No hay que rascar mucho para darse cuenta del plan de Peter Berg para afrontar su responsabilidad como americano en los últimos años. Imaginen al director, a la hora del desayuno, agarrando el periódico y seleccionando la historia que será su próxima película para, acto seguido, llamar a su actor fetiche, Mark Wahlberg y plantearle su nuevo docudrama de acción según el guion de alguna hazaña fuera de lo común dentro del marco de la reciente y agitada agenda de sucesos de la américa post 11-S.
Ya sea la aventura de un soldado que se libra de milagro en Afganistán, la explosión de una plataforma petrolífera por negligencia o la anatomía de un atentado terrorista, Berg asume el papel de cronista de la clase obrera. Como si la visión de los hechos mostrada ‘World Trade Center’ (2006) se hubiera convertido en un subgénero en sí mismo, el director toma nota del trabajo de Oliver Stone y tanto en ‘El único superviviente’ (Lone Survivor, 2013) como ‘Marea Negra’ (Deepwater Horizon, 2016) se pone el casco para entender la naturaleza del heroísmo.
Crónica documental-espectáculo
No es un hecho aislado esta opción argumental, y si juntamos este trío de películas con las últimas aportaciones de Clint Eastwood, llama la atención que la concepción de muchos thrillers y cintas de acción de los últimos años tienen como base historias reales sobre las que puedan elaborarse grandes set pieces con un trasfondo de hechos recientes, convirtiéndose en una suerte de reescritura de historia americana en diferido que trata de rendir homenaje a sus héroes, al tiempo que dan un trasfondo que añada valor a esas escenas de acción.
Y es que la fórmula de Berg es clara y cristalina. Plantea su acción en escenarios minuciosamente construidos y narra los hechos con verosimilitud contrastada con el intercalado de metraje real con su propia recreación, dando la sensación cinematográfica precisa dentro de un momento que todavía rebota en la mente de todos los americanos. La conexión de cine como espectáculo es Mark Wahlberg, que vuelve a recrear a un policía (su segundo afincado en Boston), como reflejo del currante de barrio residencial de clase media.
Eso sí, su personaje es el único inventado. Todos los demás se van presentando en un montaje suspendido, aparentemente inconexo, pero que deja claro que cada uno tendrá un papel en el devenir de la bizarra investigación que siguió a los atentados. Hay una extraña satisfacción en ser testigo de cómo cada pequeña pieza va interconectándose hasta que todos forman la matriz de los hechos y como estos adquieren un carácter extraordinario al verse reflejados en la pantalla. El material de construcción, la argamasa para cementarlos unos con otros es el valor.
El orgullo de Boston
El retrato de malos y buenos no da lugar a dudas. ‘Día de patriotas’ ('Patriots Day') no engaña desde su título y es la versión yanqui de los hechos. No trata de validar o contrastar las motivaciones de los artificieros que hicieron explotar las bombas, sacarlas a un contexto de buscar causas, significados o consecuencias. Tan solo ofrecer un retrato eficiente de los ciudadanos y trabajadores americanos que sufrieron o que actuaron.
De este modo, se ensalza el papel de la policía de Boston, el FBI y la colaboración ciudadana. El apoyo de unos y otros frente a la tragedia y el miedo logra transmitir un pequeño pedazo del sentimiento de comunidad tan arraigado de la ciudad y ofrece un epílogo de consuelo para las víctimas. Es tremenda la historia de una pareja que pierde las piernas, pero lo es mucho más ver cómo logran sobreponerse y emocionarse en un pequeño extracto de una carrera posterior, en el mismo evento que se llevó sus extremidades.
‘Día de patriotas’ cierra una trilogía que puede tener una lectura externa ajena a la intención de sus creadores. Entre la acción en el terreno enemigo, una odisea relacionada con el petróleo y el ataque de vuelta en casa, se puede elaborar un mosaico sobre la realidad americana cuyo orgullo, fuerza y resistencia son respuesta de los que les toca sufrirlo, no de quienes facilitan ese sufrimiento. Berg no se interesa por las razones y dirige su cámara hacia abajo, sobre el receptor de las consecuencias, ensalzando la figura de los héroes y las víctimas del “patriotismo” de otros.
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