Los desenlaces de las sagas cinematográficas suelen provocar una sensación contradictoria; por un lado hay una gran curiosidad por saber cómo acaba todo, pero en el fondo no es una idea agradable, uno sabe que echará de menos a esos personajes, la expectativa y el debate sobre futuros acontecimientos, otro título en el horizonte. El año pasado tocó decir adiós a Harry Potter (en mi opinión, un final digno) y el próximo fin de semana nos llega la conclusión de la trilogía sobre Batman de Christopher Nolan. Como ya hiciera con la franquicia del joven mago, Warner Bros. ha conseguido convertir el estreno de ‘El caballero oscuro: La leyenda renace’ (‘The Dark Knight Rises’) en todo un acontecimiento, en un evento imprescindible, se dice que superará las cifras de taquilla de ‘Los Vengadores’ (‘The Avengers’), el mayor éxito de este año. Es posible, pero lo importante era cerrar la historia del caballero oscuro de manera impecable, y Nolan no ha sido capaz.
Podéis seguir leyendo con tranquilidad, como todavía no se ha estrenado, no hay spoilers en la crítica.
En todo caso, deje satisfecho o no el final, consiga o no superar el récord del (en cierto modo milagroso) film de Joss Whedon, hay que reconocer el mérito del trabajo realizado por Nolan, que ya en su ópera prima (‘Following’) parecía dejar patente el sueño de dirigir una película sobre Batman. El realizador nacido en Londres tomó el mando de una franquicia de gran potencial que se encontraba moribunda; erigida por Tim Burton (de quien Nolan ha robado ideas e imágenes) en 1989 y hundida ocho años después por Joel Schumacher, quien llegó a pedir perdón por ‘Batman & Robin’. Con ‘Batman Begins’, Nolan resucitó al personaje creado por Bob Kane en 1939, presentando la génesis del hombre murciélago, los cimientos sobre los que construyó ‘El caballero oscuro’ (‘The Dark Knight’), más grande y mejor valorada por público y crítica, hasta el punto de ser considerada la mejor película de cómics y de superhéroes filmada hasta el momento (‘El protegido’, o ‘Unbreakable’, sigue siendo mi favorita).
Por lógica, la siguiente película de Batman debía ser aún mayor, y siendo la última (tanto el director como Christian Bale así lo manifestaron en repetidas ocasiones antes del rodaje), también la más dramática. Un reto complicado pero no había motivos para desconfiar de Nolan. Tras ver la entrega final, ‘El caballero oscuro: La leyenda renace’, me queda la sensación de que es la mejor película que el realizador ha podido hacer en este momento. Quizá no había otra salida (imagino que Warner/DC habrá presionado, no solo por dinero, tienen en marcha ‘La Liga de la Justicia’) o puede que él tampoco quisiera demorarlo más (para poder pasar página y comenzar otra etapa en su carrera), pero creo que habría sido mejor esperar, lo que fuera necesario, hasta tener la mejor historia para culminar el viaje de Bruce Wayne/Batman iniciado en 2005. Lo que presenta Nolan es una película por debajo de sus posibilidades. No solo es peor que ‘El caballero oscuro’, también es inferior a ‘Batman Begins’.
Escrita por el cineasta y su hermano Jonathan Nolan, ‘El caballero oscuro: La leyenda renace’ arranca ocho años después de la resolución de ‘El caballero oscuro’. Tal como acordaron Batman y el comisario Gordon, la versión oficial es que el justiciero enmascarado mató a Harvey Dent, quien nunca fue el criminal conocido como Dos Caras sino un hombre valiente y honrado que dio su vida por la justicia cuando la ciudad estaba aterrorizada por el Joker. Son tiempos de paz, aparentemente, sin el “asesino” de Batman merodeando por las calles. Todo cambia cuando aparece un tal Bane, otro enmascarado, un peligroso líder terrorista que ha surgido de la nada. A través de una habilidosa y escurridiza ladrona llamada Selina Kyle, Batman encuentra a Bane y descubre con horror un elaborado y despiadado plan para volver a sembrar el caos en Gotham… ¿Podrá derrotar a este poderoso enemigo y salvar la ciudad, siendo un fugitivo perseguido por la policía?
El punto de partida da mucho juego y Nolan no decepciona; saca partido de su experiencia tanto en ‘El caballero oscuro’ como en ‘Origen’ (‘Inception’) para presentar al público algunas de las secuencias más impresionantes del cine comercial moderno. No es tan impactante como la del Joker pero la presentación de Bane es muy efectiva y le deja a uno clavado a la butaca. Tom Hardy, como ya hiciera Heath Ledger, saca el máximo partido al diseño del personaje (incluyendo también una extraña y característica voz) y compone un excelente villano, imponente. Mi mayor temor era Selina, alias Catwoman (aunque en el film nunca la llaman así), no me imaginaba a Anne Hathaway siguiendo los pasos de Michelle Pfeiffer; el acierto ha sido crear a una mujer muy alejada de la que vimos en ‘Batman vuelve’ (‘Batman Returns’) y la actriz realiza un estupendo trabajo. Siempre se ha dicho que a Nolan no se le dan bien los personajes femeninos, y aquí la balanza queda equilibrada con el lamentable papel de Marion Cotillard, uno de los mayores puntos débiles de la película, en la que el realizador cae en el error de rizar el rizo, de forzar las cosas buscando el doble salto mortal. Y ha tropezado.
Nada que objetar a las interpretaciones de Bale, Gary Oldman, Morgan Freeman, Michael Caine (en TODAS sus escenas buscando la lágrima desesperadamente) o Joseph Gordon-Levitt (con un personaje que dará mucho que hablar). Lo cierto es que la trilogía ha contado con un reparto sensacional y salvo contadas excepciones todos los actores han cumplido de sobra con lo que se les pedía; aparte de un par de cameos estelares, cabe destacar la breve participación en ‘El caballero oscuro: La leyenda renace’ de intérpretes tan aprovechables como Aidan Gillen (Little Finger en ‘Juego de tronos’), Matthew Modine, Juno Temple o Ben Mendelsohn. Nolan debe mucho a los actores y a la música de Hans Zimmer, que usa de manera incansable (hay momentos donde entorpece las conversaciones) para dotar de épica a una historia que queda dividida a partir del primer enfrentamiento entre Bane y Batman, lo más salvaje que hay en toda la trilogía. Lo que sucede luego nunca es tan interesante como se pretende.
No me agrada escribirlo, no quiero contribuir a la creciente ola de absurda hostilidad contra el talento del director, pero Nolan parece haber agotado todos sus recursos, como si hubiera llegado al límite con la anterior entrega y aquí simplemente estuviera obligado a saldar una deuda, no tanto con la Warner sino con el público, con los fans. Ha montado un apabullante espectáculo (saca partido a 250 millones de dólares de presupuesto) donde reúne todas las ideas visuales y narrativas que tuvieron éxito en sus últimos trabajos, como diciendo “esto es todo lo que sé hacer, disfrutadlo”. No ha podido (o no ha querido por falta de motivación) dar ese paso más que cabía esperar. El resultado es muy irregular, se alternan tramos extraordinarios, que emocionan y dejan sin aliento, con otros muy torpes y aburridos (los discursos de Bane en el estadio o frente a las cámaras son escandalosamente blandos). Falta ingenio, auténtica tragedia y una satisfactoria catarsis en el tramo final de la película, a la que le sobran casualidades, “sorpresas” de última hora y explicaciones (las escenas de Alfred en la terraza del bar es bochornosa), quizá necesarias para enganchar al mayor número posible de espectadores. De nuevo, el maldito negocio.
En Blogdecine: Especial Christopher Nolan