El trompazo de 'Quantum of Solace' (id, Marc Foster, 2008) en taquilla era tan sonoro como el que se llevaba por parte de la crítica. Ya veíamos ayer que razones no faltaban en uno y otro extremo y que, tras el gustazo que había sido ver a un Bond en plena forma repartiendo ostias como panes en 'Casino Royale' (id, Martin Campbell, 2006), las enormes expectativas ante la segunda aventura de Daniel Craig en la piel de 007 se saldaban con una decepción aún más grande. La incógnita obvia, esa que se hablaba a la salida de la sala con tu acompañante, se formulaba con una simple pregunta: ¿qué iba a pasar a continuación con la franquicia?
Y aunque una de las respuestas a la tan amplia pregunta quedaba resuelta muy pronto, y se sabía que Sam Mendes iba a ser el encargado de ponerse tras las cámaras en la siguiente entrega, otras como el cuándo y el cómo quedaban en suspenso durante dos largos años mientras MGM intentaba resolver sus "asuntillos" financieros. Entre tanto, la evidencia apuntaba a que el 50 aniversario cinematográfico del personaje creado por Ian Fleming iba a ser el momento en que desembarcara un filme que, por dicho motivo, no podía ser solventado de cualquier manera. El estreno de 'Skyfall' (id, Sam Mendes) en 2012 confirmó este menester de la mejor forma posible.
De nuevo, el villano
Un filme de James Bond es tan grande como lo es su némesis de turno. Quizás no de forma tan precisa ni con éstas palabras, la idea tras esta afirmación quedaba planteada en las dos entradas que ya hemos dedicado al 007 de Craig: no hay duda de que las mejores producciones del espía del MI6 son aquellas en las que se puso especial cuidado en que el villano no fuera un cualquiera, y ahí están, por poner dos ejemplos, Gert Frobe y el inolvidable Goldfinger de 'James Bond contra Goldfinger' ('Goldfinger', Guy Hamilton, 1964) o, lo comentabais en la entrada de 'Casino Royale', el Alec Trevelyan al que daba vida Sean Bean en 'Goldeneye' (id, Martin Campbell, 1996).
Con Le Chiffre en lo más alto de la lista de los mejores villanos de la franquicia y el Dominic Greene de 'Quantum of Solace' en lo más bajo, mucho se jugaba 'Skyfall' en la baza que correspondía a aquél que fuera a enfrentarse a James Bond en su quincuagésimo cumpleaños. Afortunadamente, la elección de los responsables del filme no podría haber sido más certera, y ese antiguo agente traicionado por el MI6 al que pone rostro y muchas y muy melifluas maneras Javier Bardem, vuelve a estar, aunque abundante sea la controversia que pueda llegar a rodear a los que así lo opinamos, a la altura del mismo listón que Mads Mikkelsen había dejado en 'Casino Royale'.
De hecho, en lo que a respaldo de guión se refiere, las claras motivaciones de venganza de Silva quedan mucho mejor expuestas y son más asumibles por parte del espectador que las puntualmente esquivas del primer villano de esta nueva era Bond. Tanto, que el personaje se mueve en la fina línea que separa la simpatía por parte del espectador del rechazo pleno, un detalle que juega muy a favor de que entremos con más intensidad si cabe al juego que nos plantea 'Skyfall' y no sean pocas las ocasiones en las que nos lleguemos a plantear si en esta ocasión el que debería declararse ganador de la partida es el "malo".
De elección atípica a rotundo acierto
Supongo que no seré el único que arqueó ambas cejas cuando se supo que Sam Mendes iba a ser el responsable de filmar el largometraje número veintitrés de la saga de James Bond. A fin de cuentas, lo más cercano que el cineasta había estado del género de acción habían sido algunas secuencias de la olvidable 'Jarhead - El infierno espera' ('Jarhead', 2005) —a título personal, su peor filme— y el cineasta británico no se antojaba a priori como el más idóneo para cargar con la envergadura del blockbuster revienta taquillas que estaba llamado a ser 'Skyfall' —aunque muy pocos pudiéramos prever hasta qué punto.
Demostrando a todas las voces que se oponían a su elección —y no eran pocas— que su talento no estaba limitado al drama o el "cine serio", Mendes se reinventa por completo como realizador y orquesta en 'Skyfall' un pulso con el espectador de ritmo constante y en ascenso. Un pulso que deja bien claro en su secuencia inicial en Estanbul lo mucho que el cine de género se había estado perdiendo hasta ahora por no contar con él entre sus posibles valedores: la claridad expositiva de esos primeros minutos, el fantástico aprovechamiento del formato panorámico y la adrenalina que se genera en el respetable son de una calidad espectacular.
En constante escalada hasta ese brillante y asombroso final de segundo acto que es la ejecución del plan de Silva, no es atribuible al director sino al guión el bajón de ritmo que 'Skyfall' da en su salto final. De hecho, en lo que a realización estricta se refiere, lo que seguimos encontrando en el clímax permanece a la misma altura que el resto de un metraje en el que la elegancia de formas se impone sobre cualquier otra disquisición para, sin duda alguna, alzarse como la cinta de la franquicia que mejores resultados ha dado en estos extremos. Y preciso: sólo en aquello que se refiere a la dirección, ya que si miramos al guión, hemos de hablar en otros términos menos afables.
Crónica de una cojera anunciada
Confiando en que hubieran aprendido la lección y dando por hecho que, con la motivación de la onomástica del personaje ondeando sobre sus cabezas, Neal Purvis y Robert Wade —a los que se uniría John Logan— darían lo mejor de sí mismos, resulta cuanto menos molesto que sea precisamente el guión de 'Skyfall' lo que peor funcione de toda la producción. No me malinterpretéis, no estaría en disposición de afirmar que a la hora de hablar de la cinta lo estamos haciendo de una de las tres mejores del personaje, si no supiera valorar el libreto que aquí sirve de base a Mendes, pero ello no quita para que considere evidentes las fisuras que éste ostenta.
La más visible de ellas, por supuesto, ese último acto que si bien no arruina la función, sí que sirve de apoyo indiscutible a todos los detractores de la película para echar por tierra los esfuerzos previos de la misma. Tachado por muchos de anticlimático y poco acorde con lo que se espera de la conclusión de una cinta protagonizada por 007, mi opinión se acerca más a lo segundo que a lo primero por cuanto, toda vez quedan atrás los necesarios minutos de calma antes de la tempestad, lo que ofrece el filme es lo suficientemente enérgico como para convencer a éste redactor.
Ello no quita, no obstante, para que sí observe con ojos muy críticos lo que concierne al cierre que se le da al personaje de Silva. Un villano de la envergadura del que encarna Bardem —¡¡y cómo lo encarna, pardiez!!— necesitaba exigía de la terna de escritores un final a la altura de las circunstancias, y el que la producción le depara queda lejos, muy lejos, de poder siquiera ser considerado como solvente; algo que también cabría afirmar sobre cómo, en ese afán acumulador de referencias y reinvenciones sobre la mitología bondiana, M deja tras de sí la firme impronta de Judi Dench para volver a ser interpretado por un hombre.
'Skyfall', cumpleaños feliz
Las muchas referencias que 'Skyfall' acumula en esa constante mirada que la cinta efectúa hacia el pasado de 007 abren una dual interpretación que sólo 'Spectre' (id, Sam Mendes, 2015) podrá resolver. De una parte, mientras se sonríe señalando éste o aquél guiño, resulta complicado quitarse de encima la clara impresión acerca de que todo aquello que 'Casino Royale' y 'Quantum of Solace' habían evitado incluir en términos de la faceta más rancia del pasado cinematográfico del espía con licencia para matar pueda volver a plagar sus aventuras, retrocediendo varios pasos sobre un camino que lo último que necesita es volver a ser recorrido.
De la otra, y por aquello del cumpleaños, es mayor el impulso que nos hace pensar que no, que la aparición del nuevo M, de Q, del Aston Martin y de los coqueteos con una renovada Moneypenny son sólo apuntes jocosos, pequeñas licencias para que aquellos que llevamos décadas siguiendo al agente del MI6 sepamos que el humor socarrón sigue formando parte inherente de la personalidad del mismo por más que en el adusto rostro de Daniel Craig —que vuelve a ser lo mejor de la función— haya pocos resquicios para las acepciones más ligeras del personaje.
Con la firme impresión de que será está segunda la que tome fuerza toda vez nos asomemos por fin a la resolución del misterio que ha ido desarrollándose durante las tres cintas del nuevo James Bond, queda 'Skyfall' como un filme potente, de inmaculada y soberbia realización, de interpretaciones inspiradas —estupendos Fiennes y Whishaw— y poseedor de un score notable que se aleja de postulados "Barrynianos" y obliga a Thomas Newman a realizar un ejercicio de reinvención muy similar al que lleva a cabo Mendes para ser capaz de ofrecernos sonoridades ajenas a su estilo usual.
Un ejercicio éste que da como resultado una música que cuesta atribuir al mayor de los Newman y que, en cierto modo, sirve como claro ejemplo del esfuerzo que desde 'Casino Royale' se lleva haciendo desde Eon para modernizar cánones, actualizar patrones y dar un muy necesario y profundo lavado de cara a un personaje que no habría sobrevivido de no haberse adaptado a los tiempos. Las cifras —esos más de mil millones de dólares de taquilla—, como siempre, sirven como mejor testigo e incuestionable prueba de que el trabajo realizado cuenta con un respaldo más masivo que nunca. La duda es, ¿cuánto tiempo podrá continuar así?
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