Existe un resurgir del cine de superhéroes, un momento de explotación que hace que el impacto de los espectáculos basados en cómics de seres extraordinarios que luchan por salvar a la humanidad estén ya dando algunos signos de fatiga. Las vías se agotan. Y la única opción que parecía probable para avanzar en el subgénero es la fase de juntar franquicias para que interactúen; así, este año hemos visto ‘Capitán América: Civil War’ y 'Batman vs Superman: El amanecer de la justicia’.
En Marvel, sin embargo, se han ido plantando semillas de nuevos superhéroes que puedan dar sangre fresca, y aunque ‘Ant-Man’ y ‘Deadpool’ tienen su propio mundo, parecen más jugadores suplentes del mismo equipo, calentando antes de incorporarse al grupo, más que verdaderas ofertas que ofrezcan una experiencia única asociada a su universo. Las malas noticias son que no quedan demasiadas colecciones con un personaje tan rico, las buenas son que aún queda alguna y un buen ejemplo es ‘Doctor Strange’.
Personaje lleno de posibilidades
El personaje tuvo su popularidad, pero es de aquellos cómics que sólo leías si te quedaba tiempo después de Spider-Man, La patrulla X o Los Vengadores. Aunque en alguno de aquellos, era raro que el doctor no se apareciera o esos mismos personajes no acudiera a él para pedirle ayuda. Bien, si algo se le da bien a Marvel es convertir sus colecciones de segunda división en sus mejores películas. El caso de ‘Blade’ (1998) fue uno de ellos, pero el ejemplo que refleja ‘Dr Strange’ es parecido al de ‘Iron Man’ (2007).
Actor listillo, personaje odioso-carismático, un guión lleno de sarcasmo y agilidad y una vuelta de tuerca a su historia arquetípica de hombre de éxito con redención, mediante transformación en héroe, a consecuencia de una búsqueda de cura física. Stephen Strange es casi un remake de Tony Stark. Tiene incluso a su propia Pepper Potts, una colega de trabajo con la que hay una relación de amistad “especial” que camina, y caminará a ir hacia romance platónico de superhéroe.
Aunque el principio argumental, con esa formación en el Himalaya, pueda recordar a ‘Batman Begins’ (2005), ya estaba en la mitología del personaje, y aunque las escenas de Nueva York plegándose sobre sí misma recuerdan a ‘Origen’ (Inception, 2010) no hay mucho del estilo Nolan en la nueva película de Marvel, que mantiene su fórmula de acción, humor y brillantez visual dentro de un tono medido y contenido, manteniendo la marca en el cauce de sus limitaciones, aunque deje un poquito espacio dentro de sus barreras para sorprender.
Los universos psicodélicos del Dr. Strange
Lo interesante de traer un personaje como Dr. Strange a la pantalla grande no es tener otro superhéroe con traje sin más. Hay una mitología, un universo propio que han trabajado diferentes artistas durante años, que casi no se ha tocado en cine y al que, independientemente de la calidad del resultado final, merece la pena asomarse. Su visión mística, interdimendional y esotérica del fantástico es asombrosa, excitante y expuesta en papel y pantalla con claridad expositiva y el asombro visual necesarios para no dejar fuera a los no necesariamente geeks de su mundo.
‘Dr. Strange’ es una película muy bien escrita y estructurada y propone un nuevo mundo, diferente al del resto de héroes, en el que cualquier fan del buen cine fantástico puede disfrutar si se aparta los prejuicios de marca y se deja llevar por su bella exploración de los paisajes psicodélicos y la escala cósmica de este personaje. Una pena que Scott Derrickson, muy adecuado para conducir esta versión más sobrenatural del Marvel conocido, no haya aplicado algo más de la oscuridad del resto de su diabólica filmografía.
Con todo, hay una evidente pasión por el material de base, que aunque no se deje llevar del todo por sus posibilidades oníricas, consigue elevar su resultado por encima de otras muestras de la casa gracias a su visión, llena referencias al ‘Superman’ (1978) de Donner, la saga Matrix, Hellblazer, Lovecraft, o ‘Fantasía’ (1940) de Disney que la convierten en una colorida y espectacular carta de amor al fantástico demostrando, de paso, que con no hace falta llegar a las dos horas para volver a hacer interesante el cine de superhéroes.
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