Ahora que este especial de Disney toca a su fin —quedan dos entregas más al margen de ésta y habremos llegado a estación término— es inevitable mirar hacia atrás, contemplar el recorrido por el que desde 1938 ha venido transitando ese gigante del cine en el que ha terminado por convertirse aquél sueño del "tío Walt" y dar cuenta de los muchos altibajos que ha ido sufriendo a lo largo de las décadas para, a la postre, valorar en lo que vale el dulce momento actual que, referido no sólo a la animación, está viviendo la productora.
Dejando de lado no obstante adquisiciones superhéroicas y galácticas —y no entrando a valorar un modelo de negocio que en términos de mercado adjunto a las películas, es IMPECABLE—, no cabe duda de que en lo que atañe de forma estricta a los filmes de dibujos animados, lo que hemos visto de mano de Disney desde ese renacimiento que supuso 'Tiana y el sapo' ('The Princess and the Frog', Ron Clements y John Musker, 2009) entra de lleno, ya en términos artísticos, ya en poderío en taquilla, en el grupo de lo mejor que se ha producido en los estudios en los casi ochenta años que han transcurrido desde que Blancanieves conoció a los siete enanitos.
(Pequeña) Digresión en favor de Disney
Muchos son los que siguen contemplando con mirada aviesa a todo lo que sale de la casa de Mickey Mouse, y en lugar de aducir lo que quiera que fuera que se le reprochaba hace décadas —los esfuerzos de las cintas animadas de la productora siempre se han encontrado con voces tremendamente críticas—, ahora el discurso que "más se lleva" es que la compañía no ha sabido reinventarse para adaptarse a los tiempos y que, en el fondo, las cintas de ahora son las mismas que el fundador de la empresa apadrinó el siglo pasado presentadas con un nuevo envoltorio digital.
Sin querer apostillar en sentido completamente contrario por cuanto es cierto que el espíritu de Walt Disney sigue muy presente en toda historia que termina convirtiéndose en producción para la gran pantalla, creo que resulta incuestionable que es mucha la distancia que se ha recorrido desde los remilgos y el inocente candor de las Blancanieves o Cenincienta originales a la determinación de Tiana o la Rapunzel que hoy nos ocupa.
De acuerdo, las moralejas se mantienen lo mismo que la tendencia a que, jalonadas de cuando en cuando con otro tipo de historias, las princesas de cuento de hadas sigan siendo las protagonistas más visibles de sus producciones de mayor éxito. Pero ni las primeras son tan simples y limitadas como las que podíamos encontrar hace ocho décadas, ni las féminas de la Disney del s.XXI responden a los limitadísimos arquetipos en los que quedaban encorsetados las protagonistas del pasado de la compañía. Y si eso no es adaptarse a los tiempos ¿qué es pues?
Animación por las nubes
Contemplada la posibilidad de volver por los fueros de la animación tradicional y descartada tanto por el limitado impacto comercial de 'Tiana...' como por el hecho de que nombres tan de peso dentro de la compañía como el legendario Glen Keane habían comenzado a apreciar la valía y libertad que otorgaban las técnicas digitales a la profesión, el proyecto de adaptar el cuento de Rapunzel, que tantos años llevaba dando vueltas por las mesas de los animadores de la compañía, sería el punto de partida de una nueva aproximación a las cintas de "dibujitos" de la casa, una que pretendía conjugar la incuestionable belleza plástica del 2D con la potencia casi ilimitada del ordenador.
Y a fe mía que lo consiguieron. No en vano, 'Enredados' ('Tangled', Nathan Greno y Byron Howard, 2009 2010) es, al menos a nivel visual, toda una experiencia orgiástica en lo que a logros animados se refiere. Si es a los escenarios en los que se mueve la acción a lo que hemos de referirnos, la supina calidad de los mismos y el asombroso nivel de detalle al que se llega en todos ellos está a la altura —cuando no por delante— de lo que ese mismo año nos ofrecía Pixar con 'Up' (id, Pete Docter, 2009) o, por supuesto, de la enorme irregularidad por la que discurría el estreno de Dreamworks del último año de la primera década del s.XXI.
Superando incluso a lo que de ellos se deriva, el trabajo que el equipo de animadores realiza con Glen Keane a la cabeza en lo que a diseño de personajes atañe, es tanto o más asombroso que la expresividad que logra arrancársele a todos y cada uno de ellos, empezando por Rapunzel, siguiendo por ese caradura a lo Han Solo que es Flynn, continuando con la terrible villana que es Gothel —una de las malas más hiperrealistas del cine Disney de todos los tiempos— y finalizando en ese genial alivio cómico que es el dúo formado por Maximus y el inolvidable Pascal.
'Enredados', nuevos tiempos, aires renovadores
Que la animación de 'Enredados' juega un papel fundamental en la sobresaliente apreciación que hice en su momento de la cinta y que sigo haciendo tras los incontables visionados a los que me he visto obligado por cuenta de cierta "pequeñaja" es tan obvio como el hecho de que, de no contar con una historia sólida y unos personajes de entidad, dicha apreciación caería de forma ostensible. Afortunadamente no es el caso, y hay aquí un buen puñado de razones a las que asirse para tener en tan alta estima a la cinta.
Quizás la menos elevada de ellas sea la partitura de Alan Menken —que no las canciones, ojo—, un trabajo algo acomodaticio y que mucho dista de las cimas por las que el compositor había transitado durante la década anterior. Ahora bien, lo que no es capaz de desarrollar en el acompañamiento orquestal —salvo en la apoteosis final en la torre— sí que lo consigue en aquél que sirve de fondo a las letras de Glenn Slater, brillando con luz propia tanto el número inicial como el espléndido dueto que es 'I see the light'.
Superando al trabajo de Menken en los pentagramas, lo que la adaptación de Dan Fogelman ofrece es todo un rosario actualizado de lo mejor que la Disney había puesto en valor en tiempos pretéritos: ya he apuntado antes a la genialidad que reside en el alivio cómico animal del filme, un humor que se complementa con la aparición de los hilarantes rufianes de la posada 'Snuggly Duckling' y que tiene también sus muchas cuñas en el tira y afloja constante entre Rapunzel y Flynn.
Adosado a la ligereza de tono que aportan las bromas y cuitas entre los personajes, es muy evidente que 'Enredados' juega una baza fundamental en la definición de Gothel —una arpía manipuladora y aterradoramente creíble cuya ambición de la eterna juventud hasta podría ser interpretada como velada crítica al artisteo hollywoodiense— y, sobre todo, de Rapunzel, una joven a punto de cumplir la mayoría de edad cuyo sueño no es ser rescatada por un guapo príncipe, sino poder acariciar aunque sólo sea por un día la libertad que su supuesta madre le niega atemorizándola con cruentas descripciones del mundo más allá de su torre.
La renovación de aires que dicho punto de partida imprime a esta princesa Disney de enormes cabellos —quizás, por sacarle punta a algo, me hubiera gustado que la cambiante longitud de su melena no se hubiera alterado a placer durante el metraje— apunta a aquello de lo que hablaba más arriba y a algo sobre lo que 'Frozen, el reino de hielo' (‘Frozen’, Chris Buck, Jennifer Lee, 2013) seguirá insistiendo; el que, en esencia, estas mujeres Disney no son, ni de lejos, aquellas con las que crecieron nuestros padres... o nosotros mismos por extensión. Y eso hay que aplaudirlo. Mucho.
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