Con 'El emperador y sus locuras' ('The Emperor's New Groove', Mark Dindal, 2000), Disney había comenzado un movimiento de renovación silente que le conduciría a empezar a apostar durante el primer lustro del siglo XXI por propuestas alejadas por completo de aquello que había llevado a la compañía a lo más alto de la industria cinematográfica durante la década anterior. Un esfuerzo que le haría abandonar fórmulas más que probadas —y manidas— y a explorar nuevos territorios con los que aludir de forma efectiva a las exigencias de un público que, al parecer, demandaba algo más.
Fue así como, tras haber planteado una comedia alocada y descacharrante, el siguiente giro que encaró la productora se antojó aún más radical, y en cierto modo traía a la memoria aquellos intentos de la Disney durante los años ochenta de buscar que el público adulto y no sólo el infantil se interesara por sus títulos. Nacía así 'Atlantis: El imperio perdido' ('Atlantis: The Lost Empire', Gary Trousdale y Kirk Wise, 2001), una cinta que sobre el papel parecía una de las propuestas más atractivas salidas del seno de la casa de Mickey Mouse en años.
No en vano, la firme intención de los responsables del filme, llámense a éstos directores o los siete guionistas acreditados —el primero en implicarse en el proyecto fue un tal Joss Whedon—, era plantear una cinta de aventuras en estado puro completamente desprovista de canciones, animalitos parlantes y, en principio, alivios cómicos de esos de los que tanto se había abusado en el pasado hasta el punto de convertirlos en auténticas molestias para el disfrute pleno de una de sus películas de dibujos animados.
Tamaña era la determinación de la productora en dar con algo completamente ajeno a su estilo que, para la concreción en líneas generales de la faceta visual del filme se pusieron en contacto con Mike Mignola. A quien no le suene el nombre, quizás sí lo haga el de Hellboy, el demonio de la mano de piedra llevado al cine en dos ocasiones por Guillermo del Toro del que el escritor y dibujante estadounidense es creador. La inclusión de un artista tan personal, estilizado y de tantos claroscuros como Mignola era, probablemente, la prueba definitiva de que con 'Atlantis' la Disney pretendía romper el molde.
Un plagio nunca admitido
Desafortunadamente no fue así, y lo que la producción terminó ofreciéndonos hace catorce años se quedó a medio camino entre lo olvidable y lo genial. Con más de lo segundo que de lo primero, quizás lo que falla estrepitosamente en 'Atlantis' es la alarmante carencia de una estructura sólida, quedando sus 95 minutos de metraje sujetos a un descontrol puntual completamente desconocido en los filmes que la compañía había estrenado hasta entonces —por muy pésimos que éstos fueran— y atisbándose aquí y allá las más que evidentes costuras del relato que intenta animar la función.
Creo que sería este el momento de sacar aquí a la luz que, lejos de ser completamente original —dejaremos de lado el que se base en los escritos de Platón— 'Atlantis' es un plagio más o menos descarado de 'El misterio de la piedra azul' ('Fushigi no umi no Nadia', 1990-1991), anime japonés de 39 episodios que, en términos generales viene a narrar la misma historia que, de nuevo, los siete guionistas que cobraron aquí sueldo se "sacaron de la chistera".
Y aquí no estamos hablando de inspiraciones más o menos evidentes como las que apuntábamos en su momento en 'El rey león' ('The Lion King', Roger Allers y Rob Minkoff, 1994). No, aquí el plagio se lleva a cabo de forma directa y sin remisión, y afecta tanto a la historia —que fusila inmisericorde elementos de la producción nipona— como al diseño de personajes. Y si no me creéis, pasaos por aquí y comprobadlo vosotros mismos.
A la luz de lo que la comparación entre uno y otro desvela, siempre me resultó muy llamativo que, incluso años después de su estreno, los responsables del filme nunca admitieran una de las claras fuentes de las que bebieron, llegando Kirk Wise a afirmar de forma rotunda en un grupo de news que: "nunca había oído hablar de Nadia hasta que se mencionó en este grupo. Y eso fue mucho después de que se hubiera terminado la producción, debo añadir". ¿Falta de humildad o verdad sin paliativos? Que cada uno decida.
'Atlantis: El imperio perdido', moldes rotos
En aquél momento parecía una buena idea no hacer un cuento de hadas, pero nos equivocamos. (Thomas Schumacher)
Sea como fuere, plagio o no, lo cierto es que, como afirmaba más arriba, 'Atlantis' tiene suficientes problemas por ella misma como para encima agravarlos con acusaciones como las que he expuesto. Decía antes que la principal es la extraña estructura que mueve la función, una falla a la que habría que añadir lo extenso de un reparto en el que muchos personajes quedan completamente desdibujados por falta de tiempo de exposición —con trece protagonistas, ya me diréis— y el que, centrando nuestra mirada en la pareja principal y los dos villanos, haya algo que nunca termine de funcionar en unos y otros.
Espectacular en lo visual y con una animación que conseguía integrar casi a la perfección la animación tradicional con los elementos digitales generados por ordenador, que la cinta cojee como lo hace en el terreno argumental y en los personajes provoca que la atención varíe en intensidad durante una duración que, además, abusa en exceso de lo épico de la acción. No me malinterpreten, valoro en lo que cabe el esfuerzo de Trousdale y Wise por poner en escena secuencias que, asombrosas consideradas aisladas, terminan agotando en su imprecisa conjunción.
Ahora bien, no todo es negativo en 'Atlantis', y a la ya citada fuerza que ostenta la animación y el diseño de todo lo que se ve en pantalla —sea animado o inanimado— hay que sumar lo adulto en términos generales del metraje, alguna que otra secuencia de esas que quedan impresas para siempre en la memoria cinematográfica —y aquí me quedaría con el descubrimiento que Milo y Kira hacen buceando y partes del adrenalínico clímax— y, por supuesto, la banda sonora compuesta para la ocasión por James Newton Howard.
Dejándose llevar más por el mickey mousing —la correlación exacta entre lo que vemos y lo que escuchamos—, la espectacularidad y ampulosidad orquestal con la que el músico arropa la cinta se pone a la altura de lo que ya le habíamos escuchado en 'Dinosaurio' ('Dinosaur', Eric Leighton y Ralph Zondag, 2000), destacando aquí tanto las connotaciones étnicas como la soberbia sección coral con la que se respaldan los momentos de mayor dramatismo de la narración.
Batacazo de taquilla —de un presupuesto que se estima entre 90 y 120 millones de dólares, la cinta sólo recaudó a nivel mundial 186— que 'Atlantis: El imperio perdido' fue una suerte de error por parte de la compañía es algo que las palabras del por aquél entonces presidente de la Disney ponen de relieve mejor que cualquier disquisición que aquí se haya hecho. Por suerte, a continuación vendría un señor llamado Chris Sanders a dejarnos la mejor cinta que los estudios estrenaron en la primera década de esta centuria.
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