Han pasado ya más de siete años desde que la mirada de un adorable felino se convirtiera en lo más celebrado de la secuela de Shrek y ya entonces empezó a hablarse de una película propia para ‘El gato con botas’ . No obstante, y como ya apuntaba, fueron pasando los años y por el camino se estrenaron dos nuevas secuelas (y varios especiales navideños) de las aventuras del ogro verde que aniquilaron gran parte del interés que uno podía tener en ver un spin-off de un personaje muy devaluado a nivel artístico, pero cuya rentabilidad económica estaba fuera de toda duda.
¿Y qué es lo uno se encuentra al ver ‘El gato con botas’? El primer miedo que hay que desterrar es la idea de encontrarnos ante una mediocridad como fueron las dos últimas entregas de ‘Shrek’, ya que dicha saga es olvidada por completo en este caso al preferirse apostar por la tradicional presentación del héroe y sus peculiares orígenes. Eso sí, la originalidad no es uno de los puntos fuertes, pues se combina la infancia en un orfelinato con una amistad propia de hermanos en la que surgen los problemas cuando nuestro protagonista empieza a destacar. A partir de ahí, las presuntas sorpresas son bastante previsibles y no aparece ningún momento icónico por el que la película vaya a ser recordada dentro de unos meses. Y es que se ha preferido contar una historia sencilla en la que algunos elementos fantásticos funcionan como dinamizador, pero evitando también caer en una mezcla de humor grosero más bromas actuales tan en boga en las cintas animadas de Dreamworks hasta hace no tanto.
En el apartado animado se nota una progresión respecto a las últimas apariciones del personaje e incluso hay pie para algunos momentos inspirados. El elemento que más dudas me despertaba era el personaje de Humpty Dumpty, ya que la idea de de un huevo viviente era algo con muchos riesgos de convertirse en un ridículo espantoso. Afortunadamente, esto es algo que se salva con corrección a nivel de diseño visual, aunque me sigue intrigando la decisión de darle esa forma al personaje. Donde sí aparecen los problemas es en la utilización del 3D, pues está muy lejos de alcanzar el nivel logrado en la reciente ‘Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio’, uno de los pocos títulos que realmente ha justificado la utilización de esta tecnología en los últimos años. En el caso de El gato con botas no es algo que resulte molesto o cuyo uso pueda llegar a causar molestias en la vista, pero no aporta un valor añadido que justifique pagar el dinero extra por el que tanto suspiran las majors.
Es lógico que Antonio Banderas vuelva a poner voz al personaje protagonista, ya que, dejando de lado los momentos ojos tiernos, el encanto del personaje debía mucho al malagueño. Aquí se potencian las virtudes del personaje y si uno disfrutó del mismo en ‘Shrek 2’, no debería haber pega alguna para volver a pasárselo bien. La parte latina se ha potenciado con la voz de Salma Hayek como Kitty, una astuta felina que mientras parece robar tu corazón, en realidad puede estar apropiándose de cualquier otra posesión material. La química entre ellos ya fue testada hace años por Robert Rodríguez, pero en esta ocasión no excede a la que nos encontramos en otras combinaciones aleatorias de producciones animadas. También choca encontrar a Zach Galifianakis como el huevudo amigo de nuestro héroe, ya que vuelve a parecer una elección azarosa que no ofrece nada por lo que realmente pensemos que tenía que ser él. Nunca he terminado de entender la imperiosa necesidad de que intérpretes célebres copen el apartado vocal de la abrumadora mayoría de producciones animadas cuando luego eso no es algo que nos aporte algo. Veo el sentido comercial, pero al menos luego potencia de alguna manera tu elección en la película. ¿Tan mal lo hacen para quejarme tanto? Lo cierto es que no, pues la corrección es la tónica, pero es una pena que un trabajo tan acertado como el de Banderas no encuentre ningún contrapunto a su altura.
En definitiva, El gato con botas es un digno entretenimiento si se está dispuesto a disfrutar con una cinta de animación que no ofrece nada realmente nuevo ni nos aporta algo espectacularmente bueno. Estamos ante una película sencilla que sabe muy bien lo que tiene que hacer para superar levemente el mínimo exigible, algo, por otro lado, quizá un tanto escaso tras llegarnos de la mano de Dreamworks una propuesta tan estimulante como ‘Cómo entrenar a tu dragón’ hace no mucho. ¿Es suficiente eso? En mi caso sí que lo es, que nunca viene mal algo ligero pero cumplidor, aunque la mejor cinta de animación de lo que va de 2011, un año no tan logrado como los anteriores en este tipo de propuestas, sigue siendo ‘Rango’.
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