‘De Nicolas a Sarkozy’ (‘La conquête’, 2011), de Xavier Durringer, se estrenará mañana, viernes 13 de abril, solo unos días antes de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, en las que el protagonista del film, propuesto a la relección al frente de la Unión por un Movimiento Popular, podría caer derrotado ante el socialista François Hollande.
Independientemente de dónde ocurran o cuánto nos afecten, los movimientos políticos, ya sea dentro de un partido de esta índole, como de una gran empresa o de cualquier tipo de asociación; suelen tener el atractivo del ingenio, del complot, de la treta… Así hemos podido disfrutar de cine que trataba de ascensos políticos ficticios o históricos en numerosas ocasiones. Y no me refiero solo a referentes más inmediatos como ‘El candidato’ (‘The Candidate’, 1972), de Michael Ritchie; ‘Primary Colors’ (1998), de Mike Nichols, o las más recientes, ‘Los idus de marzo’ (‘The Ides of March’, 2011), sino a cine que muestra a personajes habilidosos para urdir planes que les favorezcan y hundan a sus rivales, ya que el politiqueo puede darse tanto en política como en cualquier otro ámbito.
La forma de trepar por las barbas de Jacques Chirac que Sarkozy pone en práctica a lo largo de toda esta película carece de ese halo de fascinación del mal. Puede deberse a que se lo presenta como alguien muy directo y sincero y por ello vemos más de ambición y tesón que de malas prácticas o puede ser que la simplificación de los movimientos haya derivado en la anulación del intríngulis. Quizá hayan sido las responsables las intenciones de aniquilar la imagen de inteligente y maquiavélico de la que goza el presidente.
Denis Podalydès da vida a Nicolas Sarkozy, a través de gestos exagerados y una acusada actitud taimada, que podrían percibirse como la cara íntima del político, aquella que nos estábamos perdiendo hasta que llegó la película, si cuando lo vemos en público supiese reproducir el atractivo que desprende en la vida real su figura pública. Pero el actor en todos los casos queda muy por debajo en magnetismo con respecto al auténtico Sarkozy. Dibujarlo tal cual es no habría supuesto favorecerlo ni ponerse de su parte políticamente, sino que se habría podido entender mejor su meteórica ascensión con una plasmación más realista y menos caricaturesca de sus ademanes y su semblante.
Bernard Le Coq, a quien algunos recordaréis como “el hombre de la tónica”, alcanza un asombroso parecido físico con Jacques Chirac para encarnar a un ser bonachón y pasivo que deja que todo lo que transcurre en la película escape entre sus dedos, no sé si como calco fidedigno de una verdadera actitud del antiguo presidente o por causa de un estampa pobre rubricada en el guion. Samuel Lebarthe como Dominique de Villepin no es ajeno a la imitación guiñolesca y es que no hay que olvidar que en Francia es donde más cuajaron estos monigotes del Plus.
Cine francés para franceses
La progresión argumental existe en ‘De Nicolas a Sarkozy’ y en ella van envueltas las evoluciones de los personajes. Pero el elemento narrativo fundamental que no se encuentra es el del conflicto. Si nuestro protagonista –nuestro punto de vista– es el del candidato, los obstáculos apenas existen, excepto en su vida personal, que compone el elemento más interesante con creces de todo el conjunto. Tomar como perspectiva la de Chirac habría permitido una narración de mayor intensidad por contar con un conflicto muy marcado. De esta forma, con Sarkozy como eje, más que un relato, tenemos entre manos una crónica. Esto no es algo negativo, pero limita el interés a quienes sientan curiosidad por los hechos en sí. Mientras que en un relato, cualquier tipo de espectador, le incumba o no lo contado, encontrará satisfacciones.
Ese teórico espectador no interesado en los años previos a la victoria de Sarkozy también podría disfrutar la película si encontrase que le aporta algo la forma en la que está puesta en imágenes. La predominancia de los diálogos –el director procede del teatro– o la necesidad de conocimientos de política francesa para entender a qué se refieren siglas y nombres –más especificidad en los subtítulos habría ayudado–, convertirían en arduo el visionado, pero nunca supondrían un defecto fílmico o menoscabarían la calidad de una película. Sin embargo, lo que sí empaña el resultado es una realización plana, desprovista de tensión dramática, y un tanto rancia y una dirección de actores que, como ya he dicho, raya la caricatura, especialmente cuando se remata con la banda sonora circense de Nicola Piovani.
En definitiva, las pretensiones de ‘De Nicolas a Sarkozy’ son de farsa y nunca de caricatura, pero no evita caer en esta, no tanto a causa de la concesión al humor de ciertos instantes, sino de la ligereza de la aproximación y de la simplificación en los retratos humanos. Se debate entre el reflejo de una personalidad y la crónica política, sin llegar a cumplir las expectativas en ninguno de los dos frentes.