Le queda mucho cine a Roman Polanski. La prueba irrefutable es ‘The Ghost Writer’, un impecable thriller que se estrenó en nuestro país el pasado 26 de marzo, bajo el título de ‘El escritor’. Al estar basada en la novela ‘El poder en la sombra’, escrita por el autor de best-sellers Robert Harris, sobre las peligrosas memorias de un antiguo gobernante, muchos temieron que el director de origen polaco se hubiera relajado, aceptando un encargo que podría haber hecho cualquier otro (Ron Howard, por ejemplo). La participación de actores como Ewan McGregor y Pierce Brosnan, vistos en todo tipo de películas comerciales, parecía confirmar esta sospecha. Incluso cuando el film cosechó sus primeras buenas críticas y Polanski fue premiado en Berlín, todo se quiso ver más como un apoyo al director en un momento difícil, en lugar de respuestas honestas sobre la calidad del trabajo.
Bueno, con la película en nuestras carteleras ya no hay ninguna duda. ‘El escritor’ es, sencillamente, una de las películas más brillantes de los últimos años. Un trabajo ejemplar que funciona como un reloj de principio a fin, que desborda las expectativas constantemente, en cada secuencia, resultando un auténtico manjar cinématográfico. Se suma así Polanski, con 76 añicos, a una selecta lista de veteranos directores (Clint Eastwood, Woody Allen o Sidney Lumet) que no sólo están demostrando que están en plena forma, sino que están dejando en ridículo a incontables profesiones o “artistas” mucho más jovenes, más populares y bastante más torpes. Deberían analizar, tanto los realizadores modernos como los aspirantes, el efectivo y elegante film de Polanski, especialmente esa maravillosa secuencia en la que el protagonista es perseguido por dos matones. Sin prisas, sin golpes, sin explosiones, sin 3D; con un montaje adecuado, una precisa puesta en escena y un uso eficaz del punto de vista. Con cine sencillo y puro, en definitiva.
Antes de embarcarse en la adaptación de ‘El escritor’, Polanski estuvo trabajando en otro proyecto basado en una obra de Robert Harris, ‘Pompeya’, que fue cancelado tras retrasos y falta de financiación (como nos informó Beatriz en su momento). Sin embargo, el director y el escritor hicieron buenas migas y así surgió la posibilidad de trasladar a la gran pantalla la polémica novela de Harris sobre un ex-primer ministro británico y el “negro” (en inglés “ghost writer”) que es contratado para arreglar y terminar su biografía, mientras estalla un escándalo que podría mandar al político a prisión. Asegura Harris que Polanski influyó de alguna manera en su novela, y que al descubrir que éste estaba buscando un thriller al que hincarle el diente, le entregó una copia de su nuevo trabajo con la esperanza de que al director le gustara. Así ocurrió, y aunque puede sonar a colegueo, el escritor afirma que el guión (obra de ambos) es superior a la novela. No la he leído, pero me lo creo.
Adentrándonos en un mundo tenebroso y hostil
Desde luego, lo más fascinante de ‘El escritor’ son sus imágenes, su atmósfera y la manera en la que Polanski hace suya esta retorcida trama de ficción política ideada por Harris, llevándola a su propio terreno, transformando lo que podría haber sido otro thriller convencional más, en una opresiva pesadilla que nos transporta a otro mundo y otra época; y me refiero a la forma en la que está filmada (poca acción, pocos escenarios, pocos movimientos), ya que el retrato de un mundo sumamente peligroso es atemporal, vale ahora y siempre. Se vive con gran intensidad la amenaza que se cierne sobre el protagonista, como si uno estuviera en su lugar, descubriendo que se ha sido demasiado ingenuo, y que ya es muy tarde para escapar de la boca del lobo. Resulta extraordinario el uso del sonido y la música en este film, y es que a pesar de contar con una sensacional banda sonora compuesta por Alexandre Desplat, Polanski maneja muy bien lo que oímos, dejando a menudo un silencio tenso que nos mete aún más en la acción. Todo está dispuesto para crear un estado de ánimo concreto, hasta la robótica voz del GPS que lleva al escritor a seguir su destino.
El fantástico suspense que se crea desde la primera escena, con esa imagen del coche vacío en el ferry (casi “gritando” porque su dueño ha desaparecido), deja en un segundo plano cualquier discusión sobre las similitudes del argumento con la vida real, porque es que da lo mismo; la historia podría trasladarse perfectamente a un falso pasado o un futuro lejano, el antiguo presidente podría español o japonés, y la disfrutaríamos igualmente. La forma en la que está narrada convierte a la película en un clásico inmediato, podrá disfrutarse plenamente dentro de varias décadas, cuando todo lo ocurrido en Irak deje de tener importancia. Es evidente que aunque el ficticio político se llame Adam Lang, sus acciones se corresponden con las del verdadero Tony Blair, siendo sólo la más obvia de las comparaciones con el mundo real (por ahí aparece también Condoleezza Rice). En cualquier caso, considero un error centrarse en este tipo de semejanzas, ya que lo fundamental es que la narración es tan potente que parece verdadera, aunque nada lo sea realmente. Es como un juego, tan entretenido que pasan dos horas sin que lo notes, tan fascinante que se te queda en la memoria, tan adictivo que estás deseando volver a jugar.
Esto se consigue, entre otras cosas, apoyando el relato en unos personajes de carne y hueso, con alma y entidad, tan reales como el público. Y ahí estás tú, en medio de esa gente, con tus propias sensaciones y tus propios pensamientos; en la película, tú eres el personaje principal, en este caso, el escritor fantasma que acepta ganar un montón de dinero por ayudar a un político a terminar un libro sobre su vida. Así que Polanski agarra al espectador y lo lanza al mundo de ficción que ha diseñado, para que experimentemos la aventura lo más cercanamente posible. Una aventura que está protagonizada por un tipo cercano y simpático (ojo a ese gesto que hace tras acabar de leer las aburridas memorias), algo torpe pero muy inteligente, no por un superhéroe de ingenio y resistencia increíbles; de este modo estamos más alerta, todo parece más creíble y conforme el “negro” se adentra en una espiral tenebrosa donde casi nada es lo que parece, no podemos hacer otra cosa que temer, todo el tiempo, temer que en cualquier momento uno de los lobos arrinconados, demasiado nerviosos, se lance sobre el cordero inocente. Por cierto, menudo nivel el del reparto, están todos inmejorables, tengan pocos (Timothy Hutton, Eli Wallach, Tom Wilkinson o James Belushi) o muchos minutos (McGregor, Brosnan, Olivia Williams y Kim Cattrall).
Apunta Harris que uno de los grandes aciertos de la adaptación que ha realizado Polanski es que los espacios tienen mucha importancia. Y tanto. Es imposible no sentir la hostilidad en esa especie de búnker donde el ex-primer ministro se encierra junto a sus fieles colaboradores (y sus mujeres), como si fuera Hitler a punto de perder su gran guerra; o no sentir el frío y la inquietud en esas playas grises donde apareció misteriosamente el cadáver del primer escritor. Con ecos hitchcockianos, ‘El escritor’ recuerda inevitablemente a otros trabajos de Polanski, especialmente ‘Frenético’ y ‘El quimérico inquilino’; ojalá que el público más joven se olvide un poco de los jugosos escándalos y sienta un poco de curiosidad por la carrera de este gran cineasta, que al parecer ya está pensando en su próximo proyecto. Esperemos que salga adelante, el cine está herido de gravedad y necesita verdadero talento, ahora más que nunca.
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