En un año en el que la apuesta de Pixar va a rendirse de nuevo al vil metal para seguir explotando las aventuras submarinas de una de sus mejores producciones, todas las miras de los que amamos el mundo de la animación estaban muy pendientes de 'Zootrópolis' ('Zootopia', Byron Howard, 2016), el nuevo filme de Disney y el co-director de la genial 'Enredados' ('Tangled', Nathan Greno y Byron Howard, 2010).
Ojo, con lo anterior no quiero decir que no esté esperando con ilusión 'Buscando a Dory' ('Finding Dory', Andrew Stanton y Angus MacLane, 2016), sino que, con lo bien que funcionan las historias originales de la compañía —y no creo que haga falta poner ningún ejemplo al respecto— no entiendo la insistencia con las secuelas más allá de lo económico, claro. Pero estoy divagando. Hablaba de la expectación con 'Zootrópolis' y me tocaba afirmar que la cinta no sólo la cubre, sino que la supera con creces y se alza como otra enorme victoria de la Disney.
Torrente de imaginación
Era algo que se atisbaba en los diversos avances que la productora ha ido liberando a lo largo de los últimos meses como parte de la campaña de promoción de un filme que, sinceramente, se vende tan sólo con su logo: construyendo un universo completamente nuevo desde cero, poblado sólo con animales antropomórficos, Disney nos iba a ofrecer un espectáculo asombroso preñado de esa imaginación que lleva casi ochenta años haciéndonos soñar. No nos equivocábamos.
Desde el primer momento, con ese simpático prólogo en el que, mediante la típica obra de teatro del colegio, se nos explica de forma sucinta y elocuente el mundo en el que vamos a pasar las casi dos horas siguientes —Disney por fin dándose cuenta de que la animación no siempre tiene que estar por debajo de los 90 minutos—, 'Zootrópolis' es un dechado constante de imaginación que abarca una diversidad tal que hace casi imprescindible de una revisión inmediata para poder aprehenderse de la miríada de detalles que quedan diseminados en el metraje.
Detalles que van desde la "simple" construcción de esa gigantesca metrópolis en la que hay cabida para cuatro climas diferentes, hasta las incontables reimaginaciones de objetos de nuestra vida diaria adaptados a las necesidades de los animales, pasando por un grueso nada desdeñable de guiños hacia la cultura popular en general y hacia el mundo audiovisual en particular, lugar en el que residen los mejores chistes de la cinta.
Chistes que hacen referencia a míticos filmes de Francis Ford Coppola, que juegan a lo mismo que aquél sobre la piratería que era de los mejores que podíamos encontrar en 'La loca historia de la galaxia' ('Spaceballs', Mel Brooks, 1987) o que, de manera asombrosa y completamente inesperada, rinden homenaje directo a la mejor serie dramática que se haya estrenado en la pequeña pantalla —y si no sabéis que me estoy refiriendo a 'Breaking Bad' (id, 2008-2013), hacéroslo mirar.
'Zootrópolis', lección vital, inyección de optimismo
Si en su premisa de partida se podrían rastrear concomitancias nada desdeñables entre 'Zootrópolis' y la maravillosa 'Ernest y Célestine' ('Ernest et Célestine', Stéphane Aubier, Vincent Patar y Benjamin Renner, 2012) —dos animales de muy opuesta condición que viven en un mundo de seres antropomórficos y superan sus diferencias construyendo una hermosa amistad—, lo cierto es que el corte intimista de la cinta a la que 'Frozen, el reino de hielo' ('Frozen', Chris Buck, Jennifer Lee, 2013) arrebató un merecido Oscar, es aquí sustituido por un tono aventurero de ritmo imparable.
Siguiendo de forma bastante fiel las reglas de las buddy movies la trama de 'Zootrópolis' revela el sumo cuidado que el nutrido grupo humano responsable de la historia ha puesto, no sólo en que la cinta discurra con una fluidez precisa sin que en ningún momento decaiga el interés sino, sobre todo, en hacer accesibles, cercanos y llenos de carisma a todos y cada uno de los personajes que desfilan durante la proyección.
Obviamente, la palma de tal esfuerzo se la llevan esa conejita irresistible que es Judy Hopps y el zorro bribón —que sabemos de antemano de gran corazón...a fin de cuentas estamos en una película Disney— que formará improbable equipo con ella para resolver una trama a la que, al menos hasta cierto punto, es imposible anticiparse, un detalle éste que hace aún más grande a un conjunto al que el apelativo brillante le va como anillo al dedo.
Añadiendo a la mezcla, de una parte, una vitalidad tremenda y un optimismo incesante y, de la otra, lecciones que por trilladas nunca dejan de ser necesarias —la cinta insiste muchísimo en conceptos como la inclusión, el aceptarse a uno mismo y el perseguir los sueños— 'Zootrópolis' continua en la estela de imparable ascenso que Disney comenzara hace seis años con 'Enredados.
Una estela que, al menos en este instante, podría llevarnos a afirmar que la veterana compañía ya no necesita del apoyo de Pixar para volver a estar en lo más alto de la "cadena alimenticia" del cine de animación. Esperemos que la segunda producción que veremos este año de la productora, la 'Moana' que supondrá el regreso de esos dos grandes que son Ron Clemens y John Musker, no haga más que confirmar que los estudios viven una nueva época dorada.
Otra crítica en Blogdecine | 'Zootrópolis', estupenda en todos los aspectos
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