Hasta ahora en este especial hemos hablado de tratamientos sobre el sentimiento amoroso desde una perspectiva seria o dramática. Hoy le toca el turno a una comedia, no exenta de algún instante dramático, que es ya un clásico incólume de la historia del cine por muy exagerada que parezca la expresión. 'Historia de Filadelfia' ('The Philadelphia Story', George Cukor', 1940) parte de una obra teatral de Philip Barry, y que en Broadway fue interpretada por Katharine Hepburn, Joseph Cotten y Van Heflin. El éxito fue atronador y la mítica actriz, que aquel entonces era considerada "veneno para la taquilla" se las ingenió para comprar los derechos y llevarla al cine. En realidad, su amante por aquel entonces, Howard Hugues, fue quien los compró y se los regaló. Lo que no haga el sexo, digo el amor...
La Hepburn puso todo su empeño en llevar la adaptación a buen puerto. Joseph L. Mankiewicz como productor y George Cukor como director eran apuestas seguras hacia el éxito y la calidad. La actriz quiso imponer a Clark Gable y Spencer Tracy en los papeles que luego harían respectivamente Cary Grant y James Stewart, pero mientras el segundo estaba comprometido con 'El increíble caso del doctor Jekyll' ('Dr. Jekyll and Mr. Hyde', Michael Curtiz, 1941), el primero alegó homófobas razones al respecto de la elección de Cukor, quien fue despedido del set de 'Lo que el viento se llevo' ('Gone With the Wind', Victor Fleming, 1939) porque el bigotudo actor sentía su hombría amenazada por la homosexualidad del director. Ver para creer, comprender para despreciar.
'Historias de Filadelfia' es una radiografía sin piedad de las relaciones amorosas llevada hasta sus últimas consecuencias y que podría enmarcarse fácilmente dentro de la screwball comedy sin llegar el frenetismo y la hilaridad de por ejemplo 'La fiera de mi niña' ('Bringing Up Baby', Howard Hawks, 1938) —uno de los pocos éxitos taquilleros de la actriz en aquellos años—, entre otras cosas porque los estilos de Hawks y Cukor son completamente distintos. La historia de Tracy Lord —una letra más y nos ponemos nostálgicamente pornográficos— está inspirada en una dama de alta sociedad llamada Helen Hope Montgomery Scott, que hacía unas fiestas espectaculares en su granja de 800 acres.
(From here to the end, Spoilers) La película da comienzo con una de las escenas más recordadas en la antología de la comedia —señalemos aquí que la actual comedia romántica, llena de bodrios espectaculares, bebe prácticamente en su totalidad de películas como esta—, toda ella ocurre sin diálogos, C.K. Dexter (Grant) sale enfadado de una casa hacia un coche, seguido de Tracy (Hepburn) quien le tira sus palos de golf rompiendo uno de ellos para acto seguido darse la vuelta para meterse en casa, seguida a su vez por Dexter quien en última instancia está a punto de pegarle un puñetazo, pero abriendo la mano la empuja y la tira al suelo. Una escena que marca ya desde el inicio cuál será el tono del film y que, seamos sinceros, si se hiciese hoy provocaría polémica en el demasiado políticamente correcto mundo de Hollywood.
Elipsis de dos años, Tracy está a punto de casarse con George (John Howard), un hombre que a diferencia de Dexter ha llegado a la cima escalando desde lo más bajo, pero con el que ya vemos que Tracy no tiene ni la más mínima química. La conveniencia del amor y también el resultado del orgullo de una mujer demasiado exigente e incapaz de aceptar la debilidad humana. Hasta allí volverá Dexter, acompañado esta vez de dos periodistas de incógnito —James Stewart, ganador de un Oscar por su interpretación, y Ruth Hussey— que desean cubrir el evento para la prensa. Las situaciones de enredo, provocadas con el fin de guardar las apariencias, desfilarán sin remisión por un film que divierte y emociona a partes iguales sin dejar que el espectador respire un solo segundo. Personalmente me quedo con todas las intervenciones de un antológico Roland Young en el papel de tío Willie, un viejo verde que no deja títere con cabeza ante la presencia de cualquier mujer hermosa.
Resulta curioso como 'Historias de Filadefia' navega alrededor de esa idea tan romántica y clásica del matrimonio, pero sin dejar de lado todo lo referente al deseo sexual puro y duro, la infidelidad y los celos, ese fantasma que aparece siempre por la falta de confianza derivada sencillamente de la falta de feeling. Pero la película va más allá al sentenciar sin miedo alguno que el amor es algo íntimo, un secreto, que pertenece por derecho propio a los amantes y a nadie más; el juego de las apariencias, que pronto se viene abajo, al lado del cotilleo de todo ser humano hacia el prójimo, que prefiere ver los defectos en los demás e incluso traspasarlos. Baste como ejemplo el impresionante momento en el que el padre de Tracy —soberbio John Halliday— le dice a su propia hija que jamás llegará a entender el corazón humano si no acepta que este puede ser débil, explicando con elegancia y coherencia, casi justificando, la infidelidad que aquel cometió hacia la madre de ella. El episodio posterior de Tracy con Macaulay (Stewart) en la piscina, que aviva la imaginación del futuro marido, se complementa a la perfección con ello.
Llena de diálogos punzantes y ácidos 'Historias de Filadelfia' revela al mejor Cukor, aquel que poseía una mano exquisita para las mujeres, y a pesar de que todo el reparto está magnífico —la química entre Cary Grant y James Stewart es tan perfecta que uno se lamenta que estos dos actores no hayan coincidido más veces en una película— quien se lleva la palma es doña Katharine Hepburn, que realiza un increíble tour de force con todos y cada uno de sus compañeros de reparto. Hermosa, radiante, viva, pasional y cerebral, y jugando con la imagen que el público tenía de ella, se come literalmente todo cuanto aparece en pantalla. La redención de Tracy es la de la actriz que, a partir de entonces tuvo la confianza total y absoluta de un público completamente enamorado de ella. Pocas actrices han tenido la suerte de dar vida a personajes femeninos con fuerte personalidad y tan bien escritos.
En los últimos cinco minutos, frenéticos y de un romanticismo embriagador, el amor triunfa a través de la unión de los amantes, no sin antes haber superado, o aceptado, todos los baches por los que una relación puede pasar. La instantánea final es otra vuelta de tuerca más en una película que es mucho más moderna hoy que cuando se estrenó.
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