La directora Valérie Donzelli protagoniza y cuenta en 'Declaración de guerra' ('La guerre est déclarée', 2011) la tragedia que vivió junto con su compañero Jérémie Elkaïm , que aquí es coguionista e intérprete, a través de una pareja, formada por Romeo y Julieta, que afronta la noticia de que su hijo, Adán, de menos de dos años, es diagnosticado con un tumor cerebral.
'Declaración de guerra' se abre con una escena en la que el niño, ya crecido, se somete a un escáner, por lo que la duda de si el pequeño sobrevivirá a sus primeros años queda disipada. Además de eliminar esta posibilidad, la autora interpone un gran distanciamiento. Encuentro un acierto que el dramatismo no tiña el tono con tremendismos y escenas lacrimógenas y que no se muestre a los padres como los sufrientes habituales, sino como jóvenes juerguistas, para variar. Sin embargo, no llego a comprender la decisión de emplear profusión de música y film montages acompañados por composiciones musicales, voces en off poco justificadas, etc., como si estuviese jugando a hacer cine francés de los sesenta o como si hubiese tratado de parodiar lo más canónico y trasnochado de la estética de la Nouvelle Vague. Esta recreación retro que tanto podría deleitar a cualquier persona nostálgica de aquel cine me habría encantado encontrarla con otro argumento de base, pero aquí me descoloca.
Dicho distanciamiento resulta refrescante hasta cierto punto. No solo no nos encontramos ante un melodrama, sino que tiene cabida incluso bastante humor. Lo malo es que puede, para algunos espectadores, tener una efectividad excesiva. El drama no deja de estar ahí, pero no es fácil compartirlo, por causa de la cantidad de recursos fílmicos que Donzelli introduce. La empatía por la pareja y por el bebé no se ha producido –al menos, para mí– cuando reciben la terrible noticia, por lo que esta devastadora información apenas afecta. Sí existen momentos que llegan porque los hechos en sí son tan duros que lo complejo sería aniquilar por completo su capacidad de herir. Siento mayor apego por cualquiera de los personajes secundarios, que encuentro más auténticos o mejor definidos que los principales. Cuando es a los familiares y amigos a quienes se les transmite el resultado de la operación sí me emociono como está previsto. El elenco de señoras elegidas para encarnar a las doctoras supone el mayor acierto de cásting.
Por muy tremenda que sea la enfermedad del niño, el ir contemplando la forma en la que se sospecha primero lo que tiene y se averigua más tarde, el ir pasando por los quirófanos, las visitas a la sala esterilizada… suponen más una crónica o casi un documental que un argumento narrativo propiamente dicho. Lo que sí supondría un conflicto desarrollable como historia dramática es cómo esta dolencia afecta a la pareja hasta llevarlos al borde de esta ruptura o a enfrentar a las familias... La opción optimista habrá impedido a la autora centrarse en esa parte de su devenir que, incluso cuando lo confiesa, lo contrarresta con imágenes de felicidad a dúo. Para eso, podría haber mentido al respecto escatimándonos esa información y dejándonos creer que todo fue idílico. Por mi parte, me habría interesado más conocer esa separación o cualquier otra de las consecuencias derivadas de esta lucha.
He tardado en ir a ver 'Declaración de guerra', a pesar de las buenas palabras que había escuchado al respecto, porque temía sufrir en exceso con el drama que las sinopsis anunciaban. Sin embargo, tras verla, preferiría que hubiese sido más dolorosa, ya que así al menos podría decir que me ha llegado, que la he sentido, que me ha transmitido, que he empatizado con los protagonistas. Por supuesto que se agradece que el acercamiento no sea el melodramático de lágrima fácil que nos habría llegado de otras zonas del globo, sino que responda a una propuesta mucho más original. Pero tampoco supuso para mí ese canto a la vida que se me prometía.