Disney: 'Fantasía 2000', de Varios Directores

Concebida como ya he dicho antes en forma de concierto visual, la idea inicial de Disney antes de que la cinta no fuera bien acogida por el público —cosa que sí pasó, por cierto, en su reestreno de 1956— era que ‘Fantasía’ se hubiera vuelto a estrenar cada año con nuevas incorporaciones, mutando así su estructura de forma que cada vez la experiencia fuera diferente.

Con estas palabras servidor ponía, en diciembre de 2013, casi punto y final al extenso texto que le dediqué a esa obra maestra del cine de animación que es 'Fantasía' ('Fantasia', VVDD, 1940) una de las apuestas más arriesgadas de cuantas Disney jugó en vida y uno de los filmes de "dibujitos" más fascinantes que el que esto suscribe ha tenido la oportunidad de ver a lo largo de los años de afición por el mundo del séptimo arte.

Y como también apuntaba entonces, por más que la relación entre música e imágenes se continuara explorando a través de muchas propuestas por parte de los estudios, habría que esperar 59 años para que, esta vez por expresa voluntad de Roy Disney, una nueva incursión en el maridaje de ambos mundos concurriera en la feliz realización de 'Fantasía 2000' ('Fantasia 2000', VVDD, 1999), una cinta que es considerada por muchos como uno de esos títulos de la compañía que no es necesario tener en cuenta pero que personalmente calificaría como de "sobresaliente que roza la maestría".

Una selección impecable

Ignorando por completo muchas de las ideas que a lo largo de las décadas se habían propuesto como opciones potenciales para una posible nueva entrega de este concierto visual que Disney pretendía que fuera 'Fantasía', los artífices detrás de la selección que terminaría componiendo 'Fantasía 2000' optaron por arrojar una mirada fresca al vasto territorio de la música orquestal —mal llamada clásica— para escoger las siete piezas que terminarían transformándose en los 74 minutos de duración del filme.

Un minutaje que se queda muy atrás de las dos horas que atesoraba la cinta original y que podría venir a respaldar, si así lo quisiéramos interpretar, cierta carencia de fe por parte de los capitostes de la Disney en el resultado de taquilla de una propuesta que bien podría ser considerada como orientada a un público minoritario por su condición de música en imágenes cuando, irónicamente, es de las más universales que los estudios han producido en sus décadas de historia.

No en vano, la música —y más aún la orquestal— es un lenguaje que conoce las mismas fronteras que el cine no hablado, esto es, ninguna, y lógico es pensar que de la unión de ambos lo que se obtiene es, como es el caso, una película que no alude a ninguna edad ni condición cultural en concreto, que funciona a muchos y muy diferentes niveles y que, en última instancia, sirve como impresionante ejemplo de lo que el mundo de la animación es capaz de conseguir en términos narrativos.

Volviendo a la selección de piezas que 'Fantasía 2000' transforma sin remisión —a cualquiera que alguna vez se haya acercado a cualquiera de las dos cintas le resultará imposible escuchar una de sus secciones sin que vengan a la mente los dibujos animados correspondientes—, cabe destacar que, al menos en los segmentos que abren y cierran la función, la selección se hiciera con la idea de evocar el comienzo y el final de la 'Fantasía' original: en lugar de Bach, Beethoven; en sustitución de Mussorgsky y Schubert, Igor Stravinsky.

Y en el ínterin, completando el escueto metraje, una variedad de estilos que van desde el poema sinfónico 'Pinos de Roma' de Ottorino Resphighi a lo moderno y urbano de la 'Rapsodia en azul' de George Gershwin pasando por lo alocado del 'Carnaval de los animales' de Camille Saint-Saëns, la fuerza del Allegro del 'Concierto para piano no.2' de Dmitri Shostakovich o la 'Pompa y Circunstancia' británica de James Elgar.

Todo un muestrario variado de lo que la música orquestal puede ofrecer que, como homenaje último a Walt Disney y a su antecesora, se veía completado por la repetición del 'Aprendiz de brujo', la partitura de Paul Dukas interpretada en versión de los estudios por Mickey Mouse que, con el paso de los años se había convertido en imagen más reconocible del filme de 1940 y, asimismo, en uno de los iconos más usados de la compañía.

Animación en su grado sumo

Si en lo musical ponerle pegas a 'Fantasía 2000' sería un ejercicio de futilidad extrema —a fin de cuentas, sean más o menos conocidas por el público en general, estamos hablando de obras de amplio calado en el cosmos de la música orquestal—, en lo que sólo atiende a lo visual, lo que aquí encontramos es de una perfección capaz de resistir el escrutinio más crítico que quiera hacérsele, ostentando cada uno de los seis cortos cualidades que los hacen merecedores de los más desaforados elogios.

Combinando de forma sublime a lo largo del metraje la animación tradicional con las técnicas digitales, 'Fantasía 2000' se abre con una ensoñación abstracta que si en su voluntad visual se hermana con aquella con la que arrancaba 'Fantasía' —la 'Tocata y Fuga en Re Menor' de Bach— en lo temático cubre similares objetivos a esa 'Suite del Pájaro de Fuego' de Stravinski, poniendo en escena la singular lucha entre la luz y la oscuridad.

Tras ella, unas inesperadas y majestuosas ballenas voladoras dan paso al segmento de mayor personalidad del metraje y el que, junto a la conclusión, se alza victorioso como lo MEJOR de 'Fantasía 2000'. Me refiero, cómo no, a esa triple comunión entre el trazo del gran Al Hirschfield, lo portentoso del ritmo de Gerswhin y la Nueva York de los años cincuenta en la que todo puede pasar si uno lo sueña con ganas. MAGISTRAL es quedarse cortos.

Como también sería pecar de poco dados al elogio si uno no se rinde ante lo sublime, delicado y ajustado al milímetro que es la puesta en escena de 'El soldadito de plomo' de Andersen con las notas de Shostakovich puntualizando la fantástica aventura de la mutilada figura de juguete; no disfruta como un enano de ese flamenco jugando al yoyo para desgracia de sus congéneres o deja de agradecer, por muy breve que sea, el regreso de Donald a la gran pantalla de mano del diluvio universal.

Y para cerrar el conjunto, casi diez minutos en los que Disney mira con ojos amorosos al Ghibli de 'La princesa Mononoke' ('Mononoke-hime', Hayao Miyazaki, 1997) y en los que el despliegue de belleza, poética y evocación escapa toda comparación, alzándose triunfal como la mejor conclusión posible a 74 minutos espléndidos y, por qué no, como la cima ¿indiscutible? de lo que las dos entregas de 'Fantasía' han sido capaces de ofrecer al público.

'Fantasía 2000', un maridaje (casi) perfecto

Ahora bien, si por separado costaría imaginar ser capaz de apostillar algún problema que atribuirle bien a la selección de las piezas musicales, bien a la perfección de la animación, bien a la soberbia comunión que se da entre ambas en lo que a sincronía se refiere —hay momentos en los que se nos antoja estar visionando un ballet sin par— es en las decisiones de lo que quiere contarse donde 'Fantasía 2000' se aleja, aunque sea por poco, de alcanzar el Olimpo al que sí llegaba su predecesora.

Considerando que la cinta se cierra con la puesta en escena de la lucha entre opuestos, abrir la misma con la abstracción de dicha idea no parece la elección más adecuada sobre todo si tenemos en cuenta que superar a la 'Suite del Pájaro de Fuego' es harto complicado. Además, si lo que se buscaba era repetir en cierto modo lo que los animadores de la 'Fantasía' original habían puesto en juego con la 'Tocata...' de Bach, hubiera sido de agradecer encontrar aquí unos minutos iniciales que se dejarán llevar por las notas de Beethoven y no pretendieran contar algo, por muy laxo que ese algo sea.

De la misma manera, 'Pinos de Roma' no termina de cuajar por mostrar una indefinición argumental que después no encontramos en ningún otro segmento del filme: ejercicio visual sin más intención aparente que la de demostrar que, puestos a dotar de cualidades insólitas a animales, eran capaces de hacer volar a una manada de ballenas, el corto que se deja acompasar por las acotaciones musicales de Resphighi es una tontería muy bonita pero carente de espíritu.

Dejando ambos segmentos iniciales a un lado, y obviando volver a valorar 'El aprendiz de brujo', lo que encontramos en el resto de 'Fantasía 2000' son pequeñas historias narradas con maestría que encuentran su cúlmen, como apuntaba más arriba, ya en las estilizadas calles y rascacielos de la gran manzana, ya en ese estallido de verde con el que el espíritu de la naturaleza vence al del fuego en la apoteósica coda que concluye esta espectacular experiencia cinematográfica.

En el deseo personal queda que, antes de pasar a mejor vida, volvamos —vuelva— a tener la oportunidad de asomarnos a lo que la fantasía disneyana es capaz de evocar...

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