'El Caníbal de Rothenburg' ('Rothenburg', 2006), también conocida por 'Grimm Love', ha llegado con cierto retraso a nuestras carteleras, en las que se exhibe desde hace poco más de una semana. Eso sí, su distribución ha sido de lo más limitada, aun viniendo con las credenciales de haber conseguido varios galardones en el Festival de Sitges del 2006, donde se alzó con los premios al mejor actor, al mejor director y a la mejor fotografía. Una vez más los premios no aseguran la carrera comercial de una película, y eso que hablamos de unos premios concedidos en un festival celebrado en nuestro país.
La película está inspirada en los famosos hechos acaecidos en Alemania a principios de la presente década cuando un hombre contactó a otro por internet para comérselo con su consentimiento. La noticia dio la vuelta al mundo, no sólo por el hecho del asesinato, sino porque la propia víctima estaba de acuerdo. El film se inspira en esos hechos, enfocando la trama desde tres puntos de vista distintos: el caníbal, la víctima, y una estudiante obsesionada años después con el caso.
Así pues, la historia se nos ofrece a tres bandas, avanzando conjuntamente todos los hilos narrativos para ir a acabar en un lugar común. El que tira de la película, por así decirlo, es aquel en el que se nos presenta a una joven estudiante que elige tan escabroso tema para presentar su tesis final de estudios. Mientras su historia avanza y la chica visita todos los lugares del caníbal, se nos va presentado todo lo que ocurrió en esos lugares, qué hacía el caníbal, cómo era su vida, y paralelamente la de la víctima, siguiendo el mismo esquema que con el asesino. Tal vez en ese aspecto la película sea un poco previsible, ya que sabes a dónde te va a conducir todo, pero esa previsibilidad está equilibrada por un montaje intenso que evidentemente mezcla las tres líneas argumentales, logrando que el espectador esté interesado en todo momento. Por supuesto, ese interés está más en los dos personajes masculinos, descritos a la perfección, que en todo lo que pueda sucederle a la chica en su posterior investigación, en la cual nunca nos quedan claras las motivaciones de la misma o el porqué de su obsesión.
Es mucho más fascinante el personaje del caníbal, con quien incluso llegamos a empatizar de lo bien descrito que está su personaje. Por supuesto, parte del mérito es de la excelente interpretación de Thomas Kretschmann, a quien todo el mundo recordará por su papel de nazi bueno en 'El Pianista' de Polanski. El actor está enorme, sobre todo por lograr una mezcla de simpatía, repulsión y pena en el espectador pocas veces vista. De acuerdo que los hechos en sí ya lo dicen todo, pero uno logra olvidarse de que estamos viendo una película basada, o inspirada, en hechos reales, y logra acercarse a ella como producto con un universo propio más allá de la realidad. Y en ese aspecto, la labor de los actores es primordial. Thomas Huber da vida a la atormentada víctima, deseosa de que le muerdan el pene, pues para él es su mayor placer sexual, y mucho más probablemente. Y es que las obsesiones de ambos, sus fantasías, van más allá de lo puramente sexual. El llevarlas a cabo, aún siendo conscientes de que acabará con la vida de uno de ellos, supone la realización máxima como ser humano. Y si la película se centrara únicamente en eso, sería mucho mejor de lo que es. E incluso se atrevería a ahondar más en ese tipo de personas que tienen fantasías innombrables, pero llegado el momento de la verdad no son capaces de llevarlas a cabo, tal y como se deduce de la que iba a ser la primera víctima del caníbal, o también de la protagonista central, enormemente obsesionada con el tema y el caníbal en sí, al que parece que le une una no explicada conexión, pero cuando ésta visiona cierta cinta de vídeo rompe a llorar debido a la brutalidad de las imágenes. La diferencia entre ella y su caníbal es algo en lo que se podría haber profundizado mucho más. Incluso la actriz Keri Russell, tan guapa como siempre, está entregada a su rol, pero el guión no hace justicia a su trabajo.
Lo que queda muy claro después de ver 'El Caníbal de Rothenburg' es que el Martin Weisz que ha dirigido la película no debe ser el mismo que dirigió 'El Retorno de los Malditos'. Es increíble que después de dirigir este interesante y correcto largometraje fuera tentado para dirigir la típica cinta de terror vacía y sin sentido basada en los típicos golpes de efecto. Esperemos que Weisz vuelva por los derroteros de su ópera prima, que aunque no es del todo buena, consigue turbar más de la cuenta, e incluso ser más terrorífica que muchas de las películas salidas del género de la segunda cinta del director.
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