Los estrenos en España de 'Identidad borrada' y 'La (des)educación de Cameron Post' han quedado muy cercanos en el tiempo, pero lo cierto es que sus fechas de producción están algo más distantes: 'Cameron Post' ganó Sundance en 2018, pero fue la primera película en 25 años de certamen en no obtener distribución inmediata. FilmRise la movió de forma limitada en solo 85 cines en EE.UU., lo que sin duda ha motivado que su minúsculo presupuesto de 800.000 dólares se haya recuperado muy a duras penas.
No es la única divergencia entre 'Identidad borrada' y 'Cameron Post'. Ambas hablan de un tema común, los campos de "reeducación" para adolescentes, pero el enfoque es distinto. Las dos se centran en la experiencia personal de un par de jóvenes que, por las convicciones integristas de sus padres, son repudiados por su homosexualidad (Lucas Hedges en la película de Joel Edgerton, Chloë Grace Moretz en la de Desiree Akhavan). Pero no solo se ambientan en épocas diferentes (en la actualidad una, en los noventa la otra), sino que sus enfoques y tonos divergen.
Ese matiz puede pasar desapercibido al principio: sobre el papel, las dos hablan del drama que supone para un par de adolescentes el rechazo y el asco de quienes solo deberían darles protección y apoyo -en la etapa, por naturaleza, más confusa y desconcertante de su vida, cuando pasan por todos los cambios y vivencias que condicionarán sus personalidades-. Pero mientras que 'Identidad borrada' se acerca al drama familiar, Cameron Post adopta un enfoque más optimista sin necesidad de dejar el conflicto de lado.
Es la actitud con un punto resignado, pero luminosa a fin de cuentas, de "estas cosas pasan, hagamos todo lo posible por vivir mejor con ello", lo que convierte a 'Cameron Post' no en una película de denuncia de la atroz existencia de estos centros, sino más bien, en la crónica del descubrimiento de una identidad contra viento y marea. La película sabe que Cameron va a tropezarse con gente como esa a lo largo de toda su vida, pero prefiere lanzar un mensaje esperanzador de "descubre quién eres, y lo demás viene rodado", por muy indeterminado que sea ese "lo demás".
Por eso, entre las vivencias de Cameron Post no están los inevitables choques con otros alumnos, que viven en grados bien distintos de aceptación de sí mismos y de quienes les rodean. Es más: de todos ellos Akhavan compone retratos que reflejan con ligereza, cierto humor pero nada de sarcasmo el hecho de que, a fin de cuentas, todos son jóvenes que han sufrido un duro proceso de autoaceptación. La contemplación de la atroz moral de los cristianos evangélicos no elimina la compasión en las semblanzas de sus víctimas.
'La (des)educación de Cameron Post': Culpas las justas
Este enfoque, que convierte a 'La (des)educación de Cameron Post' casi en una película con tono y atmósfera de comedia de campamentos veraniegos -solo que aquí la chica no es el premio para el protagonista-, es una prolongación de la película anterior de Desiree Akhavan, 'Una chica de Brooklyn (Appropriate Behaviour)', dirigida, escrita y protagonizada por ella misma. Allí, en tono de comedia urbana contaba los obstáculos que para una joven bisexual de origen persa supone enfrentarse a su propia familia y su sexualidad.
En ninguna de las dos películas Akhavan hace que sus protagonistas se cuestionen si su sexualidad es errónea o no. Sus historias tratan sobre encontrar la fuerza necesaria para luchar contra la adversidad y contra quienes no las entienden. Por eso, frente a un montón de adolescentes con el soso sorbido por hilarantes (y aterradores) grupos de rock cristiano, Cameron encuentra cariño y comprensión en un par de internos marginados (lo que, de nuevo, acerca a la película de Akhavan a otro clásico del cine teen de los ochenta: 'El club de los cinco') que se pasan el día fumados y muy reticentes a desnudar sus vivencias ante Dios. Porque saben que es así como pierden la partida, desvelando sus intimidades a quienes quieren extirparles el significado.
De forma perfectamente coherente con su crítica a quienes quieren fiscalizar la moral ajena, 'La (des)educación de Cameron Post' no tiene enseñanzas. Simplemente hace el retrato de un grupo de personas confundidas y deja que el espectador saque sus propias conclusiones cuando le toca reflexionar acerca de, por ejemplo, por qué la película se ambienta en 1993 (mi posible respuesta: para que percibamos el vértigo de que estas cosas siguen existiendo). Nada discursiva, pero con un posicionamiento muy claro, 'Cameron Post' merece convertirse, gracias a su sencillez y honestidad, en una de las propuestas indies del año. Una para ver en perturbador programa doble con el documental 'Jesus Camp: Soldados de Dios'
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