Estrenado en el reciente festival de Sitges y ya disponible en Filmin, 'Drácula Barcelona' es un modesto pero singularísimo documental que parte de una de las películas más famosas de Jesús Franco, 'El conde Drácula' que rodó en 1969 con Christopher Lee y Klaus Kinski. Pero es solo el principio: 'Drácula Barcelona' estudia en profundidad una película derivada del 'Drácula' de Franco, 'Cuadecuc, vampir', y cómo ambas encontraron un insólito punto intermedio entre el cine de terror comercial y la experimentación pura.
El cine de Jess Franco, nuestro más prolífico autor de serie B, un auténtico adicto a la creación cinematográfica continua y al que intentamos hacer imposible justicia hace unos meses, continúa siendo objeto de revisión, estudio y reinvención. Se le ha considerado gamberro implacable y pícaro en los márgenes de la industria, padrino de los infragéneros patrios y artista total que se aprovechaba del buen estado que vivió el cine fantástico de bajo presupuesto durante décadas para desarrollar una visión de autor única.
Pero hay películas de Franco que siguen siendo desenterradas aún hoy. Remontajes y estrenos de tapadillo que se desconocían, rodadas en coproducciones absurdas entre países muy dispares, y que hoy siguen engordando la filmografía del autor. Y del mismo modo, la percepción que se tiene de su cine sigue cambiando: cada nueva generación de críticos cambia los enfoques y la forma de afrontar películas tan distintas como 'Gritos en la noche', 'Las vampiras' o esta 'El conde Drácula'.
'Drácula Barcelona' forma parte de ese repensar las películas de Jess Franco como las de alguien que era algo más que un estajanovista del horror y el erotismo. También un autor que no solo iba a lo suyo, sino que estableció conexiones muy jugosas con la vanguardia de la época. Repasemos algo de lo que cuenta este documental revisando las tres patas sobre las que se sustenta el documental, los tres hitos vampíricos que son 'El conde Drácula', 'Cuadecuc, vampir' y la propia 'Drácula Barcelona'.
'El conde Drácula' (Jesús Franco, 1970)
Coproducida entre España, Italia, Alemania (donde se tituló, traducida, 'Por la noche, cuando Drácula despierta') y Francia (allí fue 'Las noches de Drácula'), 'El conde Drácula' no ha tenido nunca demasiada fama dentro de la filmografía de Franco. Su abierta y confesa intención de adaptar lo más fielmente posible la mítica novela de Bram Stoker choca con lo que siempre fue el director: un iconoclasta que disfrutaba dinamitando géneros, convenciones y alta cultura.
'El conde Drácula' nace claramente como una versión a rebufo de la estética y la fama de las películas de vampiros producidas por la Hammer, a las que Christopher Lee acusaba continuamente de no ser suficientemente fieles a la obra de Stoker (solo la primera de ellas respetaba la novela vagamente, pero se inspiraba más bien en la obra de teatro). El productor Harry Alan Towers fue el que puso en pie esta idea de una adaptación fiel, sabiendo que a Lee le interesaría el enfoque novedoso.
Towers quería contar con el gran Terence Fisher, director de las primeras películas de vampiros de la Hammer, para dirigirla, pero Fisher se negó. Towers se había fijado en Franco unos años antes, después del prestigio que el director había conseguido con películas como la extrañísima 'Necronomicón' de 1968, para muchos su mejor film. Towers y Franco empezaron a colaborar con 'Fu-manchú y el beso de la muerte', cuarta película de Towers sobre el villano oriental tras tres entregas previas protagonizadas por Lee.
Towers y Franco llegarían a rodar juntos nueve películas a lo largo de dos años. 'El conde Drácula' sería la última de ellas, donde chocaron definitivamente productor y director, dos personalidades conflictivas (Klaus Kinski decía que Towers pasaba la mitad del tiempo en prisión y la mitad del tiempo produciendo) que se habían entendido por sus muchas afinidades (Towers permitía a Franco rodar películas de un erotismo mucho más explícito de lo habitual) .
Sin embargo, 'El conde Drácula' no es una de las mejores películas de Franco, precisamente por ese autoimpuesto encorsetamiento y respeto a la obra literaria original. Sus valores como adaptación los encuentra, precisamente, cuando opta por salirse de la norma: ideas que estaban en la novela y nunca se habían adaptado, como los largos parlamentos del conde o la idea de que vaya rejuveneciendo según se alimenta de sus víctimas.
Pero como de costumbre, el mejor Franco aparece cuando toma decisiones de urgencia para solucionar problemas vinculados al bajo presupuesto y crea cine fantástico con esa despreocupación tan suya: los animales disecados, los efectos de sonido imposible, los fallos de raccord o los zooms infernales que atraviesan la lógica narrativa... Por supuesto, Lee no quedó contento con esta adaptación "definitiva", como no lo quedó Towers debido al fracaso en taquilla. Pero el fan de Franco y de la novela puede recrearse en aspectos muy afortunados de la película, como la demencial interpretación de Klaus Kinski como Renfield, aquí en uno de sus papeles más memorables.
'Cuadecuc, vampir' (Pere Portabella, 1970)
El origen de 'Cuadecuc, vampir' es absolutamente insólito: el cineasta de vanguardia Pere Portabella, vinculado a la Escuela de Barcelona, llegó a un acuerdo con Jesús Franco para rodar, de forma simultánea a la suya, una película experimental, muda, en blanco y negro y en 16 mm (en negativo de sonido). El resultado no es exactamente un making of de 'El conde Drácula', sino que se parece más a un comentario audiovisual y con su propia narrativa con la película de Franco como excusa.
'Cuadecuc, vampir' se alimenta (vampiriza, podría decirse) de metraje tomado exclusivamente durante el rodaje de 'El conde Drácula'. Desde pausas entre tomas, donde el equipo prepara la grabación, a planos rodados desde la misma perspectiva y planificación que Franco, pero obviamente cambiando el tono y el ritmo del montaje. Si 'Cuadecuc, vampir' se hubiera rodado con medios convencionales, sería un making of al uso.
Pero la atmósfera de blanco y negro saturado lo inunda todo, y hasta imágenes mundanas como las de operadores preparando niebla artificial o decorando una puerta con telarañas adquieren una poética de puro cine fantástico que entroncan con el expresionismo mudo. La película consigue ser más agresiva en lo visual que la de Franco, que encuentra sus mejores armas en una sobriedad escenográfica poco habitual. La de Portabella, partiendo de los mismos elementos, es todo lo contrario: recargada, excesiva e irreal.
Y pese a la experimentación, Portabella no renuncia al humor. Hay un tratamiento desmitificador del mito de Drácula y del propio hecho de rodar cine muy clarificador de las inteniones del director, a su manera tan iconoclasta como Jesús Franco. Christopher Lee desmaquillándose, Jack Taylor ayudando a entrar en su ataúd a la vampiresa Soledad Miranda, o Drácula y Harker mostrados en diálogos... a través de los planos de recurso en los que no están dialogando.
Todo ello da pie a una película tan radical como sencilla y obvia en su belleza desmitificadora. Una película que no pudo ser estrenada en su momento por la fobia que tenía el franquismo al cine experimental, empezando por un concepto tan básico como no estar rodada en 35 mm. Convertida en un artefacto de culto muy poco visto, 'Cuadecuc, vampir' fue finalmente recuperada y estrenada con todos los honores en 2008.
'Drácula Barcelona' (Carles Prats, 2017)
Y finalmente, este año llega esta curiosísima e ilustrativa película sobre el choque en 1969 de dos personalidades tan distintas y, a la vez, tan afines, como las de Franco y Portabella. Este sencillo documental de Prats incluye declaraciones de todos los implicados en ambas películas, desde actores y actrices hoy día a declaraciones de los ya fallecidos Lee y Franco, pasando por observaciones de expertos en el cine de Franco y la vanguardia catalana de la época, como Jordi Costa, Álex Mendíbil, Carlos Aguilar o Esteve Riambau.
'Drácula Barcelona' hace un excelente trabajo contextualizando las películas de Franco y Portabella y poniéndolas en común. Lo hace hasta tal punto que no es necesario haber visto las películas para disfrutar del documental: los directores, sus respectivas circunstancias y los entornos en los que se rodaron ambas obras son debidamente explicados a fondo por expertos en el tema... y por gente que estuvo allí.
Sin embargo, Carles Prats (documentalista con una extensa obra en su haber, a menudo enmarcada en el estudio del cine y la música de raíz más popular y arraigada en Cataluña) consigue que 'Drácula Barcelona' brille especialmente al vincular de forma clara y directa la obra de Franco y las inquietudes de la vanguardista Escuela de Barcelona, de donde salía Portabella. El inconformismo, la experimentación y el antifranquismo unía filmografías aparentemente dispares.
Las declaraciones de Portabella también son valiosísimas para juzgar en su justa medida el tremendo atrevimiento que en su día supuso un proyecto como 'Cuadecuc, vampir'. Usar como base un cine considerado como populachero y poco culto por sus propios compañeros de generación, más afines a la estética de la nouvelle vague, y por otra parte acercarse a una serie B de terror con modos de autor, hacen de él una personalidad única, y 'Drácula Barcelona' hace un estupendo trabajo explicándolo.
Porque al final, 'Drácula Barcelona' es una rendida declaración de amor a los artistas que, desde las trincheras de la experimentación o de los géneros populares, imponen su personalidad saltándose reglas y haciendo su voluntad. Los auténticos terroristas de la imagen, los vampiros de la imaginación.
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