“¡Voy a chupar tu cerebro hasta dejarlo seco!”(Darryl Revok)
Seguimos con el especial dedicado a la filmografía de David Cronenberg. El fiasco comercial de ‘Fast Company’ (1979) pasó prácticamente desapercibido gracias a la rapidez con la que el cineasta pudo emprender el rodaje de su siguiente largometraje, ‘The Brood’ (‘Cromosoma 3’, 1979), que recordemos había escrito dos años antes, mientras atravesaba por un difícil momento personal. Los buenos resultados en taquilla del film, y las generosas ayudas públicas canadienses para la producción de películas, permitieron al director ponerse enseguida manos a la obra con un nuevo proyecto. A los productores de su anterior trabajo (la empresa Filmplan) les gustó un argumento en el que Cronenberg había estado trabajando durante años, se titulaba ‘The Sensitives’ y giraba en torno a la telepatía, el mismo tema sobre el que se centraba su primer trabajo audiovisual, ‘Stereo’ (1969).
El borrador, que al parecer había sido descartado por la productora de serie B de Roger Corman, resultaba apetitoso en aquel momento porque el tema parecía haberse puesto de moda gracias al éxito de ‘Carrie’ (Brian de Palma, 1976), en la que, como sabéis, Sissy Spacek interpreta a una tímida joven con poderes telekinéticos (su rostro desencajado y empapado en sangre es ya un icono de la Historia del cine). Tras el estreno de ‘Cromosoma 3’ Cronenberg había dejado atrás la peor época de su vida; se había vuelto a casar y volvía a ser padre otra vez, se encontraba feliz, confiado y lleno de energía, así que aceptó el reto de los productores de rodar cuanto antes su nueva película, que ahora se llamaba ‘Scanners’, sin tener siquiera el guión terminado. Fue un error, como reconocería más tarde, y dio lugar al rodaje más difícil con el que se había enfrentado hasta entonces, llegando a calificar de milagro el montaje final. Pero sin riesgo no hay gloria, ¿verdad?
En la mente del mutante
Para este film, Cronenberg recupera algunas ideas con las que ya había jugado en ‘Stereo’ (el paciente que se intenta taladrar el cráneo o la armonía de la comunidad telepática) y las inserta en una trama convencional, con buenos y malos, misterios y explosiones, dando como resultado una película accesible y entretenida, igualmente inquietante y personal. Como en sus anteriores trabajos, el cineasta apuesta de nuevo por incluir lo extraño, los elementos fantásticos y de terror, dentro de lo cotidiano; por perturbar al público en los sitios donde se siente seguro. Así, ‘Scanners’ arranca en un centro comercial un día cualquiera, en el que no hay demasiada gente y la que hay va de un lado para otro tranquilamente pensando en sus cosas. Por ahí camina un solitario vagabundo, tambaleándose, probablemente borracho; representa lo opuesto al clásico héroe.
El hombre encuentra restos de comida en una mesa de un burger y se sienta, intentando pasar desapercibido; no lo consigue, su aspecto y su olor le delatan. Pronto oye los comentarios de dos señoras que están un poco más lejos, y una de ellas se refiere a él de manera despectiva. El vagabundo mira a la mujer fijamente, quien a los pocos segundos empieza a sentirse mal (nosotros oímos un sonido que se va agudizando poco a poco, dando la sensación de que estamos quedándonos sordos, un efecto muy acertado). La mujer entra en estado de shock, cae al suelo y su cuerpo empieza a sufrir convulsiones; hay que destacar cómo Cronenberg se limita a mostrar un plano de las piernas agitándose furiosamente (algo que rodaría posteriormente porque hay un despiste en la continuidad), del mismo modo que ha evitado escenas desagradables en el pasado (por ejemplo, la escena del vómito del parásito en la bañera de ‘Shivers’). Véase también una ejecución fuera de plano que hay al final, cuando la imagen no es relevante, cuando no importa que exista, se prefiere sugerir.
Es interesante que durante el ataque el agresor parece estar sufriendo tanto como la agredida, incapaz de controlar lo que ocurre; en realidad, no desea hacer ese daño. Entonces, dos hombres lo descubren y se lanzan a por él; tras una fugaz persecución (ágil, muy bien montada), terminan cazándolo como si fuera un animal, disparando un tranquilizante. El individuo es llevado a una extraña clínica (con pinta de local abandonado) dirigida por el doctor Paul Ruth, el habitual científico de las películas de Cronenberg, un hombre solitario de teorías extraordinarias cuyos experimentos acaban provocando todo tipo de mutaciones físicas y psicológicas en sus pacientes. Nada más recibir a su nuevo huésped, Ruth lo somete a una prueba con la que confirma sus habilidades, obligándole a procesar toda la información mental de un grupo de voluntarios (es una escena larga y repetitiva que se podría haber recortado, e incluso eliminado, pues no añade nada nuevo).
En poco tiempo se resuelven las primeras incógnitas de la película. El vagabundo se llama Cameron Vale y es lo que se conoce como un “scanner”, un monstruo o accidente de la naturaleza, según uno de los personajes; un mutante con poderes telepáticos que puede penetrar en la mente de los demás. Gracias a una medicina creada por el propio doctor, llamada “ephemerol” (de “efímero”, como sus efectos), Cameron deja de oír las voces de su cabeza y puede relajarse, pensar por sí mismo. El nuevo paciente de Ruth descubre que puede controlar sus habilidades (más rápidamente de lo normal) y que hay otros como él ahí fuera. A través de una vieja grabación (que parece un extracto de ‘Stereo’), Cameron conoce a un “scanner” especialmente poderoso, violento y demente, llamado Darryl Revok; su némesis.
Búsqueda, aprendizaje y destrucción
Ruth explica que la idea inicial era convertir a los “scanners” en poco menos que armas definitivas, al servicio de una gran empresa dedicada a la seguridad, ConSec, que es la costea los experimentos (es la típica corporación secreta que suele aparecer en las películas del director). Revok logró escapar y durante años ha estado reclutando “scanners” para crear un grupo clandestino que aspira a dominar el mundo; a los que se le resisten simplemente los va eliminando. Así que la misión, la finalidad de Cameron, una vez que logre dominar las facultades de su mente, será encontrar y derrotar al segundo, antes de que sea demasiado tarde. La trama se complica como si de un film de espionaje se tratase cuando uno de los ejecutivos de ConSec trabaja en realidad para Revok, revelándole las intenciones de Ruth (en una escena muy elegante pero absurda, pues es obvio con quién habla aunque no nos muestren su rostro).
Apuntaba antes de comenzar este especial, que a lo largo de su carrera David Cronenberg nos ha dejado imágenes realmente poderosas. La de arriba es sin duda una de ellas. Treinta años después, aún sigue resultando tan efectiva e impactante como cuando se vio por primera vez. Fabricada artesanalmente, sin arreglos informáticos, sigue funcionando por cómo está planificada dentro de una escena realmente ingeniosa. Comienza como si nada fuera a suceder, con un personaje hablando de manera monótona, progresa con extrañeza, aumenta la tensión hasta llegar a resultar incómodo seguir mirando, y en el momento apropiado… ¡explota! Es un instante, sin repetición ni cambio de ángulo. Como cuando filma accidentes de coche, Cronenberg prefiere recrearse en el suspense previo al impacto, el cual queda reflejado de manera natural, inmediata, como un accidente que has presenciado in situ.
La escena sirve para presentar al público a Revok, el personaje más interesante de la película y uno de los más fascinantes creados por Cronenberg, a lo que contribuye desde luego la elección y el fantástico trabajo de Michael Ironside (que en algunos planos llega a recordar al Jack Nicholson más perturbado) en uno de sus primeros y más destacados papeles en el cine. Menos acertado esté el hierático Stephen Lack en la piel de Cameron, dando vida al clásico personaje de la filmografía del director que lucha contra sí mismo, que se resiste a admitir los cambios que está sufriendo; resulta curioso que Cronenberg acostumbre a elegir actores tan parecidos físicamente para estos roles (incluyendo el peinado), y es que Lack parece el hermano de Allan Kolman en ‘Shivers’ (1975) o de Jeff Goldblum en ‘La mosca’ (‘The Fly’, 1986). Por otro lado, no se saca mucho partido al personaje que interpreta Jennifer O’Neill (que no se llevó muy bien con el director) y que prácticamente se limita a correr de un lado para otro siguiendo a Cameron, y Patrick McGoohan tampoco tiene un personaje muy jugoso, a diferencia del de Oliver Reed en ‘The Brood’.
Sí que resulta muy suculenta la breve participación de Robert A. Silverman como un “scanner” particularmente excéntrico (casi repite el mismo papel que en ‘The Brood’) que se ha dedicado al arte para lograr permanecer cuerdo, compartiendo con Cameron una escena en la que llegan a mantener una conversación sentados en el interior de una gigantesca cabeza, una imagen simbólica extraordinaria; por otro lado, uno no puede evitar preguntarse si el propio Cronenberg no está sirviendo en bandeja (para su propia diversión) una falsa representación de sí mismo dirigida a todos los que pensaban que no era más que un desequilibrado al que le dejaban hacer películas. No menos sugerente es el clímax y el desenlace de la película, que aún hoy compruebo que genera dudas sobre quién derrota a quién. Al margen de los espectaculares efectos especiales que dan pie a algunos momentos realmente poderosos, sobresale el comportamiento y la transformación de Cameron, entregándose a la destrucción para lograr la trascendencia.
Viendo ‘Scanners’ es inevitable acordarse de los ‘X-Men’ de Bryan Singer (Cronenberg habría sido un director perfecto para rodar una película sobre esos personajes) e incluso de ‘El imperio contraataca’ (‘Star Wars: The Empire Strikes Back’, 1980) en lo referente al aprendizaje de Cameron y su duelo final con Revok (no es su padre, pero casi). La película no es redonda, desde luego, hay fallos de ritmo y escenas que no aportan nada, se nota la improvisación en algunos momentos de la trama (que da vueltas sobre sí misma sin avanzar demasiado), pero no es menos cierto que hay fotogramas que se te graban en la memoria (sobresaliente el acompañamiento musical de Howard Shore) y que en definitiva resulta una gozosa mezcla de géneros en la que cabe terror, ciencia ficción, suspense, acción, drama e incluso una pizca de romance. En este sentido, es posiblemente la película más divertida de Cronenberg hasta entonces, aunque que no llegue al nivel de ‘Cromosoma 3’, más sólida y compensada que ésta.
Económicamente, ‘Scanners’ (titulada en nuestro país como ‘Scanners… su solo pensamiento podía matar’) fue otro éxito para Cronenberg convirtiéndose en su película más taquillera, dando pie a varias secuelas (en concreto, ‘Scanners II: El nuevo orden’, ‘Scanners III: El poder de la mente’, ‘Scanner Cop’ y ‘Scanner Cop 2’), en las que el cineasta no tuvo nada que ver. También le reportó premios en certámenes dedicados al género de fantástico, si bien la crítica especializada seguía en general negando cualquier valor a su trabajo, atacando especialmente las escenas gore del film (cuando en realidad sólo hay dos escenas que pueden considerarse desagradables, y están plenamente justificadas). Al parecer, el cineasta estuvo muy interesado en filmar a continuación una nueva versión de ‘Frankenstein’ pero finalmente no se llevó a cabo, y aunque es de lamentar, esto posibilitó que Cronenberg se lanzase a filmar uno de sus títulos más recordados: ‘Videodrome’.
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