No quedé muy satisfecho con la adaptación de ‘Los miserables’ (‘Les Misérables’), pero la idea de un musical protagonizado por Hugh Jackman es algo que siempre me resultará atractiva. A partir de ahí hay que echar un vistazo al proyecto para ver si simplemente voy a disfrutar de la buena voz del antiguo Lobezno o si puede que haya en ella más elementos de interés.
En el caso de ‘El gran showman’ ('The Greatest Showman') se contaba además con la excepcional historia real de P. T. Barnum como el material ideal para dar forma al grandioso espectáculo que ha acabado siendo la película. Tanto es así que poco llega a molestar la marcada tendencia a la superficialidad de la película, ya que te conquista con su forma de abordar los hechos desde el principio y te tiene hipnotizado durante todo su metraje.
Un soñador a punto de ser devorado por su sueño
Quien espere una reproducción exacta de la vida de Barnum se va a llevar una gran decepción con ‘El gran showman’. Lo que realmente le interesa al guion firmado por Jenny Bicks y Bill Condon es contarnos la historia de un soñador, mostrándonos cómo luchó contra viento y marea por hacerlo realidad y también cómo ese ansia interno de ir a más estuvo a punto de acabar con él.
Lo curioso es que eso también encuentra su reflejo en las dificultades a las que tuvo que hacer frente el debutante Michael Gracey para poder realizar una película en la que empezó a trabajar en 2010. No es habitual que en el Hollywood actual se hagan musicales de gran presupuesto -y no me mencionéis ‘La La Land’ y sus 30 millones de coste, que la inversión hecha por Fox en ‘El gran showman’ se ha ido hasta los 84 millones- y eso estuvo a punto de acabar con la película.
Ese viaje paralelo también ha tenido sus dificultades cuando ambos creían haber triunfado -se comenta que la implicación de James Mangold, responsable de la magnífica 'Logan', pudo ir más allá del rol de consejero y que podría haberse ocupado de los reshoots de ‘El gran showman’ porque Gracey estaba desbordado por el tamaño del proyecto-, pero lo realmente importa es que en ambos casos todo tuvo un final feliz.
Y es que la puesta en escena de ‘El gran showman’ es una de las claves para que la película lleve su naturaleza de gran espectáculo al punto necesario para empezar impactándonos con sus imponentes números musicales y acabar encontrando ese algo difícil de describir que logra ponernos la piel de gallina. Por mucho que pudiera hablar de diferentes aspectos técnicos -hay mucho retoque o añadido visual por ahí-, que en mi caso creo que las coreografías son las idóneas para un musical, sin involucrar a personajes ajenos al espectáculo, o la fuerza arrolladora de sus canciones, al final todo se resume en esa magia cinematográfica a la que tanto solemos aludir sin poder especificar exactamente lo que es.
Hugh Jackman es el gran showman
Es cierto que todo el apartado técnico resulta esencial para que ‘El gran showman’ llegue a ser lo que es, pero todo habría sido en balde de no haber contado con la fundamental presencia de Jackman. El actor australiano abraza por completo la naturaleza de su personaje, sabiendo cómo mostrarnos los diferentes momentos emocionales por los que pasa sin la necesidad de que la película llegue nunca profundizar realmente en ellos.
Es Jackman quien impide que ‘El gran showman’ se convierta en una especie de grandes éxitos en el que los números musicales canibalicen por completo todo los demás. No es menos cierto que el guion añade ciertos dramas inexistentes en la vida real de Barnum -a cambio pasa por alto otros-, pero es que nunca van más allá de ser un contratiempo que soluciona con rapidez, seguramente demasiada en el caso de su vida personal.
Ahí es donde puedo entender que haya espectador que no conecten del todo con ‘El gran showman’, pero siendo justos conviene tener en cuenta que esa tendencia hacia lo superficial es algo que aparece desde el inicio del romance entre Jackman y una algo desaprovechada Michelle Williams. Se podía haber ido perfectamente en otra dirección, pero la película tiene muy clara su apuesta y no va a permitir que nadie la detenga. A fin de cuentas, el espectáculo debe continuar.
Lo que sí me llama la atención es que se preste casi más atención a la subtrama romántica centrada en unos eficientes Zac Efron y Zendaya que en la de su protagonista, siendo ahí donde surge un pequeño balón de oxígeno para que Jackman no se coma la película, dejando demasiado de lado todo lo demás. Es cierto que hay una canción para los trabajadores del circo y que hay jugosos apuntes para dar algo más de profundidad a la propuesta, pero lo que realmente importa aquí es el colorido, el optimismo y las ganas de seguir adelante pase lo que pase.
Teniendo eso en cuenta, me cuesta hablar mal de ‘El gran showman’ pese a que no esté exenta de ciertos problemillas que en otros casos seguramente me hubieran molestado más. Simplemente es una propuesta muy decidida y que no está dispuesta a que nadie le amargue el viaje. ¿Qué si me gustaría conocer más a fondo la vida fuera del escenario de Barnum? Sin duda, pero que sea otro quien me cuente ese historia, que muchas veces se quiere abarcar demasiado para darnos realmente poco.
En definitiva, ‘El gran showman’ es un fascinante espectáculo que nos atrapa por el constante intento de su protagonista de ir a más y dar a su mujer e hijas la vida que cree que merecen. Eso también le lleva a tomar una serie de mañas decisiones en las que nunca se ahonda demasiado, pero la fuerza de las canciones, el buen hacer del reparto y el hecho de que posea ese encanto especial que hace que sus defectos se difuminen la convierten en una gran opción para ver durante estas vacaciones navideñas.
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