'Es la idea del siglo'. Con estas palabras se refería Thomas Schumacher a finales de los años 90 acerca del tratamiento de un par de páginas que el animador Aaron Blaise y el productor Chuck Willliams habían escrito sobre una historia que llevaba dando vueltas por los estudios desde que, a raíz del gargantuesco éxito de 'El rey león' ('The Lion King', Roger Allers y Rob Minkoff, 1994), éste decidieran que había que volver a explotar las posibilidades que ofrecía un filme protagonizado por animales parlantes.
Inspirada en sus estadios iniciales en 'El rey Lear' y con el escenario americano cerrado desde muy temprano a instancias de Michael Eisner, el relato que terminaría convirtiéndose en 'Hermano oso' ('Brother Bear', Aaron Blaise y Robert Walker, 2003) sufrió no pocas transformaciones hasta llegar a la cinta que, con estreno inicialmente previsto para 2004, se terminó adelantando un año para aprovechar el lanzamiento de la edición Platinum de 'El rey león' y así poder contar con el supuesto renovado interés que el DVD generaría por un nuevo título de Disney en la misma línea que aquél con el que la compañía había tocado techo en la década anterior.
'Hermano oso', entre dos mundos
Ostentando todavía la cualidad de estar animada de forma tradicional en su inmensa mayoría —será la penúltima que lo haga aunque hay aquí lugar para bastantes apuntes digitales—, 'Hermano oso' alberga en su seno dos películas bien diferentes cuyo torpe maridaje termina provocando una escisión que en no pocos momentos resulta insalvable. De una parte está la cinta destinada a los niños, esa en la que la aventura, los animales parlantes y el humor son principales características y que, de nuevo, echa mano de clichés, situaciones desgastadas por el reiterado uso y el inevitable dúo de alivio cómico para agradar a los más pequeños de la casa.
Desafortunadamente, dicha vertiente del filme es tan desangelada y carente de personalidad que el interés por la misma, siempre visto desde una óptica adulta —que a fin de cuentas es la del que ésto suscribe—, se agota velozmente. Responsables de ello son, para empezar, esos dos estúpidos renos que nada —NADA— aportan al devenir de la trama y que traen de vuelta las desagradables fórmulas que tanto daño terminaron haciendo a los títulos menos agraciados de la productora en la década anterior. Unas fórmulas que aquí muestran su peor cara y que demostraban, hace algo más de una década, la imperiosa necesidad de un cambio radical en el "modo Disney".
Pero más allá de las sandeces de los renos, 'Hermano oso' arrastra problemas de fondo que atañen de forma directa a esos modos que la productora estaba obligada a trastocar si quería ganarse de nuevo el apoyo incondicional de los que llevábamos "mamando" su cine desde hacía incontables años. No en vano, cuando la historia pasa a seguir a los dos osos en su viaje a la montaña de las luces mágicas, lo que nos encontramos es una sucesión de secuencias más que vistas que hacen del filme un previsible trance cuyo interés se mueve entre lo limitado y lo inexistente gracias a un mensaje de fondo sobre el que mucho se ha insistido en innumerables formas durante el transcurso de la historia de los estudios.
Ahora bien, como decía más arriba, en el corazón de la cinta se dan cita dos películas, y es precisamente la menos convencional de ellas la que salva de la quema a 'Hermano oso': situado en las latitudes más septentrionales del continente americano en la época de los mamuts, el real interés del filme reside en lo que éste muestra durante sus primer acto, ese que está rodado en formato recortado —y que da paso al esplendor del panorámico— y que nos acerca a Kenai, Denahi y Sitka, tres hermanos muy diferentes de entre los que el metraje fija sus miras en el primero, el más pequeño y directo desencadenante de la tragedia que marca el discurrir de la historia.
El nada condescendiente giro que impulsa a la película más allá de su tramo inicial y que, en esencia, sirve de claro émulo a la muerte de Mufasa, se mantiene después a duras penas cuando el discurrir de los 85 minutos da paso a las modestas canciones de Phil Collins —que, junto al score de Mark Mancina, mucho se separan de la genialidad que ambos habían alcanzado con su trabajo para las aventuras animadas del hombre mono— y a toda la tontería que inunda el filme de un extremo, una tontería que echa por tierra los soberbios esfuerzos de una animación espectacular plena en un colorido asombroso.
Eso sí, observándola con la perspectiva que da el tiempo y comparándola con aquello a lo que nos tendremos que volver a enfrentar después de once años cuando la semana que viene demos repaso a la cinta que pondría punto y seguido a la animación tradicional Disney, 'Hermano oso' es una cinta que con sus muchos problemas se sitúa a años luz de la flagrante estupidez y la sangrante pérdida de tiempo, dinero y recursos humanos que fue 'Zafarrancho en el rancho' ('Home on the Range', Will Finn, John Sanford, 2004). Pero eso, como digo, será cuestión de análisis, y debate, dentro de siete días.
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