Los títulos de crédito iniciales de ‘Deadpool’ (íd., Tim Miller, 2015) ya dejan bastante claro que es lo que vamos a ver: una estupidez. El recorrido de la cámara por la imagen congelada de una secuencia de acción del film va mostrando detalles poco a poco. Tirando mano del cachondeo fácil se insulta al actor principal, al director, y así sucesivamente con todos, menos los guionistas, a los que en un alarde de sarcasmo llaman los verdaderos héroes.
Está claro, sin un guión no existe una película, es el principal germen para que cualquier proyecto cinematográfico salga adelante —otro día nos encargaremos de desmentirlo citando la cantidad de películas que han salido adelante sin guion a lo largo y ancho de la historia del cine—; el problema es que en este chiste que es ‘Deadpool’ lo peor de todo es precisamente el guion, de una simpleza que asusta. Claro que hablamos de Marvel, no le podemos pedir peras al olmo.
Saturación
Tras el lamentable tratamiento que había tenido el personaje, creado por Fabian Nicieza y Rob Liefeld, en la penosa ‘X-Men orígenes: Lobezno’ (‘x-Men Origins: Wolverine’, Gavin Hood, 2009), Ryan Reynolds se encargó de impulsar un proyecto enteramente para el personaje. Ayudado por el original, dicen, Tim Miller, el resultado se ha saldado con un éxito espectacular dentro del ya de por sí taquillero mundo de los superhéroes cinematográficos. Todos andan locos como adolescentes salidos con esta película.
Y es precisamente para adolescentes poco exigentes esta película que ha obtenido una calificación R en los USA, lo cual no deja de resultar irónico, puesto que el artilugio de Miller está destinado principalmente a gente con edades inferiores a la citada calificación; no obstante en los cines miran el carnet de identidad, no la edad mental. La terrible realidad es que ‘Deadpool’ no vale ni para desconectar un par de horas de la realidad. Termina agotando por saturación.
En una película en la que se disparan, nunca mejor dicho, miles de chistes por segundo, es evidente que alguno, incluso algunos, tengan gracia; en mi caso me hacen reir los destinados a burlarse de la franquicia de X-Men —Coloso vomitando no tiene precio—, en lo que parece un ejercicio chistoso de metacine. Romper la cuarta pared para ejercer un diálogo casi continuo con el espectador es algo que termina por volverse en contra de la propia película, que no termina de encontrar el tono adecuado. Por no hablar de la anarquía sin sentido de muchos de los chistes que tiran de dicha herramienta.
El show de Ryan Reynolds
La historia es tan pobre —recuerda en su lamentable historia de amor a la realizada en la, ésta sí excelente, ‘Darkman’ (íd., Sam Raimi, 1990)— que necesitan montarla a base de flashbacks para intentar hacerla atractiva. Los personajes son tan ridículos —el villano y los dos X-Men claman al cielo— que no interesan lo más mínimo. Uno jamás siente la emoción, o supuesta sensación de peligro, o ningún tipo de sentimiento existente, salvo la de tener que sumarse al resto de espectadores en lo que parece una secta cuyo credo es la risa tonta, porque sí, porque Deadpool mola y es la monda.
No obstante hay algo innegable en el film, el entusiasmo con el que se entrega Ryan Reynolds al film. Jamás pensé que algún día terminaría diciendo que lo mejor de una película es Ryan Reynolds. Creo que es el único que se cree lo que está haciendo, y su carisma es visible tanto sin máscara como detrás de ella, que es la mayoría de las veces. Sin verle la cara, resuena aquel dicho de Cary Grant, que rezaba que un tanto por ciento muy alto del trabajo de un actor dependía del uso de la voz.
Voz, y también la forma que tiene Reynolds de moverse en pantalla, con una seguridad que asusta, convencido totalmente de que él es Deadpool. Lo cierto es que si no fuera por él, la película sería un auténtico sufrimiento, que poco le falta para serlo, pero Reynolds logra evitar el desastre total con una interpretación llena de cachondeo y carisma. Con todo, y dado que el guion es de juzgado de guardia —a lo que habría que añadir una poco personal puesta en escena—, que el personaje central destaque es de una lógica aplastante.
‘Deadpool 2’ es más que un hecho. Podemos echarnos a temblar.
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