'Dragon Ball Z: La batalla de los dioses', absurda y aburrida mediocridad

'Dragon Ball Z: La batalla de los dioses', absurda y aburrida mediocridad
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Estoy convencido de que todos aquellos bien entrados en la veintena o que aún no hayan tenido la típica crisis de identidad asociada a llegar a los cuarenta años de edad fueron en algún momento de su vida seguidores de ‘Bola de Dragón’, el mítico anime que adaptaba el popular manga de Akira Toriyama. Lo cierto es que aún siguen reponiéndose las aventuras de Goku y compañía, pero fue a finales de los ochenta y principios de los noventa cuando tuvo lugar un gran boom en nuestro país, pudiendo encontrarse todo tipo de merchandising que a buen seguro muchos aún atesoran como uno de los grandes tesoros de su juventud.

Oficialmente fueron tres las etapas de la serie de televisión. La primera con un tono más cómico y bajo el título de ‘Dragon Ball’, la segunda más centrada en las batallas de larga duración en ‘Dragon Ball Z’ —objeto de un remake, ‘Dragon Ball Z Kai’, hace unos años y que no llegué a ver— y la catástrofe absoluta en un triste intento de seguir exprimiendo la popularidad de la serie con ‘Dragon Ball GT’. Sin embargo, lo que ahora nos interesa es que existen casi una veintena de largometrajes ambientados en el universo creado por Toriyama, siendo ‘Dragon Ball Z: La batalla de los dioses’ (‘Doragon Bôru Zetto: Kami to Kami’, Masahiro Hosoda, 2013) la última en estrenarse tras diecisiete años desde la anterior. Por desgracia, la paciencia de los fans no ha sido recompensada con una buena película.

’Dragon Ball Z: La batalla de los dioses’ es canon

Vegeta

El principal rasgo en común de las películas de ‘Dragon Ball’ hasta la fecha es que todas ellas eran relatos aislados que no tenían trascendencia alguna en la continuidad oficial de la serie. ¿Qué quiere decir esto? Pues que eran aventurillas para matar el gusanillo de los millones de fans a lo largo de todo el planeta, pero que no aportaban nada. Eso era algo que se notaba, ya que recuerdo haber visto varias de estas películas cuando difícilmente podía ser un mayor seguidor de los personajes creados por Akira Toriyama, pero incluso en esas condiciones me dejaron bastante insatisfecho, así que no quiero imaginarme lo que podría pasar a día de hoy si me animase a revisarlas.

Mis esperanzas en que eso no sucediera en el caso de ‘Dragon Ball Z: La batalla de los dioses’ estaban basadas sobre todo en la gran implicación del propio Akira Toriyama en el proyecto, ya que él mismo comentó que nunca había estado tan implicado en una anime basado en una de sus obras, ya que aportó ideas al guión y también participó activamente en los diseños de los nuevos personajes. Además, la excusa de situar la acción durante un flashforward de 10 años utilizado por Toriyama a modo de transición entre los capítulos 517 y 518 del manga era algo lo suficientemente ingeniosa como para mantener la esperanza, pero el resultado final sólo puede tildarse de apenas mejor que una completa catástrofe.

Uno de los grandes problemas de muchos relatos creados para rellenar un hueco es que parece que sus autores se ven obligados a introducir a determinados personajes por el mero hecho de que tienen que estar allí, no molestándose lo más mínimo en que su presencia tenga alguna razón de ser. Este mal es especialmente grave en el caso que nos ocupa, ya que hasta los héroes más ridículos de ‘Dragon Ball’ tienen que hacer acto de presencia para… hacer bulto y rellenar metraje.

Una premisa absurda pero con posibilidades

Los villanos

Siempre creí que el anime pegaba un bajón de interés importante tras la finalización de la épica batalla entre Goku y Freezer, donde, eso sí, ya empezaban a detectarse ciertos síntomas de agotamiento, pero nada suficientemente grave como para esperarnos lo mediocre que acabó llegando a ser. ‘Dragon Ball Z: La batalla de los dioses’ hereda todos esos males, y no necesariamente por verse obligada a respetar ciertos detalles bastante molestos —Pilaf y sus secuaces convertidos en niños—, sino porque no tarda en desaprovechar de mala manera los aspectos de mayor interés de su premisa.

Resulta que un buen día se despierta el dios de la destrucción, quien descubre anonadado que alguien ha conseguido vencer al poderoso Freezer, por lo que le entran unas ganas terribles de conocer a Son Goku para ver si es un rival digno de su talento. Ni un minuto tarda en humillar a nuestro popular protagonista —he estado a punto de usar la palabra carismático, pero eso lo era de pequeño, pues como adulto era demasiado bobalicón para mi gusto— y no es alguien que tolere muy bien la decepción, por lo que nuestros protagonistas deciden organizar una fiesta –en efecto, aquí es cuando muchos aparecen como mero relleno- para apaciguar sus ánimos.

La batalla de los dioses

Dicha fiesta es donde ‘Dragon Ball Z: La batalla de los dioses’ se convierte en un espectáculo mortecino que pretende reverdecer los logros cómicos del Akira Toriyama de antaño, pero el resultado no podría ser más catastrófico. Soy consciente de que Vegeta se ridiculiza a sí mismo porque conoce a la letal deidad, pero su forma de hacerlo es tan humillante y poco inspirada que no pude evitar llevarme las manos a la cabeza en señal de desaprobación. Además, es un segmento extraordinariamente largo, lo cual desemboca en que la esperada batalla final sea un tanto acelerada y, sobre todo, muy breve —por no hablar de su ridícula resolución—. Yo mismo critiqué que en la serie de televisión alargasen demasiado las batallas, pero más molesto es que la épica y el espectáculo se conviertan en un enorme “pues vale, pues muy bien”

Cierto que la película propone más detalles sugerentes durante sus últimos minutos como la posibilidad de convertirse en un Dios Super Saiyajin, pero es muy poco y demasiado tarde como para que pueda redimir ni que sea parcialmente lo visto hasta entonces. Y es que agradezco el esfuerzo en la animación, pues está a años luz de la de ‘Dragon Ball Z’, pero tampoco es algo tan brillante y deslumbrante como para que al menos nos distraiga un poco del lamentable guión de Yûsuke Watanabe, quien por lo visto contó con la colaboración no acreditada del propio Toriyama. Esto hubiera sido una grandísima noticia hace 15-20 años, pero parece que el talento del creador de ‘Dragon Ball’ ha caducado o que simplemente ya no le apetece esforzarse. Eso sí, ya que habéis llegado hasta el final, no es perdáis los estupendos títulos de crédito en los que se nos ofrece un brillante recorrido a través del manga original.

El gran combate

‘Dragon Ball Z: La batalla de los dioses’ no es solamente el ejemplo de una gran oportunidad echada a perder, sino la demostración definitiva de que no importa la nostalgia que sintamos hacia Goku, ya que lo mejor es dejarlo ahí o en todo caso recuperar el muy estimulante manga o la parte de la serie de televisión que no llega la Z al final de su título, en especial si queréis pasar un buen rato y no sentir una molesta sensación de sopor durante la mayor parte de su metraje. Eso sí, mejor que 'Dragonball Evolution' (James Wong, 2009) ya es.

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