'El Dentista', hasta que llegó su caries

Hace un par de días os hablaba de ‘Sinister‘ (Scott Derrickson, 2012), la gran apuesta de los estrenos cinematográficos para matar el gusanillo de cine de terror por la celebración de Halloween, pero la opción de verse algo en casa siempre ha sido, al menos en mi caso, igual de atractiva. Este año fueron cuatro las películas que vi con mis amigos, siendo ‘El Dentista‘ (The Dentist, Brian Yuzna, 1996) una de las seleccionadas.

Lo cierto es que ya había tenido la ocasión de verla hace ya unos quince años, época en la que era un adolescente impresionable que alquilaba cualquier película gore que aparecía en las estanterías del videoclub de mi pueblo. Guardaba un grato recuerdo, pero las cosas han cambiado mucho con este revisionado.

Una fobia común

Nunca he sido de los que harían casi cualquier cosa antes que ir al dentista, pero sí que soy consciente de que es una fobia bastante extendida. El cine ya había hecho hincapié en ella de forma tangencial, ya fuera de forma dramática con la escena de la tortura de Laurence Olivier a Dustin Hoffman en ‘Marathon Man‘ (John Schlesinger, 1976) o explorando sus posibilidades cómicas con la secuencia protagonizada por Steve Martin en ‘La pequeña tienda de los horrores‘ (Little shop of horrors, Frank Oz, 1986), pero se hacía raro que el cine gore no hiciera un uso directa de la misma hasta mediados de los 90, ya que en la década anterior se llegaron a rodar slashers con profesiones mucho menos proclives a ello.

El uso que hace ‘El Dentista’ de este miedo común no tiene la más mínima implicación psicológica, ni tampoco es el resultado de un in crescendo dramático o la culminación de un suspense bien llevado. De hecho, hay momentos en los que se coquetea peligrosamente con lo paródico, pero no cediendo en ningún momento a la tentación de introducir gags o absurdeces cómicas que funcionen a modo de alivio. Sí que hay, en cambio, varias concesiones a lo erótico que no vienen mucho a cuento. Aún se entienden al principio, fruto del deterioro psicológico del protagonista por el creciente temor de que su esposa tenga un aventura, pero luego son una forma un tanto cutre de animar el cotarro para que el interés no desfallezca.

Pobre en todos los aspectos

Sorprende que ‘El Dentista’ sea incapaz de producir escenas realmente enfermizas cuando apuesta abiertamente por lo truculento durante las horas de consulta del protagonista. Se abusa de los primeros planos para ver cómo se destroza la dentadura de algunos personas, pero son arrebatos tan gratuitos que no tienen ningún tipo de impacto emocional a poco que uno esté mínimamente versado en el cine gore. Quizá la mencionada falta de atmósfera ayuda a que vista hoy en día provoque más indiferencia que cualquier otra cosa, pero es que son momentos mucho más breves de lo esperado, siendo casi más numerosos sus ataques de violencia normalizada (muy aburrida su querencia a utilizar un arma de fuego).

El guión tampoco ayuda a reconducir las cosas, ya que se basa en tópicos, personajes con cero desarrollo y que rozan peligrosamente el encefalograma plano, incluyendo la aparición de un por aquel entonces desconocido Mark Ruffalo, o soluciones argumentales que impiden tomarse mínimamente en serio lo que uno está viendo. Es una pena que Stuart Gordon, autor del libreto junto a Dennis Paoli y Charles Finch, saldase de esta forma la deuda pendiente que tenía con Brian Yuzna desde los tiempos de la divertida ‘Re-Animator’ (Stuart Gordon, 1985). Eso sí, Yuzna tampoco hace gran cosa para conseguir algún tipo de redención desde la puesta en escena, ya que dota a la película de un tono visual propio de una serie de televisión olvidable de los años 80.

La presencia de Corbin Bernsen como el demente odontólogo es lo único que da un poco de empaque a la película, siendo ‘El Dentista’ su principal carta de presentación para desarrollar una carrera cinemtográfica centrada en producciones de este corte en la etapa que separó sus dos grandes trabajos televisivos: ‘La Ley de Los Ángeles‘ (1986-1994) y ‘Psych‘ (2006-En emisión). Tal fue el éxito de su caracterización, que dos años después llegaría una absurda secuela con la que, por fortuna, la franquicia llegaba a su fin. No es que Bernsen nos ofrezca un trabajo suficiente como para hablar de uno de los mitos del género, pero sí que sabe mostrar las cambiantes emociones del Doctor Feinstone con una credibilidad ausente en el resto del reparto que hasta casi consigue hacer tolerable la ridícula forma en la que Yuzna expresa su obsesión con la limpieza/pureza.

En definitiva, ‘El Dentista’ es el tipo de película que uno puede disfrutar cuando aún es un joven impresionable o sufrir si tu relación con el cine gore es casi inexistente, pero más allá de eso es una producción muy pobre que ni asusta, ni entretiene. Además, su anodino acabado visual y su violencia mucho más contenida de lo deseable hacen que coquetee peligrosamente con el aburrimiento. Prescindible.

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