Darren: “Así que ahora puedo transformarme en un murciélago”.Larten: “¡No, no! Eso es una gilipollez”.
No puedo dejar de asombrarme por cómo se manipulan las películas en este país (y en todos, supongo, pero éste es en el que vivo). Quizá no os hayáis percatado de ello, no me sorprendería lo más mínimo, pero el pasado 16 de julio se estrenó en España una película titulada ‘El circo de los extraños’, dirigida por Paul Weitz y protagonizada por John C. Reilly, Chris Massoglia, Salma Hayek, Willem Dafoe, Ray Stevenson y Ken Watanabe, entre otros. Ahora mismo estoy viviendo en la provincia de Cádiz, y os puedo asegurar que se proyecta en ningún cine. No se puede ver en ninguno, a pesar de que por ahí aguantan (la estupenda) ‘La última estación’ o (la intrascendente) ‘Mamut’, cintas destinadas claramente a un público muy minoritario.
No tiene ningún sentido, a menos que la intención sea la de concentrar a los espectadores en el menor número posible de salas (quizá para no tener que limpiar tanto). Creo que se ha perdido una oportunidad con ‘El circo de los extraños’, concebida para quedarse con los fans de la saga ‘Harry Potter’, ya cercana a su final (a menos que Warner siga troceando la última entrega), y con los que gustan de historias vampíricas, pero odian ‘Crepúsculo’. Cierto es que en Estados Unidos se ha dado un tremendo batacazo en taquilla (14 millones para una producción que costó 40), pero no me parece que sea ésta una buena razón para condenar al olvido una película más divertida, siniestra e interesante que las hermanas bastardas de Harry Potter (como la penosa ‘Percy Jackson y el ladrón del rayo’) o las adaptaciones de los libros de Stephenie Meyer.
Otra clase de vampiros… y de “freaks”
‘El circo de los extraños’ (‘Cirque du Freak: The Vampire´s Assistant’) se basa en la obra juvenil de género fantástico escrita por Darren Shan, que por lo visto no tiene, ni de lejos, tantos seguidores como las otras dos sagas citadas. La trama se centra en Darren (Shan, mismo nombre que el autor), un adolescente que siente que no es como los demás (por ejemplo, siente una extraña fascinación por las arañas), y que no está de acuerdo con el plan de vida que sus padres han previsto para él (desternillante la secuencia en la que hablan sobre su futuro). Un día, Darren encontrará la salida que buscaba desesperadamente; descubre que un misterioso circo ambulante ha llegado a la ciudad, y acompañado por su mejor amigo, Steve, decide asistir al espectáculo, como si supiera que está a punto de dar un paso crucial, de embarcarse en una gran aventura que lo transformará para siempre.
Aunque la fórmula “vampiros y adolescentes” se asocia ya inevitablemente a las (mediocres) películas de ‘Crepúsculo’, conviene dejar claro, una vez más, que ‘El circo de los extraños’ es rotundamente diferente a aquéllas. Para empezar, ésta no se centra en ningún romance (es muy posible que sea precisamente ésa la razón del fracaso comercial), si bien hay espacio para hablar de amor, confianza, coraje, bondad y, sobre todo, amistad. De manera inevitable, quizá para evitar posibles malentendidos (que Darren sea homosexual), se incluye en la historia una chica de la edad del protagonista con la que enseguida establece una conexión especial; aun así no tiene nada que ver esta relación con esa cosa facilona y obsesiva que Meyer crea entre los famosos Edward y Bella. Darren es un vampiro pero no deja de ser un adolescente temeroso y tímido, y la chica trabaja en el circo porque… bueno, mejor lo descubrís por vosotros mismos.
Como no podía ser de otra manera, aquí también se da un retrato peculiar de las criaturas vampíricas, y es que cada autor tiene su propia visión del mito. El chupasangre de Darren Shan es una curiosa mezcla entre el tradicional, que puso de moda ‘Drácula’, y el que hemos visto en ‘Crepúsculo’ (por seguir con la comparación, siendo un título tan popular). John C. Reilly, que interpreta a Larten, el vampiro que instruye al protagonista, dijo que lo que más le interesó de su personaje es que a pesar de sus características fantásticas, no deja de ser un tipo corriente que ha vivido mucho. Así es; se alimenta de sangre, sólo camina de noche (el chico no es un “vampiro completo”, por lo que puede resistir la luz del día, una artimaña que da mucho juego), duerme en un ataúd, es inmortal, es más fuerte y rápido que los vivos, pero en el fondo sigue siendo una persona, que no desea ningún mal a nadie y sólo quiere vivir tranquilamente.
Con la secuela en mente
De eso va en parte la película, como tantas otras centradas en criaturas, seres extraordinarios o marginados, de encontrar la humanidad y (sin dejar de ser uno mismo) de permanecer en paz tanto individual como colectivamente. También se habla mucho de la amistad y el compromiso; los dos jóvenes protagonistas tienen sus más y sus menos durante todo el metraje, llegando al enfrentamiento cuando Darren se convierte en vampiro y rompe sus lazos con todos los que le conocían, incluido Steve, quien no entiende el sacrificio y lo considera una traición. Él quiso ser un chupasangre desde el principio y gracias a una facción enemiga, podrá cumplir su sueño. Todo se encamina a un dramático duelo que anticipa una gran guerra… pero se está pensando en la segunda parte, y en una serie, así que en lugar de cerrar este film, de ofrecer un relato lo más redondo posible, lo dejan todo abierto para poder continuarlo más adelante. Cosa que ya no parece que vaya a ocurrir.
Sin duda, lo mejor del film es Larten, un gran personaje interpretado magníficamente por Reilly; Hayek, Dafoe, Watanabe y los demás “freaks” del circo apenas tienen relevancia, y su presencia parece más bien un simple reclamo publicitario (aunque imagino que en esas hipotéticas secuelas que tenían pensadas, estos personajes tendrían más relevancia). El principal problema que le veo al reparto es que tanto Chris Massoglia como Josh Hutcherson (Darren y Steve) fuerzan mucho sus interpretaciones, no viven la ficción, y sus diálogos suenan inverosímiles; Hutcherson (que pudo ser el nuevo Spider-Man) va mejorando conforme su personaje se acerca al “lado oscuro”, pero Messaglia es incapaz de hacer nada con su personaje, parece más preocupado por cómo va a aparecer en la pantalla, posando en muchas escenas en lugar de interpretar.
Como todas, la película tiene sus aciertos y sus errores, y ésta se tambalea por momentos a puntos de caer en la mediocridad, pero en general destaca por ser una cuidada producción que tira más por lo cómico que por lo serio, con correctos efectos visuales y muy apropiada para el público juvenil que busque un entretenimiento de corte fantástico. Con un director más capacitado que Paul Weitz (hermano de Chris Weitz, curiosamente, responsable de ‘Luna nueva’), que convierte cada escena de acción en una caótica mezcla de planos fugaces, un guión (éste lo firman Weitz y Brian Helgeland) algo más elaborado, que expusiera mejor el drástico cambio que se produce en la vida de Darren, ‘El circo de los extraños’ podría haberse comparado, sin palidecer, con las mejores entregas (las tres primeras) de ‘Harry Potter’.