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'Edén' plantea enigmas que no soluciona y debates en los que no participa: la película es tan fría que cuesta entrar en su trama

Cuatro personas se reúnen en una casa en medio de un bosque con la intención de morir esa misma noche: alguien les ha convocado para que tomen su última cena y se suiciden grupalmente inhalando gas. Sus motivos son desconocidos, al igual que los de los organizadores del evento. Este es el inicio de 'Edén', una película española que en su inicio plantea muchísimos interrogantes que te tendrán en vilo... hasta que te das cuenta de que no va a haber solución a ninguno de ellos.

Pues nada, a morirse

'Edén' nos plantea una historia intrigante en una localización magnífica (el balneario de Panticosa), tan moderna como intrigante, tan llena de vida como de muerte. De hecho, por mucho que falle en su guion, desde el punto de vista técnico es impoluta, tanto en los llamativos exteriores como en unos interiores que bien podrían emular los de una película de ciencia-ficción.

Pero, ay, por mucho que la factura visual sea estupenda, los actores lo den todo y todos los implicados confíen en el proyecto al cien por cien, la película nunca termina de pasar de su planteamiento, y deja todas las dudas en el aire. Es magnífico dejar algunas dudas en el tintero y enigmas para que la audiencia discuta y teorice al salir del cine, pero en el caso de 'Edén' lo raro es encontrar una respuesta a alguna de las preguntas que asolan al espectador durante su hora y media de metraje.

Solo tendremos algunas perlas sueltas: por qué quieren matarse un par de los personajes, la manera de morir... Y muy poquito más. Queriendo ser astuta e inteligente, termina siendo frustrante e incompleta. Es difícil juzgarla por lo que es y no por lo que no es, porque no es nada. Es un plato que hemos sacado demasiado pronto del horno, una cinta que se ha dejado llevar demasiado por su propio misterio, una ópera prima que bien podría haber sido un cortometraje.

El club del suicidio

El casting eleva la película, eso sí: aunque el film suponga un error de base, nunca aburre, y siempre logra mantener el interés en parte gracias a un Ramón Barea tan espléndido como siempre y una Marta Nieto muy segura del papel que interpreta, en el que se nota que se ha divertido interpretando a una pseudo-villana egoísta con pasado turbio (que tampoco llegamos a resolver).

'Edén' tiene muy buenas ideas y escenas impactantes y agobiantes, pero en última instancia es víctima de sí misma y de un secretismo absurdo que lleva hasta sus últimas consecuencias. Tan solo necesitaba un par de remaches aquí y allí para dejar de ser un episodio malo de 'La dimensión desconocida', pero por algún motivo se niega a darlos y deja toda la solución de la película en manos del espectador, que no tiene los suficientes datos como para unir las pistas.

Si lo que pretende la cinta es trazar el retrato psicológico de estos personajes, no termina de dar en el clavo: son todos ellos tan herméticos y desagradables que nunca conseguimos generar un interés real por su pasado y su (corto) futuro. 'Edén' tiene -no me cabe duda de ello- buenísimas intenciones, pero se queda a media res cuando llega la hora de transmitirlas.

Visto y no visto

La cinta es perfectamente consciente de su frialdad: la cámara se aleja de los personajes, se evita cualquier acto de dramatismo, no hay una opinión clara de la directora sobre ninguna cuestión en particular y ni siquiera se reflexiona a viva voz sobre la muerte. Pero esa consciencia no la hace buena, eficaz ni poderosa: simplemente la hace consciente de una simpleza que no era lo que estaba buscando. 'Edén' busca abrir el debate sin hacer el más mínimo esfuerzo por crearlo.

Entre la frialdad de la propuesta y el poco mimo que se le da a un guion que, guste más o menos a sus responsables, pide respuestas que nunca llegan, 'Edén' se queda en una tierra de nadie poco original que da vueltas sobre el debate de la eutanasia pero no llega a indagar lo suficiente como para mantener el interés o a dar una opinión al respecto. El resultado es una película que consigue exactamente lo contrario de lo que se propone: pasar sin pena ni gloria y no generar conversaciones posteriores. Una pena.

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