Reconozcámoslo: es hablar de Julian Fellowes y pensar inmediatamente en drama de época. El creador de 'Downton Abbey' se ha especializado en hacer series sofisticadas y efectivas en este subgénero con mayor o menor suerte. En lo personal esperaba que su llegada a HBO con 'La edad dorada' ('The Gilded Age') significase un nuevo salto en su carrera. Para bien o para mal, no es así.
Ojo, que no digo que tengamos que pasar de este drama decimonónico neoyorquino. Fellowes hace lo que mejor sabe hacer y el resultado es lo que podríamos suponer. Ni más ni menos. No innova ni reinventa nada pero ni siquiera tiene la finura (más allá de producción/estético) que podríamos esperar.
Eso sí, es inevitable en esta saga de ricachones marcar las comparaciones con su opus magna. Por lo general a ‘La edad dorada’ le interesan cosas distintas que a ‘Downton Abbey’ y sus personajes lo muestran. Si bien comparten rasgos y características, los neoyorquinos son algo más estirados, por así decirlo y se mueven con ambición.
Un drama al que le cuesta plasmar su mundo
El guion está mucho menos interesado en esas barreras entre "los de arriba" y "los de abajo", señores y sirvientes (que si bien tienen sus cosas no teminan de destacar), y en 'La edad dorada' vemos las rencillas, envidias y altiveces entre "castas" de la alta sociedad. Entre los nuevos ricos y los que llevan siglos así.
Y aquí es donde nos encontramos, precisamente, el mayor problema de la serie. A Julian Fellowes le cuesta mucho tanto plasmar esta división que hay en la alta sociedad como ponerla en contexto (ya no hablo de justificaciones) en lo que es un elemento central en esta crónica del auge neoyorquino en una época en la que comienza a florecer como la metrópolis que conocemos.
Quizás me atrevería a decir que nuestro punto de entrada a este vanidoso y lujoso —la llegada de una sin blanca Marian (Louisa Jacobson) al lujoso hogar de sus ricas tías (interpretadas por Christine Baransky y Cynthia Nixon)— es, como personaje, bastante menos interesante que su compañera de viaje Peggy (Denée Benton).
Aquí reconozco que es una maniobra bastante inteligente por parte de Fellowes, que le dedica la que probablemente sea la mayor subtrama de la serie (fuera del combo Russell/Rhijn). Ante cierto recelo natural que los espectadores podemos tener ante "dramas de ricos", el guionista y director planta diferentes subtramas con la esperanza que nos embarquemos en su propuesta.
Es un modo astuto de que vayamos conectando con los personajes. Esto no implica que la serie pierda el foco, ya que sabe exactamente lo que quiere contar a pesar de que a menudo no logre dar con la tecla. Sobre todo por culpa de unos diálogos que se sienten algo acartonados.
El reparto destaca ante unos diálogos no demasiado brillantes
Aunque la premisa de la serie quede difuminada o torpemente ejecutada, ‘La edad dorada’ se muestra bastante más hábil con las tramas individuales. En especial con la de Bertha (Carrie Coon) y sus ambiciones (entre las que se encuentra el ser aceptada por la vieja alcurnia). Ayuda bastante la facilidad innata de Coon para desbordar presencia en pantalla, destacando en un reparto con buenos pesos pesados. Y es que la combinación "drama de época + actores teatrales" casa demasiado bien.
En definitiva, puede que 'La edad dorada' no esté tan refinada como el drama sofisticado de época que es, pero aun así logra ser un buen entretenimiento. La lástima es que se ve muchas veces yendo a marchas forzadas en su retrato de la alta sociedad neoyorquina.
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