‘El discurso del rey’ (‘The King´s Speech’) es un film de Tom Hooper, protagonizado por Colin Firth, en el papel del rey Jorge VI, al que preocupa su tartamudeo —«speech», en inglés, no sólo significa «discurso», sino también «habla»— y Geoffrey Rush, quien se convertirá en su logopeda. Helena Bonham Carter, como su mujer; Guy Pearce, como el rey Eduardo VIII; Derek Jacobi, como el obispo, y Timothy Spall, en el papel de Churchill, completan el reparto.
En su apariencia externa, ‘El discurso del rey’ resulta una buena película. El trabajo de ambientación de época es impecable y tampoco se le puede encontrar tacha a la fotografía o a la realización de Hooper. Contiene algunas escenas sumamente curiosas, como la del inicio con la preparación del locutor y sus ejercicios de dicción. Por todo ello, diría que se trata de un film bien hecho, solvente y agradable de ver, a pesar de que su duración no se justifica, ya que contiene muchos momentos muertos que se podrían haber aligerado. Pero, ni mucho menos, es el peliculón del que se viene hablando desde hace tiempo.
‘El discurso del rey’ se basa en una mera anécdota que se produjo dentro de un mundo convulso y lleno de auténticos conflictos. Precisamente porque deja de lado cuestiones tan candentes como la política de entonces, la película tendría que haber optado por otro acercamiento, el de profundizar en los personajes y en la historia individual. No es que sea imposible lograr una trama personal de auténtica fuerza dramática partiendo de una nimiedad. Pero el guion de David Seidler no hace ni lo uno ni lo otro, sino que se queda en la superficie de ambas posibilidades.
Los actores se lucen y deslumbran
En lugar de interés por contar una historia, los creadores parece que hubiesen tenido ganas de crear un vehículo para que los actores pudiesen demostrar de lo que son capaces. Colin Firth logra un creíble tartamudeo en la representación de de Jorge VI, pero hacer un papel significa mucho más que pronunciar de una determinada manera —porque, si consiste solo en eso, que llenen de premios a Puigcorbé—.
Más allá del defecto en el habla, no estoy viendo nada: no veo al ser humano, no empatizo con él, no siento su necesidad de ser comprendido, de tener una amistad… se me dice en diálogos, sí, pero tendría que percibirse por las situaciones y las interpretaciones. Si lo estudio es aún peor, pues veo a un hombre maduro con una preocupación infantil —se desata la II Guerra Mundial y a él le quita el sueño el qué dirán— y muy convencional en la forma de juzgar la vida íntima de su hermano —Guy Pearce—, y así me cuesta aún más sentir alguna identificación.
Geoffrey Rush, una vez más en su carrera, está espléndido como ser excéntrico, pero vuelve a faltar una profundización en su personaje. Esa amistad que surge entre ambos y que podría suponer la espina dorsal de un gran film, al servir al futuro monarca de acicate para sufrir una evolución psicológica, no se percibiría, si no fuese por la obviedad de los diálogos —que, por otro lado, está presente en toda la película—. Como consecuencia de la poca cercanía de los personajes, se diluye la emotividad final, que debería constituir el mayor aliciente de este relato.
Un film para premios
En los Oscar ya estamos acostumbrados a que el galardón al mejor actor se entregue por encarnar a una persona con problemas, retrasada o aquejada de alguna peculiaridad. Ya que Colin Firth interpreta a un tartamudo, podemos pensar que esta película tenga un hueco en los premios de la Academia, además de porque está nominada en los Globos de Oro, que se suelen denominar «la antesala de los Oscar». Pero gustar a los jurados de los grandes premios no siempre es síntoma de una auténtica calidad.
Entre estas nominaciones y premios anteriores, llevamos tiempo oyendo hablar de ‘El discurso del rey’ como si fuese a entrar directamente en las listas de lo mejor del 2010. Es cierto que el año ha dado tan poco que no era necesario una obra maestra para hacerlo remontar en los últimos días, pero en mi opinión, este título no remienda nada.
Nos encontramos ante un ejemplo claro de película sobrevalorada.‘El discurso del rey’ (‘The King’s Speech’) es un film correcto, pero también muy ligero, comercial y poco memorable. No es que recomiende que se prescinda de verla, pues seguro que constituye una de las opciones más válidas de la cartelera, pero creo que es necesario relajar las expectativas.
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