Durante una de las secuencias de ‘A la deriva’ —‘Adrift’, 2018—, el nuevo trabajo del actor y realizador islandés Baltasar Kormákur estrenado tras el simplemente aceptable thriller en clave nórdica ‘Medidas Extremas’, la pareja de malogrados protagonistas colocan meticulosamente todas las piezas que componen y permiten el correcto funcionamiento del barco de vela con el que planean surcar los océanos de medio mundo.
Esto podría ser fácilmente extrapolado y empleado como metáfora para hacer alusión al montaje cinematográfico; una herramienta que, además de dar una tercera y definitiva escritura a un largometraje —después de las aportadas por el guión y la dirección—, resulta indispensable para articular correctamente y hacer efectiva su narrativa ubicando sus diferentes componentes —escenas y secuencia en este caso— en su lugar preciso.
Independientemente del resto de factores, las malas decisiones tomadas en la sala de edición pueden mandar completamente al traste una producción, siendo 'A la deriva', lamentablemente, un claro ejemplo de esto; alzándose el montaje en paralelo que hilvana su trama a través de dos líneas temporales como el principal responsable —amén de otros males— de tirar por tierra los esfuerzos de equipo y reparto por mantener a flote una película que naufraga en unas aguas arrítmicas y carentes de emoción.
El estilo del montaje de 'A la deriva' es una consecuencia directa de otro de sus grandes males: la bicefalia conceptual. La cinta parece dudar al apostar por un género en concreto, deambulando entre los terrenos de la aventura de supervivencia y el drama romántico más empalagoso en una hibridación artificial que alterna constantemente y sin un sentido aparente entre ambos, rompiendo varios de sus momentos climáticos sin miramientos.
Por desgracia, ninguna de sus dos caras satisfacen completamente debido a un libreto repleto de excesos melodramáticos y escasa dureza, que reduce la interesante historia real en la que se basa a un manido giro efectista que no sólo se intuye desde los primeros compases del filme, sino que se resuelve de un modo tramposo e incoherente que rompe el punto de vista y duda de la inteligencia del respetable con absurdas sobreexplicaciones.
Independientemente de estos descalabros, 'A la deriva' merece cierto reconocimiento enfocado sobre la dirección de un Kormákur que demuestra una vez más su buen hacer para la acción tras 'Contraband' o '2 Guns', firmando con nervio unas notables secuencias de catástrofes náuticas apoyadas por la intensidad de Shailene Woodley quien, pese a mostrarse simplemente correcta, no sufre para convertirse en lo más destacable de un largo que se desarrolla como su propio título indica.
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