El subgénero de las distopías juveniles fue un fenómeno-consecuencia al éxito de la saga ‘Crepúsculo’ (2009) que tomó su forma definitiva con la adaptación de la trilogía que empezó ‘Los juegos del hambre’ (The Hunger Games, 2012) y tuvo cierta influencia en el blockbuster de esta época con adaptaciones de otras sagas literarias como ‘Divergente’ (Divergent, 2014). Incluso se llegó a recuperar la controvertida ‘Amanecer Rojo’ (Red Dawn, 1984) en un remake que dejaba clara su influencia en el movimiento.
El influjo se perpetúa en revisiones de géneros bajo esa óptica como es el caso de las invasiones extraterrestres en ‘La quinta ola’ (The 5th Wave, 2016) o el post-apocalipsis zombie en la trilogía que empezó con ‘El corredor del Laberinto’ (The Maze Runner, 2014). Lo curioso es que, dentro de su mitología, la idea de partida es un nudo marinero para conseguir meter a presión la idea de adolescentes realizando pruebas (al estilo de HG) para conseguir un antídoto contra las infecciones.
Resident Evil Sub-21
Por ello, la primera película se centraba en carreras en laberintos con monstruos y el resto de ellas apenas tienen que ver con aquella (interesante) premisa que bautiza la saga completa. Ya en la anterior se hacían notar sus influencias del cine post-apocalíptico, especialmente de ficciones zombie de George Romero, y si le sumamos un aspecto de blockbuster pulido, con escenas de acción encerradas en su misma set piece nos queda un espectáculo parejo a las películas de ‘Resident Evil’ de Paul W. Anderson, con una Umbrella renombrada a CRUEL.
La diferencia es que, incluso siendo una aventura juvenil, Wes Ball le da más empaque y solidez que la de la saga basada en los videojuegos, aunque planea entre convenciones de los dos géneros, tanto del distópico como el de los infectados y muertos vivientes. La solvencia visual del director es de un blockbuster casi para adultos, pero el espectro al que se dirige marca a fuego sus dinámicas y acaba siendo un espectáculo competente pero falto de verdadera pegada; no deja salirse ni un poquito del carril de lo esperable.
En el caso de ‘La cura mortal’, eso no es impedimento para que sea entretenida y muy digna como película de aventuras, y pese a algunos momentos forzados, también es un divertimento para adolescentes ejemplar. La espina que deja al acabar es que logra alcanzar los momentos más sólidos de las tres películas y ese es el lastre que descubre, precisamente, el potencial no realizado de todos los episodios en conjunto. Podrían —o deberían—, haber sido una versión de cine post-apocalíptico con más agallas.
Resampleando a Romero
El hecho de que toda la ficción post-apocalíptica zombie o de infectados tenga una fuerte raíz en la tetralogía de George A. Romero y esto se dé por supuesto, de tal manera que se relacione únicamente a la existencia de muertos vivientes, deja en evidencia que su influencia real aún no ha sido asimilada como debe. Precisamente la prueba está en que este episodio basa su estructura social “a lo mad max” en la ciudad estratificada en clases de ‘La tierra de los muertos vivientes’ (Land of the Dead, 2005) en la que, como aquí, había un edificio exclusivo para las clases altas.
Mientras, la ciudad amurallada la aísla de zombies, y como aquella hay una revolución armada de las clases oprimidas. Además, los experimentos para buscar una cura en el interior del edificio y ciertos detalles concretos del final, especialmente en su epílogo, son clavados a los de ‘El día de los muertos’ (Day of the Dead, 1985), la película que más ha influido en este tipo de ficciones. No obstante, hay una contención tan esterilizada y pulcra que ni siquiera parece una película de zombies. Una oportunidad perdida para funcionar como reboot juvenil de los mitos del maestro.
Párrafo con spoilers
Pese a su asepsia formal, la trama culebronil es desarrollada con cierta efectividad emocional y hasta cierto punto, logra que el impacto de la muerte de algunos personajes tenga la profundidad que necesita, a pesar de ello, se nota que hay personajes que están por que deben estar, como esos casting imposibles de Barry Peeper o Giancarlo Esposito. Sin embargo, son los secundarios los que brillan, con una estupenda subtrama de huída protagonizada por Rosa Salazar y un flamante Will Poulter demostrando que ya se le ha quedado pequeña la saga que le dio más fama.
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