Ya entonces era un personaje antiguo cuya resurrección nadie podía esperar. Cuando Stan Lee y Jack Kirby pusieron al Capitán América la frente de los Vengadores, el supergrupo con el que iniciarían una serie de sencillas, inolvidables y cada vez más fundacionales aventuras, no había nadie en la audiencia capaz de predecir la audacia del movimiento.
Mucho antes de que la Marvel existiera como tal, estaba el Capitán América. Creado por Kirby y Joe Simon, fue el perfecto superhéroe de la propaganda de la segunda guerra mundial.: en tiempos duros y simples, combatir a los nazis era una estupenda idea. En su resurrección, los tiempos eran, al menos, diferentes. La juventud, estadounidense en principio, vivía una infancia en plena Guerra Fría y el desastre nuclear no era, por decir así, la perspectiva de una guerra victoriosa.
Precisamente por eso, el Capitán América funcionó. No era nostalgia, porque los nazis no fueron resucitados cuando lideró a los Vengadores. Era un anacronismo; un héroe que los nuevos niños conocían de oídas: al descongelarlo, Lee y Kirby instalaron la promesa de que era posible recuperar un cierto heroísmo ante adversidades mayores, aunque no eran armas atómicas sino monstruos de piedra, robots amenazantes y razas alienígenas lo que andaba al acecho de aquellas páginas.
Con el paso de las décadas, el Capitán América perdió su condición original, la de anacronismo, y no la recuperó hasta la llegada de The Ultimates, de la mano de Mark Millar. El tebeo, dibujado por Bryan Hitch, es, al menos en su superfície más obvia, lo más alejado de los Vengadores clásicos que incorporaron al personaje y luego lo devolvieron como héroe en solitario.: es muy violento, está lleno de imaginería bélica y agresiva y sus diálogos son sonoros, lapidarios al servicio de un trazo que emula estrellas del cine del momento.
Pero Millar recuperó al Capitán original, al hombre descongelado, nacido en otro momento. Pero ya no hacía dos décadas de ese momento, sino seis. Su héroe descongelado era un anacronismo brutal. Más allá de la línea Ultimate, destinada a ganar nuevos lectores en un mercado que declinaba, esa idea del Capitán América la usó Millar para su Civil War y la recogió, en parte, Ed Brubaker para su arco El soldado de invierno, donde, con un esquema detectivesco y negro, se proponía una revisitación del pasado mítico del personaje en clave sombría y desencantada.
Una Gesta Lograda
He considerado oportuna esta explicación tebeística porque ésa es la tarea que han llevado a cabo con el personaje el productor Kevin Feige y el guionista, director Joss Whedon para incorporar al Capitán América a un mundo lo suficientemente prevenido de patriotismos elementales como para toser a la mínima.
Whedon ya reescribió, sin acreditar, amplios segmentos del 'Capitán América: El Primer Vengador' (Captain America: First Avenger, 2011), en la que la aventura bélica giraba alrededor de la posibilidad de que un "chico de Brooklyn" pudiera ser, también, un héroe extraordinario. Por supuesto, la idea del chico esmirriado convertido en soldado era fresca pero también original, en el sentido literal: volvían al origen, a la primera página, de Simon y Kirby.
Y desde 'Los Vengadores' (The Avengers, 2012) se nos dice que este Capitán América está fuera de su tiempo, que es un líder que no entiende el mundo que habita. Esa es la premisa del 'Capitán América: El Soldado de invierno' (Captain America: The Winter Soldier, 2014). Alguna idea argumental y la identidad del villano están sacadas de la versión de Brubaker, pero el tono es menos sombrío, más alegre, de una película de aventuras.
Dirigida por Anthony y Joe Russo, la película tiene más argumento del que necesita, y esta vez es una noticia estupenda. El Capitán América, un viejo de 95 años con físico radiante, tiene que aliarse con una ex-agente soviética, la ya habitual Viuda Negra encarnada por Scarlett Johansson (que en un detalle whedoniano tiene un papel más extnesivo y agradecido) para vencer una amenaza cuyos tentáculos se extienden hasta el centro de su confianza, Shield.
La idea de la película es que el Capitán es también un anacronismo en la confianza en un sistema donde la honestidad y la integridad eran principios, por lo general, ajenos a la corrupción o la traición. Tener a una presencia de los thrillers setenteros como Robert Redford ejerciendo de simpático villano es una de las dos aceptables bromas cinéfilas que la película se permite; la otra es ver a Samuel L. Jackson jugando con su presencia en clave abiertamente post-tarantiniana.
Las espectaculares secuencias de acción y el continuará emocionante con el que termina la película demuestran que las versiones cinematográficas de Marvel Studios respetan la serialidad de los tebeos y trasladan la sensación de universo. Pero, además, consiguen crear personajes respetuosos con sus ideas de partida, sin necesidad de recalcarlo a modo de enciclopedia y atractivos para cualquier espectador curioso, el que a fin de cuentas está convirtiendo estas películas en éxitos.
Por ello, la película, bien escrita y estupendamente estructurada como un tebeo en el que una amenaza media da paso a una gigantesca y maquiavélica trama de mayor escala, se permite una última y disfrutable media hora en la que el ritmo de emociones está mucho mejor dosificado de lo acostumbrado, y en la que la acción funciona de un modo orgánico, permitiendo a los personajes respirar dramáticamente - algo que me parece todavía muy difícil, pese a la abundancia de manuales de guión y fórmulas mágicas. De nuevo, coincido con la positiva apreciación que ya escribiera Mikel.
Por eso mismo, este ejemplar de cine comercial es también una buena noticia para el cine de aventuras.
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