'El bosque de luto', ¿qué significa estar vivo?

Naomi Kawase es una directora japonesa que, más allá de las fronteras de su país, sólo ha conseguido cierta repercusión en Francia. Concretamente, en el festival de Cannes, donde logró la Cámara de Oro en 1997 por ‘Moe no suzaku’, estuvo nominada a la Palma de Oro por ‘Sharasojyu¡, y, recientemente, ha obtenido el Gran Premio del Jurado por ‘El bosque de luto’ ('Mogari no mori’), la película que ahora nos ocupa y que se estrena el 21 de diciembre.

La directora proviene del documental, y ése es un enfoque que se nota en toda su filmografía, desde decisiones más evidentes como contar con operadores de cámara que también provienen del documental y el empleo de actores no profesionales, hasta otras mucho más sutiles que tienen que ver con la puesta en escena o el fuera de campo.

‘El bosque de luto’ es una espléndida forma de adentrarse en el más que interesante cine de Naomi Kawase. La película nos narra, con toda la parsimonia que eso requiere, la historia de Machiko, una joven enfermera en un asilo, y la de Shigeki, uno de los ancianos que allí son atendidos. Ambos personajes viven sumidos en una profunda tristeza por la pérdida de un ser querido: su hijo, en el caso de Machiko, y su mujer en el caso de Shigeki.

En vez de cargar las tintas dramáticas, Naomi Kawase apuesta por la sutileza y la sobriedad: la angustia de estos dos personajes es muy contenida y se manifiesta de forma ejemplar en la frase que Shigeki le hace al monje budista que visita al asilo: “¿Cómo sé si estoy vivo?”. El monje le responde con una doble pregunta: para saber si estás vivo hay que saber dos cosas. La primera, y muy fácil, es si comes arroz y condimentos. La segunda, más difícil, es saber si experimentas sensaciones.

A partir de ahí, el destino de Machiko quedará unido al de Shigeki: un día, durante un viaje en coche, el anciano escapará hacia el bosque en busca de la tumba de su mujer, y Machiko lo perseguirá. Comienza un viaje de dos días en el que los personajes tendrán que sentir, que recuperar sus vidas anuladas por el dolor.

La sutileza con la que Kawase filma su relación es magnífica: todo son actos cotidianos que esconden un poderoso subtexto. Todo son elegantes metáforas, como la del río que se desborda mientras el anciano intenta cruzarlo. Machiko le implora, llorando, que no cruce, que el peligro es muy grande. Una vez Shikegi desiste, abraza a una desconsolada Machiko mientras le dice “el río nunca volverá a su fuente”. Una metáfora tan sencilla como eficaz sobre la aceptación de la muerte.

El estilo visual de Kawase es, asimismo, muy acertado. Una peculiaridad de esta directora es su trabajo con el fuera de campo: todos los sonidos comienzan antes de que podamos descifrar cuál es su fuente; los personajes reaccionan ante cosas que no hemos visto. Es la cámara en mano, con su inquietud de documental (aunque para nada mareante) la que nos va descubriendo la realidad que nos rodea. Y me parece la mejor opción para una película que nos quiere contar el redescubrir la vida, y que alcanza la excelencia en su emotiva – e igualmente sutil – escena final.

Si Imamura, en ‘La balada de Narayama’, nos contaba el estoico peregrinar de unas gentes hacia el aceptar su propia muerte, Naomi Kawase, en ‘El bosque de luto’ nos cuenta el peregrinaje hacia volver a descubrir la vida. Una sobria, elegante y emotiva película que incluso dentro de sus lentitud transmite tantas sensaciones que merece la pena.

En Blogdecine | Tráiler y póster de 'El bosque de luto', Gran Premio del Jurado en Cannes.

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