Ella es una furcia barata. ¡Mataste a mi madre, asesino!
Seguimos con el especial dedicado a la fascinante carrera de David Cronenberg, a solo unos días del estreno de su último trabajo, 'Un método peligroso' ('A Dangerous Method', 2011). Tras haber leído y visto entrevistas sobre 'Spider' (2002), me ha resultado muy llamativo el intenso interés que sintió el director canadiense por este proyecto. Con 58 años, en la cima de su carrera, mantiene la coherencia que caracteriza su trayectoria artística, al margen de la industria, y decide apostar por la pequeña historia de un hombre esquizofrénico. Una historia que le llegó en forma de guion junto a una carta donde Ralph Fiennes se comprometía a interpretar el papel principal. Cronenberg llevaba tiempo deseando trabajar con el actor y solo tuvo que leer unas páginas para quedar atrapado por las redes de Spider, un personaje creado por el escritor Patrick McGrath en una novela publicada en 1990, que él mismo se encargó de adaptar para el cine.
A causa del empleo de su padre, McGrath pasó su infancia en una institución para criminales psicópatas, y posteriormente llegó a trabajar en un centro para enfermos mentales. Sin duda, sus experiencias fueron de gran ayuda para crear, entender y dar coherencia al personaje protagonista de su relato, para convertirlo en alguien real, humano, con el que poder sentir empatía (a pesar de todo). Cronenberg ha confesado repetidamente que se sintió muy identificado con ese solitario hombre enfermo apodado Spider ("Araña"), y que sin embargo le interesó poco el retrato de la esquizofrenia que éste sufre. En 2001, el cineasta se reunió con McGrath para discutir el guion, que al parecer no necesitó de grandes modificaciones; lo más importante fue la supresión de la voz en off, que Cronenberg considera un recurso demasiado literario. En la versión cinematográfica, Spider no habla de sí mismo, no se explica, no se dirige al espectador, simplemente existe. Y la cámara trata de captarlo, de expresar su realidad (la única que él puede experimentar). De este modo, la película nos propone un sombrío viaje al interior de la mente humana, ver y sentir el mundo a través de Spider.
La película arranca en una estación de tren, lo que da mucho juego. La cámara (a través de uno de los prolongados travellings marca de la casa) avanza por el andén entre la gente (de diferente aspecto y edad, como una muestra representativa) que baja de un tren que acaba de llegar, y abandonan el lugar con el ritmo propio de la vida en ciudad. Excepto un hombre de lentos y torpes movimientos que se queda atrás, desde ya abandonado, ignorado. Tras leer la dirección escrita en un trozo de papel que guarda en el calcetín que usa de cartera (escondida en la entrepierna), el solitario Dennis Cleg ("cleg" significa "tábano", un insecto) camina entre murmullos por unas calles desiertas con puertas y ventanas tapiadas, lo que no puede ser otra cosa que una de esas metáforas que Cronenberg suele incluir en sus trabajos. La acción tiene lugar en Londres, por cierto, y se filmó allí excepto los interiores que fueron recreados en Toronto (el mismo sistema que se siguió con 'M. Butterfly'). Llama la atención que Cronenberg no pudiera trabajar esta vez con Carol Spier (quien forma parte de su equipo habitual desde 'Fast Company'), estando acreditado Andrew Sanders en la tarea de diseño de producción. Es probable que el motivo fuera la falta de presupuesto, de hecho tanto el director como Fiennes renunciaron a su salario para que la película pudiera hacerse.
Dennis llega a su destino, que aunque por fuera parece otra vivienda más, es una fría pensión dirigida con mano de hierro por la señora Wilkinson (Lynn Redgrave), donde se acoge a los enfermos mentales que han abandonado el psiquiátrico pero que todavía no están listos para dar el último paso, cuidar de sí mismos y reincorporarse a la sociedad. La habitación de Dennis está en el ático (podría decirse que en el "cerebro" del edificio), apenas hay muebles, y el bajo techo inclinado transmite sensación de agobio y malestar (la escena de la bañera refleja el desamparo de este asustado niño con apariencia de adulto). En realidad, casi todos los espacios están tratados de la misma manera, son deprimentes y ruinosos, incluso las calles, a los ojos de Dennis la ciudad es un animal moribundo, podrido, el enfermo refugio de parásitos sin moral, de borrachos y furcias. La fotografía, el maquillaje (pocos actores de renombre se prestarían a salir en escena como lo hace Fiennes) y el vestuario refuerzan estas sensaciones que provienen de la mente de Dennis; una débil luz y una paleta de colores pardos y ocres bañan las imágenes de la película, para la que Howard Shore compone una música intimista y melancólica, compasiva con el desesperado y paranoico personaje principal, que trata de recomponer las piezas de su pasado, pues los recuerdos (y las fantasías) no dejan de invadir su realidad.
La vida de Dennis parece existir en un universo paralelo al del resto, con su propio espacio y tiempo; en realidad, es la idea que tiene el cineasta de la realidad, cada individuo vive la suya propia, pues cada uno tiene su propio procesador de información. Un procesador, el cerebro, que interpreta constantemente, que accede al exterior desde su propio prisma y que reconstruye la memoria para evitar el dolor, la incertidumbre o la frustración, alcanzando un estado de paz donde todo tiene al menos momentáneamente algún sentido (¿cuántas veces nos hemos explicado algo, o justificado nuestro comportamiento, de manera absolutamente lógica y razonable?). En esta creación de nuestra propia película que se proyecta en el cerebro (Spider escribe y revive capítulos de su infancia, como si fuese el guionista y el director de su biopic), incorporamos no solo auténticos recuerdos, también sueños, imaginaciones y narraciones ajenas, formando un puzle que no es otra cosa que nuestra identidad (en constante cambio); si perdemos toda esa información, dejaremos de ser nosotros. El rompecabezas (nunca mejor dicho) de Dennis no está completo, ha perdido piezas, otras están desfiguradas y otras sencillamente no encajan, lo que le sumerge en una profunda búsqueda interior donde debe atravesar las telarañas que ha tejido su propio cerebro, convirtiendo su pasado en un engañoso laberinto cuyo resultado es el individuo actual.
La infancia, el pasado en el psiquiátrico, el presente y las fantasías se entremezclan en la mente de Dennis, que confunde hechos, tiempos y rostros (todas las mujeres llegan a estar encarnadas por Miranda Richardson, su madre). En cierta manera, Dennis podría ser uno los protagonistas de 'eXistenZ' (1999), perdido en su propio juego esquizofrénico, o el escritor paranoico de 'El almuerzo desnudo' (1991), creando su propio universo ficticio (Dennis sería un artista cuya obra, de lenguaje y mirada singular, no conecta con nadie). Pero a diferencia de otros protagonistas de Cronenberg, que lo hacen por voluntad o por la acción de agentes externos, Dennis queda aislado por su enfermedad mental, el dispositivo está en su propia mente. El rechazo al sexo, la traición que cree haber sufrido y el sentimiento de culpa condicionan sus recuerdos, y por tanto, quién es. No es 'Spider' una película fácil, complaciente, que entretenga y deje satisfecho al espectador. Si buscas eso, hay una película de Ron Howard, estrenada un año antes, que te lo da. El arriesgado y honesto trabajo de Cronenberg retrata las miserias de un pobre individuo desgraciado que arrastra sus pies por un mundo al que no pertenece, que lo rechaza. Puede que sea algo repetitiva, y que sobren subrayados (el plano final, el efecto en la foto de las mujeres desnudas) pero las inmensas interpretaciones (Gabriel Byrne, John Neville, Richardson y, sobre todo, Fiennes) y solo la escena de Dennis/Spider tarareando emocionado 'Noche de paz, noche de amor' en absoluta soledad, convierten la película en una experiencia inolvidable.
Especial David Cronenberg en Blogdecine: