“Todo lo que tengo son las decisiones que tomo, y la elijo a ella, pase lo que pase”.David Norris (Matt Damon)
Por los caprichos de las distribuidoras, cuyos empleados deben usar gabardina y sombrero (no me extrañaría), en solo dos meses hemos podido ver en cines hasta tres películas protagonizadas por Matt Damon, justo cuando se está poniendo de moda decir (gracias a la inmensa cantidad de autómatas que solo comunican mensajes llamativos ajenos) que ha perdido su gancho en taquilla, o que en realidad nunca gozó de tal cosa, y su éxito se debía a la franquicia de Jason Bourne (la cuarta está en camino, sin él). Tras los estrenos de las estupendas ‘Más allá de la vida’ (‘Hereafter’, 2010) y ‘Valor de ley’ (‘True Grit’, 2010), el pasado 4 de marzo nos llegó, esta vez al mismo tiempo que en Estados Unidos, ‘Destino oculto’ (‘The Adjustmen Bureau’, 2011), un peculiar thriller romántico en el que da vida a un prometedor político enfrentado a circunstancias extraordinarias. De él dijo Clint Eastwood hace poco que “es un actor de verdad sin nada de pose. [...] Es capaz de ofrecer una interpretación tan sutil que ni parece que esté actuando; sin trucos”.
Corroborando estas palabras, en su último trabajo Matt Damon vuelve a demostrar su talento para meterse en la piel de sus personajes sin recurrir a poses ni sobreactuaciones, para encarnarlos con absoluta naturalidad, lo que, tal como apuntaba en sus declaraciones Eastwood, ha llevado a muchos (sobre todo, gente que no carbura demasiado sus reflexiones) a decidir que el hombre no actúa, que “siempre pone la misma cara”. Pero es que eso es más complicado de lo que parece, requiere de un saber estar que puede ser inalcanzable (para algunos es innato, otros tardan en aprenderlo), además de un compromiso y un equilibrio especial por parte del actor, siendo mucho más sencillo entregarse a la exageración y la mueca, recursos rápidos y vistosos. A mí, con cada nueva película que le veo, me parece más evidente que estamos ante uno de los actores más versátiles y auténticos de la industria norteamericana. Para redondear, es de las estrellas más humildes, exigentes, reservadas e inteligentes del panorama actual, cuando por desgracia, lo que se lleva es justo lo contrario. Será difícil verle en una mala película, y desde luego la que nos ocupa no lo es, aunque podría ser bastante mejor.
‘Destino oculto’ es la ópera prima del escritor George Nolfi, autor de, entre otros, los guiones de ‘Ocean´s Twelve’ (2004) y ‘El ultimátum de Bourne’ (‘The Bourne Ultimatum’, 2007), gracias a los cuales coincidió con Matt Damon, a quien le planteó desde el principio, años atrás, protagonizar un interesante relato de Philip K. Dick que estaba adaptando. La obra era ‘Equipo de ajuste’ (‘The Adjustment Bureau’) y Nolfi se tomó muchas libertades a la hora de convertirlo en material cinematográfico, algo lógico teniendo en cuenta que el cuento de Dick no llega a las 20 páginas. Para empezar, en su película el protagonista se llama David Norris, no está casado y no trabaja en una oficina, sino que es un joven y apasionado político que aspira a entrar en el senado. David parece favorito, pero a última hora se filtran unas fotos de una noche de borrachera, los medios se ceban con él y muchos votantes le dan la espalda. Confirmada su derrota, justo cuando está preparando el discurso para sus seguidores, conoce a una bailarina llamada Elise Sellas (Emily Blunt). El encuentro altera por completo a David, que en lugar de soltar las mentiras ensayadas, desnuda públicamente todo el entramado de las campañas políticas.
Lo que no podía sospechar jamás es que todo formaba parte de un plan. Esa confesión le retrata como alguien honesto, poniéndole en bandeja las próximas elecciones. Sin embargo, él ya no está interesado. Solo puede pensar en esa chica que conoció. Casualmente vuelve a encontrársela durante un trayecto en autobús, y quedan en volver a verse. El problema es que David no debía estar ahí, un “agente” encargado de tirarle el café en el momento justo se despistó, y a partir de ahí todo sale mal; David ve algo que no debía, a un “equipo de ajuste”. David es detenido y llevado a una cámara vacía, donde unos señores impecablemente trajeados le explican la fantástica situación. Su objetivo es que “el plan” se cumpla, y para eso, él no solo no puede revelar lo que ha visto, sino que tampoco puede volver a ver a Elise, no pueden estar juntos. Surge así un conflicto entre los poderosos “agentes”, seres anónimos e invisibles que deben proteger un determinado orden de acontecimientos, y David, un individuo que se resiste a aceptar su destino, decidido a encontrar a la mujer que ama y estar a su lado, pase lo que pase.
Son cien minutos de cine extraño, muy irregular, con unos tramos apasionantes, con mucha fuerza, y otros que llegan a rozar el ridículo, por culpa de algunas soluciones incoherentes y disparatadas. Se plantea un interesante dilema para el protagonista, pues aunque descubre que sería complicado (un lío enorme para esta singular burocracia que controla el destino de la raza humana) alterar sus recuerdos y borrar lo que sabe, uno de estos “agentes” (con la imponente presencia de Terence Stamp) le demuestra hasta dónde están dispuestos a llegar si ven que no él colabora, pudiendo arruinar la vida de Elise para que el curso de los acontecimientos siga tal como fue previsto. La alternativa no es tan dramática, ya que David podría lograr grandes cosas en el futuro, si continúa con su carrera política, impulsada desde la sombra por estos misteriosos sujetos. La premisa es muy jugosa, y Nolfi coquetea con las vastas posibilidades del relato, pero su preocupación principal es seguir con solvencia los cauces del thriller, con unos personajes huyendo de un lado para otro, y lograr que el público sienta la emoción, sin poder aventurar qué va a ocurrir a continuación.
No es ésa una tarea tan fácil como se cree, y el director paga la inexperiencia, se notan las vacilaciones y los tiempos muertos, así como importantes cortes y arreglos de última hora (un tramo del desenlace original no convenció y tuvo que volver a filmarse de nuevo meses después). De todos modos, el gran error de Nolfi son las explicaciones, lo que puede arruinar por completo el visionado; en una historia de este tipo tienes que cuidar más que nunca la información que das al espectador (o al lector si es un texto), siendo preferible la sugerencia y que cada uno rellene los huecos como mejor le parezca, si es que necesita todas las respuestas. Con todo, el atrevimiento y lo atípico de la propuesta convierte a ‘Destino oculto’ en un título más que recomendable, a menos que uno sienta especial rechazo por la narrativa fantástica. El guion no lo pone fácil, pero los actores sí, están todos estupendos (Michael Kelly, Anthony Mackie...); y hay que reconocer a Nolfi que no se ha limitado a colocar piezas que encajen en un entramado argumental, sino que se ha esforzado por crear personajes creíbles, cercanos (en la medida de lo posible), lo que logra salvar la película. Te llegas a preocupar por David y Elise. Quieres correr como ellos, rebelarte, romper barreras y decidir tu propio destino, da igual el precio o las consecuencias. Y ésa era la intención.