Hoy hemos visto LA PELÍCULA de esta 22ª edición del Festival de Málaga. Aún faltan tres días (el último es un trámite con maratones) y la presentación de siete largometrajes de la decepcionante sección oficial a concurso (formada por 22 títulos) pero me atrevo a afirmar que 'Los días que vendrán' ('Els dies que vindran') será el film por el que se recordará esta edición del certamen andaluz.
Carlos Marqués-Marcet regresa a Málaga cinco años después de triunfar con su ópera prima, '10.000 Km'. Por su retrato de las relaciones a distancia, el barcelonés recibió la Biznaga de Oro del festival y el Goya al mejor director novel. 'Tierra firme' (2017) fue acogida con menos entusiasmo pero le confirmó como un talento a seguir. Ahora cierra lo que él considera una "trilogía accidental" (no planificada) al seguir a una pareja cuya vida cambia por completo a raíz de un embarazo.
Ella es Vir, encarnada por Maria Rodríguez Soto (extraordinaria, solo por verla en acción merece la pena este film), y él es Lluís, a quien da vida David Verdaguer (con un papel algo soso pero que ejecuta con talento), el rostro que une las tres primeras películas del cineasta. Aunque en las tres habla de amor, y ofrece interesantes reflexiones sobre relaciones románticas, cabe destacar que Marques-Marcet se refiere al amor como una invención social para justificar un impulso natural: la reproducción.
Así arranca 'Los días que vendrán', con Vir anunciando a Lluís que no le viene la regla, con el temor al embarazo, un test positivo y la pregunta clave: ¿siguen adelante, u optan por el aborto? Como decía el Dr. Ian Malcolm: "La vida se abre camino". Y la joven pareja afronta con una mezcla de ilusión, humor, preocupación y miedo, su destino como padres. En ese camino se encuentran diversos obstáculos, reflejando la incertidumbre en la que vivimos actualmente.
Crónica de un embarazo que lo cambia todo
Un aspecto llamativo es que la protagonista está realmente embarazada, y su compañero en la ficción es, de hecho, su pareja real. 'Los días que vendrán' surge durante el rodaje de 'Tierra firme', cuando Marques-Marcet se entera que su actor fetiche va a ser padre. Con el tiempo como enemigo, pues la idea es capturar el embarazo, el realizador y los dos actores se lanzan a una aventura que les tendrá rodando un total de año y medio, y que desemboca en una ficción imprescindible.
Por supuesto, el film dedica bastante metraje a retratar cómo evoluciona la relación de Vir y Lluís (periodista y abogado que, al parecer, tienen poco que ver con sus "padres" creativos, para liberarles de sus preocupaciones o convicciones personales), sin embargo, la idea que más atrae a Carlos Marques-Marcet es cómo la experiencia del embarazo provoca una ruptura en el entendimiento de sus protagonistas, más allá de su vínculo sentimental.
Según el cineasta, el tema central de la trilogía que acaba de completar es "la dificultad de entender al otro". En 'Los días que vendrán', Lluís no entiende cuál es su lugar y Vir se siente incomprendida durante todo el proceso de embarazo, dando lugar a un sutil y jugoso conflicto de género que no puede llegar en mejor momento.
El drama, salpicado de esos altibajos habituales en una relación sumergida en conflicto, se sigue con gran interés gracias a un efectivo guion cargado de improvisación (los personajes se crearon durante ensayos y luego Clara Roquet y Coral Cruz contribuyeron a dar forma al libreto con el realizador), una puesta en escena "invisible" que busca plasmar la vida cotidiana e íntima de sus protagonistas, y el trabajo de David Verdaguer y María Rodríguez Soto, siempre convincentes y naturales, sin atisbo de pose o artificio.
La ficción resulta tan espontánea y honesta que, a veces, da la sensación de estar viendo un documental, a los dos actores viviendo ante la cámara. Precisamente, 'Los días que vendrán' incluye un curioso tesoro: una vieja grabación en VHS con escenas del auténtico embarazo de la madre de la protagonista, y su parto. Marques-Marcet se apoya en esas imágenes para dotar de verdad y reflexión a su tercera película, una experiencia apasionante, que atrapa y estremece, que deja huella. Es una joya, un pequeño milagro. Se va a hablar mucho de ella.
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