David Cronenberg: 'Cromosoma 3', la pesadilla de un padre

David Cronenberg: 'Cromosoma 3', la pesadilla de un padre
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Habíamos dicho que en 1977 David Cronenberg tenía escrito un guión titulado 'The Brood', que deseaba convertir en su quinto largometraje. Sin embargo, y a pesar de lo rentables que habían resultado 'Shivers' y 'Rabid', no encontró financiación, lo que le llevó a aceptar el encargo de dirigir 'Fast Company', un producto que se alejaba diametralmente de todo lo que estaba haciendo hasta ese momento (lo más parecido que realizará luego será 'Crash', y lo único en común es que hay coches). Liquidado el asunto, y gracias a un generoso sistemas de ayudas públicas al cine, Cronenberg recuperó el proyecto que había dejado aparcado, y empezó un nuevo rodaje tan sólo tres meses después de acabar el anterior.

Estaba decidido a volver al camino del que se había desviado momentáneamente. Puede que para sus seguidores fuese un error aceptar por aquel entonces un encargo cuya blandita historia no había salido de su cabeza (si bien, como señalamos, arregló bastante el guión), pero ahora parece claro que su trabajo en 'Fast Company' supuso un punto y aparte fundamental para su carrera. Además de conocer a unos nuevos colaboradores con los que se entiende perfectamente, el canadiense parece renovarse, adquiriendo una especie de lucidez, y de madurez, que le lleva a dar un salto de calidad con su siguiente película. Para mí es indiscutible que 'Cromosoma 3' (título con el que se conoce a 'The Brood' en nuestro país) es lo mejor, lo más inquietante, contundente y retorcido que había filmado Cronenberg hasta ese momento.

Retomando las inquietudes originales

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'Cromosoma 3' (que debió haberse titulado 'La prole') es un regreso del director a las historias terroríficas centradas en los efectos de experimentos siniestros, que le habían reportado éxito y cierta fama, pero por encima de todo es un retorcido drama familiar cuyas raíces se encontraban dentro del propio Cronenberg. La película nos presenta a Frank Carveth, el típico protagonista simplón y honesto cuya máxima preocupación es su hija, conocida cariñosamente como Candy. Frank recoge a la pequeña en la clínica donde está internada su perturbada esposa, Nola, quien ingresó allí atraída por los supuestos milagros de una nueva ciencia creada por el misterioso psicoterapeuta Hal Raglan. Ya en casa, Frank descubre marcas de agresiones en la espalda de Candy; la niña no habla, pero el padre tampoco lo necesita, culpa a la madre y decide no cumplir con el régimen de custodia acordado. Las espeluznantes consecuencias serán totalmente inesperadas...

Es fácil reconocer elementos habituales del cine de Cronenberg en este film, que lleva su firma desde la primera escena (Hal llevando al límite a un paciente) hasta la última (similar a la que cierra 'Shivers'). Tenemos al médico o científico que pretende encabezar una revolución con sus extravagantes teorías, los experimentos que se derivan de éstas, los frutos de todo ello, que se manifiestan físicamente dando lugar a transformaciones grotescas del cuerpo humano, la jerga técnica, los quirófanos, las escenas violentas, el protagonista ingenuo que se ve en medio de una tormenta que no alcanza a entender, fiel a su rígida manera de pensar hasta que ya no puede evitar asumir la realidad... y el contagio. Tras el paréntesis de 'Fast Company', el cineasta vuelve a su universo siniestro, a su particular cine de terror.

Buceando en su propios temores

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Sin embargo, es evidente que esta película posee una energía única, una poderosa capacidad para atrapar al espectador que no existe en sus anteriores trabajos. Y creo que la razón es que el cineasta la abordó de otra manera, por primera vez puso su alma en ella. No estamos simplemente ante otra película más de Cronenberg, un producto de entretenimiento con imágenes desagradables (y aquí hay una realmente repulsiva); al contrario, es su película más cruda y verdadera de todas las que había hecho. De hecho, se vive y se respira como si estuviésemos mirando la realidad a través de una ventana, no como un relato fantástico. Es necesario aclarar aquí, y no es ningún secreto, que el director pasaba por momentos difíciles en su vida durante la concepción de 'Cromosoma 3', en 1977, comparada por el propio Cronenberg con 'Kramer contra Kramer' (1979).

El cineasta se había divorciado recientemente de su primera esposa, Margaret Hindson, con la que se había casado en 1970, y viviendo ya con otra mujer (Carolyn Zeifman), tuvo que enfrentarse a una fea lucha (como casi todas las de este tipo) por la custodia de la pequeña Cassandra, que en ese momento contaba con apenas cinco años; no es excesivamente complicado ver las similitudes con la trama de 'Cromosoma 3', más aún cuando Cronenberg acusa a Margaret de vivir en una especie de secta, a donde quería llevar a Cassandra. El director ha reconocido que sintió un gran temor por perder a su hija, que en aquella época se sintió extrañamente posesivo con ella. La experiencia le afectó profundamente y quiso abordarla, explorarla, enfrentarse a ella y superarla, trasladándola a una historia de ficción donde por suerte logró imprimir todo lo que había vivido durante ese difícil período.

Más dinero y más talento

Desde luego, y aunque lo esencial sea el cambio en el propio Cronenberg, no le vino mal contar con un presupuesto más alto de lo habitual, en torno al millón de dólares (lo que en cualquier caso sigue siendo una cifra modesta). El canadiense estaba acostumbrado a lidiar con cifras más bajas, a sacar el máximo rendimiento al dinero disponible, y así lo volvió a hacer en esta ocasión, apoyado sin duda en las importantes contribuciones de un equipo técnico entre los que destacan la directora artística Carol Spier, el director de fotografía Mark Irwin, el especialista de sonido Bryan Day (a estos tres los conoció el director durante el rodaje de su anterior película) y un compositor al que conocía desde hacía años y que prácticamente era un debutante en el cine, llamado Howard Shore.

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Como vimos, desde sus primeros trabajos, Cronenberg sacaba provecho del potencial de los efectos de sonido para componer sus genuinas e inquietantes imágenes, pero no será hasta ahora, con la afortunada incorporación de Shore, cuyo talento para la creación de atmósferas se integra de forma natural con la visión del director, cuando éste comprenda también lo mucho que puede aportar la música a su cine. Gracias sobre todo a Irwin y Shore, Cronenberg aprovecha al máximo las escenas de intriga y terror que había escrito, llegando a recordar al mismísimo Hitchcock; no sólo por la música (a lo Bernard Herrmann), o que se juegue hábilmente con el fuera de campo, con el miedo que sienten los personajes por algo que no ven, sino que incluso la escena en la cabaña, donde Raglan camina con pies de plomo temiendo despertar a la amenaza, parece sacada del final de 'Los pájaros' (1963).

No menos valiosa es la labor del reparto. Incluso cuando en sus primeras películas tuvo que contar con amigos o gente sin experiencia, Cronenberg siempre se ha mostrado especialmente hábil escogiendo y dirigiendo actores; claro que esto no impidió que a veces se notara la escasa competencia de éstos, provocando escenas forzadas en la que los diálogos no resultaban muy creíbles. Pero el director tiene más suerte con 'Cromosoma 3'.

A excepción de Art Hindle como Frank (tremendamente similar al protagonista de 'Rabid'), los demás intérpretes están impresionantes, sorprendiendo la jovencísima Cindy Hinds (muy parecida, supongo que no por casualidad, a Heather O'Rourke, la niña de 'Poltergeist'); en la secuencia en la que es atacada a través de la puerta parece que realmente la pequeña estuviera temiendo por su vida. Oliver Reed como el enigmático Raglan y Samantha Eggar como la enferma Nola aportan un plus impagable; están soberbios en toda la película, pero especialmente recomiendo observar a Reed en la primera escena y Eggar en la última, ejemplos de que a veces basta sólo con un intérprete y los diálogos justos para provocar todo tipo de sensaciones.

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Como nota curiosa, y para ir terminando, cabe comentar lo ocurrido con la censura canadiense; Cronenberg quedó tan enfadado por lo que habían hecho a 'Cromosoma 3' que llegó a calificar de "animales" a los censores. Entre los cortes que hicieron, eliminaron un plano del final por considerarlo repulsivo, pero el resultado fue aún más desagradable, pareciendo que en lugar de lamer se estaba devorando a un recién nacido. Aun así una vez más, como ocurrió con 'Shivers' y 'Rabid', la película funcionó muy bien en taquilla pero fue en general menospreciada por la crítica. Y es que por aquel entonces a muchos de los llamados expertos en cine todavía les costaba (y aún les cuesta) entender que también se puede hacer cine personal, de autor, películas de calidad, dentro del género fantástico y de terror. Aún era pronto para ellos. Por su parte, Cronenberg estaba lanzado. Habiendo completado su mejor película, y con otro guión ya entre manos, titulado inicialmente 'The Sensitives', no deseaba más que emprender un nuevo rodaje.

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