Todo es más fácil para una película que cuenta con una campaña promocional abrumadora, ya que eso le da una visibilidad adicional con la que otros muchos títulos solamente pueden soñar. Quizá por ello, algunos optan por dejarse llevar por los excesos y las premisas disparatadas para llamar la atención del público, aunque a día de hoy la mayoría de ellas apenas consiguen que su tráiler provoque cierto revuelo para luego caer en el olvido.
No creo que nadie ponga pega alguna a la idea de sumar ‘Deathgasm’ a este último grupo, ya que su tráiler proponía una frikada gore a ritmo de heavy metal que difícilmente podía pasar desapercibida. Además, su acogida fue lo suficientemente cálida como para que ya estén trabajando en una secuela. Todo apuntaba a que iba a pasar un gran rato viéndola aprovechando su estreno en nuestro país gracias a Netflix, pero, la realidad ha sido bastante distinta.
Excesos mal entendidos
Es lógico que surja el nombre de Peter Jackson al hablar de ‘Deathgasm’, ya que sus primeros trabajos son un referente obvio de esta producción neozelandesa que busca cruzar la comedia de terror con la sobredosis de gore para conquistar a cualquier espectador que esté deseando un espectáculo de esas características. Un festival de excesos, pero es que también hay que tener talento para saber canalizarlos y es por ahí por donde empieza a fallar la película.
La primera clave de toda película es encontrar el tono adecuado para la historia que vas a contar y saber mantenerlo. A partir de ahí creas tu propio universo con unas reglas que has de saber respetar y ya tienes muchísimo ganado. Jason Lei Howden, director y guionista de ‘Deathgasm’, nunca llega a conseguir ninguna de esas cosas, empezando por un libreto que no es más que una excusa para fliparse siempre que lo crea necesario y acabando por una puesta en escena funcional que confía demasiado en los golpes de efecto.
El siguiente paso entonces es saber hasta qué punto esos golpes de efecto compensan un desarrollo argumental un tanto pobre más allá de la creación de algunos momentos llamativos por lo que sucede y no por cómo se muestra. Ahí creo que funciona mejor durante su primera hora, usándolo como recurso y no como fin único, que en un tramo final donde pierde directamente el control de la situación y ‘Deathgasm’ se convierte en un todo vale.
Esto último potencia hasta el extremo esa vena demencial que destaco en el titular, pero lo hace a costa de caer directamente en el mal gusto. Aquí el gran problema que veo es que confunde la mala leche con el despiporre, no terminando nunca de saber cómo tejer una premisa que por momentos me hizo pensar en la televisiva ‘Todd and the Book of Pure Evil’, que la supera con holgura en todo lo importante salvo en la cantidad de sangre mostrada en pantalla.
’Deathgasm’, mucha sangre y poca diversión
No obstante, calificar a ‘Deathgasm’ de desastre sería un error -por ejemplo, es mucho más llevadera que la última y aburrida invasión alienígena orquestada por Roland Emmerich-, ya que percibe la pasión de Howden, el cuidado visual dentro de lo que propone tanto en estética como a la hora de encajar con las imágenes la efectiva banda sonora, y además hay instantes puntuales bastante simpáticos -pienso principalmente en cierto decapitamiento-, pero nunca es consistente en la diversión, algo a lo que también ayuda el tratamiento de personajes.
No es tanto una cuestión de verosimilitud -al que le moleste cómo reacciona la protagonista que se lo haga mirar, porque encaja dentro del peculiar universo planteado- como de interés -y de cómo abordan las relaciones entre ellos-, ya que en realidad sólo los secundarios transmiten la sensación de estar pasándoselo bien, mientras que los dos protagonistas caen en una relativa intensidad que le hace un flaco favor, ya que, al menos en mi caso, me restaba mucho a la predisposición a reírme con lo que me proponía ‘Deathgasm’.
Ese último punto no sería especialmente problemático si el aluvión de chistes realmente fuera tan singular como quiere ser la película, pero su tendencia al homenaje le pasa factura con bromas ya vistas en varias ocasiones y otras que no suelen terminar de funcionar más allá de lo chocantes que puedan llegar a parecerte. Es cierto que no dejarse llevar por la tiranía de lo políticamente correcto -algo que comparte con otra algo decepcionante comedia que también llegó a España vía Netflix- se agradece mucho en los tiempos que corren, pero hace falta más.
Además, ese toque gamberro también ayuda a ser un poco más generoso con el absurdo reinante -algo que por sí mismo puede ser positivo-, pero es que acaba por resultar caricaturesca en el peor sentido posible y durante su tramo final, cuando debería llegar la gran traca final que le deje a uno “flipado”, yo había caído en un estado de cierta indiferencia. Como boceto para pasar luego a algo mejor pensado aún tiene sus valores, pero ahora habrá que ver si Howden es capaz de mostrar esa muy necesaria evolución para ello.
En definitiva, ‘Deathgasm’ es una propuesta demencial que sobre el papel contaba con los ingredientes adecuados para molar muchísimo, pero a la hora de la verdad sale un cóctel bastante fallido que no sabe muy bien cómo manejar su esperada tendencia al exceso. Con todo, tiene varios detalles que merece la pena rescatar, pero no los suficientes como para dar la talla en su objetivo primordial de divertir al espectador. Una pena.
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