La mezcla de romance, desasosiego, amor onírico y familia desestructurada funciona mucho mejor de lo que parece
Cuando las luces se encendieron al terminar la proyección de 'Desconocidos' me sentí como saliendo de un sueño. No es una manera de hablar ni una exageración: la película de Andrew Haigh te mece a lo largo de viajes oníricos, conversaciones que solo pueden ocurrir en tu mente, amores borrosos, pasados fatigados y la más sutil de las tristezas, cabalgando entre tramas que se unen con la facilidad y la fluidez de una siesta de aquellas que te desconciertan durante el resto del día. Y hace falta ser un maestro para que tu apuesta por la tristeza y lo surreal deje tan buen sabor de boca.
Una de Mescal y una de arena
Durante casi dos horas, Andrew Scott y Paul Mescal fueron los protagonistas de un sueño tan intenso que casi me sobresaltó volver a la vida real. Al metro, la gente, la cena, el ordenador, el beso de buenas noches, la serie de antes de dormir. La tristeza intrínseca de la rutina que no se aleja tanto de la de Adam, guionista afincado en un solitario piso de las afueras de Londres donde pasa sus días casi de forma fantasmal. No ve a nadie, no conoce a nadie, no habla con nadie. Es un extraño incluso para sí mismo, como todos hemos sido alguna vez en la vida. Pero la película se niega a ir por aquí y se rebela contra sí misma.
'Desconocidos' es una película surreal y profundamente triste. Incluso los momentos de alegría que se permite a sí misma están marcados con un profundo dolor para la audiencia, consciente de la mentira que el propio Adam está decidiendo creerse para sentirse abrazado y querido por una familia que se fue demasiado pronto de su vida y de los que tan solo quiere respuestas que apenas pueden darle: ¿Qué pasaría si esa persona que murió demasiado pronto te viera ahora? ¿Te aceptaría? ¿Te querría? ¿Te entendería? O, más bien... ¿Te odiaría?
La cinta aborda las segundas oportunidades, incluso conscientemente falsas, como la única manera de mitigar el dolor y la soledad. Una nueva ocasión para decir aquello que se quedó en el fondo de tu garganta, para poder continuar con esa vida que has puesto en pausa durante años, para permitirte disfrutar, para sentir que, quizá, después de todo, merece la pena sentir algo más que la más profunda de las apatías. Que, quizá, mereces ser amado. Solo quizá.
Pero la culpa no era de su apatía
La otra clave de 'Desconocidos' es la relación amorosa que Adam empieza con Harry, la única persona que, junto a él, vive en el gigantesco edificio de viviendas demasiado nuevo -o desoladoramente moderno- como para que nadie más se haya mudado aún. Harry ha encontrado refugio en el alcohol de la misma manera que Adam lo ha hecho en su triste rutina: dos soledades juntas muchas veces se viven mejor, y ambos se convierten en el único clavo ardiendo del otro, ese que aún hace que todo tenga sentido de alguna manera.
Por si aún no lo has adivinado, 'Desconocidos' es intensa. Muy intensa. No es una de esas películas que ver comiendo palomitas y olvidar un día después: se queda pegada contigo, sus escenas vuelven a tu cabeza una y otra vez, piensas en esa familia desestructurada, en la escena de la cena, en ese final que no debería funcionar pero, de alguna manera, funciona, en ese viaje de ketamina que se convierte en una ventana abierta a la pesadilla. Pasa a formar parte de ti. Y no es tan habitual como debería.
Esto no significa que la película sea perfecta, ni mucho menos. En lo personal, creo que tanto drama intenso termina por saturar un poco, evitando que los momentos más lacrimógenos surtan el mismo efecto que si se hubiera permitido respirar un poco. Ataca donde tiene que hacerlo, te obliga a encariñarte con personajes rotos, abraza la incomodidad y se niega a estigmatizar la soledad y la depresión, pero en esta lenta evolución hay momentos donde parece encallarse narrativamente, aunque sea para darse fuerzas en un final que funciona por sorpresa cuando, francamente, no debería.
La película no siempre acierta a la hora de juntar la trama romántica con la nostalgia de una infancia imperecedera y al mismo tiempo interrumpida trágicamente, pero, cuando lo hace (que es la mayor parte del tiempo), da en el clavo, en el centro de nuestros sentimientos. 'Desconocidos', sobre todo en sus primeros compases, parece que no tiene claro qué película quiere ser y bascula entre el drama, la fantasía, el romance y los cuentos de fantasmas. Por suerte, tiene muy claro lo que es, y cómo mirar a los ojos del espectador para desafiarle con una historia diferente narrada de manera exhaustiva que te dejará la sensación de haber salido de un sueño que parecía gozosamente interminable.
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