Cuando James Cameron se puso manos a la obra con la secuela del que quizá sea el único gran filme de Ridley Scott, ‘Alien’, hizo varias cosas muy bien. Una de ellas, puede que la más importante, consistió en ensanchar el mundo creado por Scott en aquélla y, sin renunciar a dejar una impronta personal, conseguir establecer una mitología, un universo con reglas propias, y que además se convertía en una cumbre de la ficción científica por su coherencia y verosimilitud. Seis años después de la segunda película, se le confiaba a una joven promesa, con grandes amigos en Hollywood que le apadrinaban, la culminación de la que se pensó podría convertirse en la mejor trilogía de ficción científica. Por desgracia, la jugada no les terminó de salir bien a los financiadores de esta franquicia.
Podríamos hablar, y dar mil vueltas, en torno a la difícil situación que se encontró en el rodaje un primerizo David Fincher. Es cierto que la producción fue caótica en todo momento, y que el guión (que sufrió varias versiones, y cada una de ellas más alocada que la anterior, aunque hubo alguna buena historia en el camino que se quedó en nada) era transformado cada semana, de modo que muy pocas páginas había definitivas mientras se iba rodando la película. Muchos defienden este primer largo de Fincher, aludiendo su escasa responsabilidad en el desastre. Pero lo único que puede, y seguramente debe, juzgarse, es lo que queda en la pantalla. Y lo que queda es un espectáculo amorfo, con buenos momentos aislados, pero que en ningún momento es capaz de levantar el vuelo. Una verdadera lástima.
Quizá lo que pedía a gritos esta trilogía (que luego conoció una cuarta entrega, y quién sabe si habrá quinta..no tengo en cuenta las deleznables ‘Alien vs. Predator’) era llegar por fin a la Tierra, con Ripley, o quizá sin ella, y plantear la historia de un modo global, pues la segunda parte, que es una obra maestra incontestable, dejaba ahí el testigo para una nueva aventura a escala quizá mundial. ¿Acaso no es el Alien de Giger la criatura más terrorífica de la entera historia del cine, y de una iconografía tan poderosa que ha producido escalofríos en el mundo entero? El enfrentamiento entre la raza humana y los correosos alienígenas era lo que pedía el espectador. No se podía superar lo que ya se había logrado, pero se podía dar una conclusión digna, intensa y esforzada.
En lugar de eso, nos encontramos de nuevo con un esquema muy similar, pero mucho más torpe, que la primera película. Regresamos al concepto de una sola criatura que va aniquilando uno a uno a un grupo de personas. De hecho, ‘Alien 3’ viene a ser una repetición, más o menos, de ‘Alien’, mientras que la comiquera (con unos buenos primeros cuarenta y cinco minutos) ‘Alien Resurrection’ intenta imitar la intensidad y fuerza de ‘Aliens’. En el caso de la película de Fincher, los guionistas David Giller, Walter Hill y Larry Ferguson (nada menos que tres cabezas pensantes) son del todo incapaces de ofrecer un solo personaje con entidad, con carisma…con algo.
Nos importa, por tanto, muy poco o nada, lo que suceda en esta película, y las sucesivas y macabras muertes de los reclusos de ese planeta-cárcel sólo nos impactan por la casquería fina que se despliega en pantalla. Entre todo esto, la gran Weaver poco puede hacer, por más que con su look quisiera impactar a la audiencia. Ya, desde el mismo comienzo, cortan de raíz su relación con Newt y Hicks, que mueren en el accidente de la nave. Cuando Cameron habla de que hay que meter al personaje en el agujero más hondo imaginable…no creemos que se refiriera a borrar de un plumazo las relaciones construidas con esmero en anteriores entregas. Pronto Ripley establece una más que interesante relación con el doctor (interpretado con su habitual solvencia por Charles Dance), pero todo acaba pronto por su repentina muerte, que no parece afectar debidamente a una solitaria Ripley.
El personaje de Charles S. Dutton sí podía haber dado algo más de sí, aunque como otras muchas ideas, acabe bastante desaprovechado. Pero parece que vive en otra película, que no está en ‘Alien 3’, que se ha colado en la pantalla. Ni siquiera en su sacrificio final (en off…) este buen intérprete carga la tensión necesaria a la secuencia. Y es que muy pocos o ningún momento de verdadero terror tienen lugar. Dado que la criatura ha nacido esta vez del interior de un perro, su morfología ha cambiado sensiblemente, diferenciándose de las criaturas anteriormente vistas. Esto lo utiliza Fincher para una pretendidamente gran secuencia de persecución final, basada en la vista subjetiva del alienígena, que avanza veloz por los sinuosos pasillos de la instalación, dando caza a los supervivientes. Este esfuerzo de impacto visual cae (como el operístico funeral, como el clímax en el fuego, como el descubrimiento de la condición de Ripley) en saco roto. No impacta, sino que irrita, y el punto de vista se pierde en un caos que, visto hoy, queda ridículo.
La impresión de que Fincher intentaba a toda costa impresionar con sus ideas visuales, en este debut, parece muy certera. En lugar de entregarse a la historia (lo que había de ella…) Fincher se esfuerza en cada plano como si fuera el último, consiguiendo algo que muy pocos directores han conseguido en Hollywood: salvar, por pura fuerza visual, una película condenada al fracaso desde su primer minuto. Si hay algo destacable en ‘Alien 3’ es la percepción de tener a un director dándolo absolutamente todo, y sabiendo que puede ser su primer y última película. A los quince minutos, está claro que la historia no va a ofrecer nada interesante, pero obtenemos una formulación plástica, unos encuadres y un sentido de lo cinemático muy por encima de la media.
Sus errores, que son muchos, se deben mayormente a no conocer las propias limitaciones, y sus aciertos, que son pocos pero prometedores, revelan a un cineasta con una mirada personal y turbia, interesado por los pliegues de la imagen, por sus posibilidades de mutación. Asistimos al nacimiento imperfecto de un cineasta singular, capaz de dotar a la textura misma de la imagen de un sentido profundo y psicológico, anímico casi. Las retorcidas atmósferas de esta película compiten de tú a tú con la capacidad atmosférica de Ridley Scott (y en eso tiene mucha culpa su conocimiento de la cinematografía, ayudado por el entonces veterano, y ya fallecido, operador Alex Thomson) . El insano aire de sus ambientes se erige en categoría narrativa, y en una confesión artística: “no puedo con esto, pero merezco otra oportunidad”.
La tendría, tres años después. No ha regresado a la ficción científica, quién sabe si escaldado después de esta terrible experiencia. La película fue un semi-fracaso en taquilla y sufrió un varapalo de la crítica. No habían conseguido cuajar una conclusión convincente, que encerrara todas las claves del universo alien. Y Fincher habría de esperar para mostrar de lo que era capaz.