El absurdo hombre lobo

El absurdo hombre lobo
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“La bestia… es la bestia”.

Sir John Talbot

Quizá lo hayáis apreciado también. No pasa con las buenas, al menos no en la misma medida, pero es raro que la mayoría diga que una película es mala, que luego la veas y no estés totalmente de acuerdo. Pasa mucho que ves películas que a ti te parecen malas, pero encuentras gente que opina de forma muy diferente, y viceversa. Pero a menudo sobre lo peor nos ponemos casi todos de acuerdo. Desde que aparecieron las primeras críticas se dijo que ‘El hombre lobo’ (‘The Wolfman’, 2010) era un desastre, y la opinión se fue extendiendo poco a poco, hasta convertirse en algo prácticamente general (nunca hay unanimidad). La pasada semana, aprovechando una estupenda promoción de un cine de aquí (una entrada gratis por cada cinco), decidí comprobar por mí mismo si efectivamente esta nueva versión era tan mala como se decía. Y sí, fue una gran pérdida de tiempo.

Como señalaba mi compañero Adrián en su crítica, era difícil esperarse una película tan mediocre echando un vistazo a los nombres de la ficha artística. Para empezar, tenemos un reparto de lujo al que cuesta resistirse, encabezado por Benicio del Toro, Anthony Hopkins, Emily Blunt y Hugo Weaving. No son ellos los principales culpables de la baja calidad del film, pero desde luego tampoco hacen nada destacable para intentar salvar el conjunto, prácticamente se limitan a estar ahí, poner caras serias y soltar sus (lamentables) diálogos sin echarse a reír o a llorar. Un caso aparte es el de Hopkins, que está envejeciendo muy mal, dejando huellas de penoso actor en demasiadas producciones, sobreactuando de manera tan escandalosa que es imposible creerse ni una de sus frases. De todas formas, su personaje es un despropósito, y quizá lo que hizo con él era la única manera de interpretarlo.

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Hopkins interpreta (o eso se supone) a Sir John Talbot, un hombre viejo, anticuado y dominante, de gran riqueza, que se queda solo tras la muerte de uno de sus hijos, a manos de algo o de alguien sumamente bestial que deja su cuerpo irreconocible. La prometida del fallecido, Gwen (Blunt), escribe al otro hijo de John, Lawrence Talbot (Del Toro), y le cuenta lo ocurrido. Lawrence, un actor de prestigio que se marchó de casa huyendo de su padre, regresa entonces a su pueblo natal, con la esperanza de descubrir qué le ha ocurrido a su hermano. Los rumores se dividen entre un loco psicópata, un monstruo que aparece las noches de Luna llena y el oso de un grupo de gitanos que llegó al pueblo recientemente. Lawrence decide investigar por su cuenta y pronto encontrará la solución.

A la historia, basada en ‘El hombre lobo’ de 1941, no le ocurre nada especialmente malo. Con buenos actores, dinero y buenos efectos especiales, tienes la posibilidad de mejorar (y mucho) el film original protagonizado por Lon Chaney, que visto hoy en día resulta tosco y aburrido. El problema es que en esta nueva versión nadie parece estar implicado con lo que se está haciendo, y esto se comprende cuando se descubre que se cambió de director al poco de iniciar el rodaje, algo que suele acabar mal a menos que el recambio sea un tipo realmente hábil; cosa que Joe Johnston ha demostrado claramente que no es (miedo me da lo que va a hacer con el Capitán América, cuya producción también está resultando problemática).

Del Toro ha reconocido que Mark Romanek, el anterior realizador al mando, quería centrarse en los aspectos oscuros de la personalidad de Lawrence, mientras que Johnston quitó todo eso y lo hizo más convencional. No resulta extraño porque a uno lo despidieron y al otro no le falta trabajo en Hollywood. Esta diferencia de perspectiva afectó a la post-producción, se cambió tanto la película que necesitaron rodar más escenas, añadir más efectos especiales por ordenador (para hacerla más moderna) e incluso buscar a otro compositor, porque la banda sonora ya no casaba con el engendro que estaban construyendo (aunque finalmente se mantuvo la música de Danny Elfman, en uno de sus peores trabajos). Hasta tres veces se retrasó la fecha del estreno, de tantos arreglos que le hicieron. Las cifras de la taquilla dejan claro que ha sido un error mayúsculo de la Universal.

Un Hulk psicópata y peludo

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Y es que, a excepción de la secuencia de Talbot en el psiquiátrico (que podría haber sido un buen punto de partida para otra historia), nada funciona en ‘El hombre lobo’. Es un aparatosa chapuza de terror, acción, comedia y romance rodada sin ganas y destruida finalmente en los despachos y la sala de montaje, para hacerla más comercial. La película está narrada de una forma increíblemente torpe, sin respetar los puntos de vista, con flashbacks y sueños absurdos que no hacen más que romper el ritmo una y otra vez; la acción da saltos y no transcurre con normalidad, dando la sensación de que, por ejemplo, cada dos días hay Luna llena. Por otro lado, muchas de las acciones de los personajes no están convenientemente explicadas, no resultan lógicas, así que es imposible creerse lo que ocurre en la pantalla, meterse en el terrorífico y trágico relato que se supone que no están contando.

Es tal la cantidad de incoherencias que puede resultar entretenido ponerse a contarlas tras el visionado del film, entre birras y tapas. Por destacar un par, ¿qué me decís de la excepcional manera en la que Abberline (Weaving) pretende resolver el misterio quedándose en el bar, para no correr peligro y llegar ya tarde al lugar de los hechos? ¿O de los ridículos planes de John para mantener unida a su familia (ojo porque se le olvida explicar los hechos de la noche en la que es Lawrence es mordido), protegiendo a su hijo sólo una vez, dejándolo luego a merced de sus perseguidores? ¿O las explicaciones de la gitana (Geraldine Chaplin) a sus compañeros y a Gwen? ¿O por qué el monstruo es extremadamente rápido, efectivo y sanguinario, en lugar de comportarse como un animal, como esa bestia a la que se refiere constantemente John?

Tampoco tiene ningún sentido la forzada historia de amor entre Gwen y Lawrence, que se resuelve rápidamente para así poder ofrecer las típicas escenitas de enamoramiento (las molestias que se toma la chica para un cortecillo en el labio es de risa) y un desenlace convenientemente “dramático”. Todo es prisa e incoherencia en esta producción, rematada con una secuencia de acción bochornosa (por absurda y penosamente planificada), más propia de una película de superhéroes para adolescentes que de un cuento de terror para adultos.

¿Algún punto a favor? Ya he mencionado la parte del psiquiátrico, que no encaja nada con el resto y a mí me parece lo más interesante. También podemos quedarnos con la siempre disfrutable presencia de Weaving, aunque su detective de Scotland Yard sea poco más que un dibujo animado (podría ser un buen fichaje para la próxima de Sherlock Holmes), y con algunas bonitas imágenes sueltas (como la de las garras del lobo en el prólogo), que quedan estupendamente en postales, aparte del film. Para olvidar.

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