufrir y provocar. Qué magnificas las localizaciones encontraron en Canadá, y de qué manera más natural nos sumergimos en ellas.

Esta película es inolvidable porque propone una aventura total, violenta y bárbara, como no han hecho muchas otras (‘Conan, el bárbaro’ a la cabeza), por mucho que digan sus seguidores, porque seguramente hacer cine de aventuras como este no es tan fácil como muchos espectadores que infravaloran la aventura puedan imaginar. Basta con echar un vistazo al catálogo de aventuras de uno de los grandes almacenes para que se te caiga el alma a los pies.

Conclusión

Secuencias antológicas como las dos batallas contra los invasores, el descenso por el acantilado, el aprendizaje de la lengua extranjera por parte de Ibn Fahdlan, la llegada con el río cubierto de niebla, la estratagema sangrienta contra los adversarios del rey, merecen formar parte de lo mejor de la aventura de los últimos años. No es una película que conociera excesivo éxito o prestigio, a mi juicio muy injustamente, pero poco importa. Creo que dentro de veinte años se verá y apenas habrá perdido, si es que ha perdido algo, de su vigor y su veracidad.

Última gran película de McTiernan, cineasta con varias joyas en su haber, al que también el tiempo pondrá en su lugar. Pero ya decíamos, muchos cinéfilos, espectadores y críticos siguen mirando, exclusivamente, al pasado.

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