Donny Berger (Adam Sandler) está a punto de ir a prisión por un problema fiscal. Necesita pagar una fianza elevada si no quiere ir a la cárcel, pero tuvo a su hijo en un sonado incidente con una profesora, cuando tenía solamente trece años y ahora éste (Andy Samberg), crecido, se va a casar con una joven exitosa (Leighton Meester).
Otra película más del Adam Sandler tardío, cuyo alter-ego cómico parece tan obsesionado como él, en su elección de proyectos, sobre crecer y el final de fiesta que implica la llegada a la edad adulta. El asunto no es nuevo en sus cintas recientes, aunque rara vez da frutos de éxito. ‘Desmadre de padre’ (That’s my boy, 2012) dirigida por Sean Anders y escrita por David Caspe se cuenta entre las variante más desafortunadas del asunto.
Ahora, en el guión más grosero concebido en el cine de Hollywood reciente, se propone hacer una historia de un padre, que fue una estrella juvenil de los ochenta debido a su sensacionalista relato, intentando llegar al corazón de su retoño, al que tuvo demasiado joven y que ahora parece un tanto desorientado con su nuevo rumbo laboral. Su aparición cambiará el rumbo de acontecimientos y, por supuesto, propulsará una serie sorprendente de chistes.
Leighton Meester está obligada aquí de ejercer de infame y represora mujer, cuyo secreto da para sorprendentes chistes, que me parecieron al mismo tiempo valientes e inofensivos (El hallazgo) y que explican su posición distanciada respecto a su futuro marido, encarnado aquí por el talentoso y divertidísimo Andy Samberg que no ha encontrado en cine papeles a la altura de su trabajo en el ‘Saturday Night Live’ (1977-).
Solamente James Caan y Milo Ventimiglia, en roles secundarios pero muy divertidos de cura y soldado respectivamente, ambos con previsible sorpresa oculta, parecen entender los registros de comedia irreverente que aquí se manejan. Pero tanto el guión, que va de la reflexión sobre la cultura de la fama y la necesidad de festejar un rato más, como la propuesta tonal, del humor grosero a la comedia más convencional, aguan cualquier intentona de convertir esto coherente incluso para los más leales seguidores de Sandler.
Es de agradecer la presencia de Nick Swardson en un breve papel y de otro actor fogueado en el SNL como Will Forte, pero sus papeles se viven como reediciones de otros que han hecho ya estos actores y no como prueba para el potencial cómico que se manejan. Y es que en esta comedia, menos desmadrada de lo que sucede, incluso a las humillaciones que sufre el personaje de Samberg parecen caracer de hilaridad, de alboroto, de sorpresa alguna. Todo se vive con mecánica rutina, la misma de la que ansían escapar sus personajes protagonistas, pese a contar con momentos divertidos, demasiado aislados.
Por supuesto, esta es una película de Sandler, así que la estelar autoparodia de Vanillia Ice (Como él mismo) y un breve cameo de una inspiradísima Susan Sarandon garantizan la diversión, pero 114 minutos después, incluso sus más leales seguidores se preguntarán para qué una comedia-mamotreto en lo que hubieran sido 80 impagables minutos de diversión.
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