Ser fan de 'The Americans' significa enamorarte de la Guerra Fría. Significa echarse las manos a la cabeza con unas rocambolescas misiones que no creíamos que fueran verdad. Y es sufrir, pero muchísimo, con la deriva de unos personajes a los que les está vetada la felicidad. Para siempre, desde nunca. Y eso que nosotros, aunque siempre lo hemos sabido, cruzábamos los dedos para que todo saliera bien...
El pasado 7 de enero esta serie de FX ganó el Globo de Oro a Mejor Serie Dramática. En verano, se llevó el reconocimiento de los críticos en los TCA Awards con tres galardones. 'The Americans' nunca ha sido demasiado popular aunque, a los que la conocemos bien, siempre ha sabido cómo robarnos el aliento.
Hola Gorbachov, adiós Guerra Fría
A veces, las series no solo entretienen, también enseñan. 'The Americans' nos ha mostrado el pulso vivido por los dos grandes bloques en que se dividió el mundo tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Todo tiene su fin, también la prolongada Guerra Fría. En 1987, se firma el tratado INF (Intermediate-Range Nuclear Forces). En él, Gorbachov y Reagan acordaban eliminar los misiles balísticos y de crucero. ¿Un primer paso para la paz? En realidad, antes ya habíamos vivido un millar de pequeños primeros pasos, protagonizados por quienes luchaban por el fin del conflicto. Eso es lo que nos cuenta la última temporada de 'The Americans'.
En 1985, Mijail Gorbachov asciende al poder y pone en marcha una de las más importantes reformas económicas de la URSS: la Perestroika. Reformas que incluían también un giro de 180º en la política internacional. Fueron grandes cambios que no gustaron a muchos, como a algunos mandatarios de la KGB. Para ellos, las políticas de Gorbachov traicionaban a la patria y a las miles de personas que habían muerto por defender las ideas comunistas.
'The Americans' refleja, yendo del todo a lo más pequeño, al día a día más cotidiano, esta escisión entre las dos Rusias. Elizabeth y Claudia representan a quienes quieren derrocar a Gorbachov, mientras que Oleg y Philip están dispuestos a trabajar por él. Aunque este párrafo no consigue resumir ni de lejos, todo lo que hemos vivido en estos diez últimos capítulos...
Elizabeth, la implacable
¿Ha sido la gran protagonista de la temporada? Desde el minuto uno, este personaje ha evolucionado sin parar. Elizabeth (Keri Russell) es esa mujer fría y pragmática que nunca pegunta. La espía perfecta a la que no le tiembla el pulso, la que todo lo hace bien. Menos llevar adelante su propia vida.
Hemos visto a una Elizabeth cada vez más estresada y al límite en un trabajo que se ha vuelto más exigente (aunque parecía imposible). Su tarea como cuidadora de una enferma terminal ha sido el revulsivo final. Erica es determinante, pues le enseña a apreciar el arte y, seguramente por ello, la vida. A hacer terapia a través de los dibujos y canalizar sus emociones. Elizabeth abre los ojos a un mundo al que solo quería mirar de soslayo.
Estaba convencida de que el destino de Elizabeth era morir. Desde el mismo momento en que le dan esa pastilla de cianuro para que acabe con su vida si es necesario. Todas las conversaciones con Erica, en la que esta hablaba de cómo le habría gustado disfrutar más de su marido me llevaban a la misma conclusión.
Elizabeth ha sido, más que nunca, la personificación de la muerte. Para el pobre chico que tiene la mala suerte de toparse con Paige en el capítulo uno, para esos instrumentalizados Sofia y Gennadi a los que mata (casi) en presencia de su hijo... Parece más brutal y despiadada que nunca. Pero esto solo es una fachada para ocultar sus propias dudas, porque, por primera vez, siente piedad. Deja con vida a Jackson, ese cinéfilo que trabaja en la oficina del Senador Nunn. Y nosotros respiramos aliviados. ¿Será posible que Elizabeth tenga sentimientos?
Su actuación final, no solo negándose a matar a Nesterenko, sino protegiéndolo de Tatiana, consigue redimirla. No sé si es un giro lógico para el personaje, es un poco “y al final de todo, se hace buena” que resulta un tanto peliculero, pero compramos. En una pirueta aún más complicada, de alguna manera, ‘The Americans’ nos vende la idea de que Elizabeth, con este acto, ayudó a que llegara la paz. Es ambicioso pero está bien jugado.
Philip, el hombre que quería ser uno más
Cuando comienza la temporada, Philip (Matthew Rhys) es ese hombre feliz que siempre había deseado ser. Ya no trabaja para la KGB, ha ampliado su negocio, sale a bailar country con sus trabajadores...
Pero, precisamente, el no compartir misiones con Elizabeth, le está alejando de ella, de una verdad que su mujer siempre oculta. Cuando Oleg contacta con él para espiar los movimientos de Elizabeth, los Jennings se convierten, por primera vez, en enemigos. Cada uno está en un bando del conflicto soviético.
Ahora que Philip tiene una vida “normal” le asaltan conflictos como las deudas económicas. Es muy interesante cómo ‘The Americans’ juega estas tramas como si los personajes no estuvieran al borde de un abismo. Como si la serie no fuera a acabar y todo no tuviera que saltar por los aires. Así funcionan nuestras vidas, obligados a lidiar con el día a día sin saber lo que sucederá dentro de cinco minutos.
En esta serie con tan pocas certezas, si algo hemos tenido siempre claro es que Philip ama a Elizabeth por encima de todo. Pero, cuando decide volver a acercarse a su trabajo de espía, ¿por qué lo hace realmente? ¿Por qué se presta a volver a engañar a Kimmy? ¿Es por amor a Elizabeth? ¿Es porque cumple órdenes de Oleg? ¿Hay también un elemento de nostalgia? ¿O de orgullo herido, de volver a lo que sabe hacer bien ahora que en su trabajo ha fracasado?
Mirad que hemos alucinado con las barbaridades que han tenido que hacer estos dos. En especial, el matrimonio entre Philip y Martha fue apoteósico. Pero que quieran meter a Kimmy en una prisión bajo la acusación de posesión de drogas… Nos parece que no vamos a poder soportarlo. Aquí somos más Philip que nunca, nos dejamos arrastrar sin darnos cuenta de que solo nosotros podemos poner fin a tanto horror.
'The Americans' nos pone a prueba. Ese mecanismo puede ser un tanto tramposo: estás a punto de cometer la mayor barbaridad... pero no, te arrepientes.
Paige, sueños de espía
El personaje interpretado por Holly Taylor tiene el honor de haber superado esa barrera de muchos adolescentes de las series dramáticas cuya presencia solo sirve para molestarnos y cogerles ojeriza. El salto de tiempo viene de maravilla para la evolución de su personaje.
Ya es una agente, ya la vemos preparada, aunque tiene mucho que aprender, nos hemos ahorrado muchas idas y venidas. Paige siempre ha necesitado algo en lo que creer. Antes fueron sus convicciones religiosas y ahora es una Madre Patria que no conoce y que, precisamente, por eso, idealiza completamente.
Paige no duda, ser agente de la KGB es el motor que le convertirá, de verdad, en alguien especial. Mientras que para sus padres es la difícil vida que no han podido escoger, para ella es una especie de ensueño lleno de aventuras, con un halo romántico que sabemos que se romperá en cualquier momento.
Su relación con Elizabeth es mejor que nunca. Elizabeth y Claudia se lo enseñan todo. Han resultado muy tiernos esos momentos que compartían las tres en los que veían películas, cocinaban, hablaban de sus primeras experiencias… Era totalmente terapéutico para Elizabeth y Claudia, dos mujeres duras, obligadas a sobrevivir lejos de un hogar por el que, paradójicamente, luchan hasta el límite de sus fuerzas.
Y, de nuevo, cuando Paige se da de bruces con la realidad de lo que tiene que hacer, cuando llama “puta” a su madre por destrozar la vida de Jackson, cuando entiende que ser agente es entregar su cuerpo y su mente, todo se desmorona. Ha de olvidar sus propias dudas para huir junto a sus padres. Para huir de sus padres. ¿Acaso no estaba tan preparada como creía y no quiere abandonar su vida en Estados Unidos?
Stan, el hombre noble
El agente Beeman es uno de nuestros personajes favoritos. Y eso que, aunque nos encanta Noah Emmerich, al principio de la serie le cogimos un poco de manía. En fin, el vecino de los Jennings es miembro del FBI, ¿cuánto tiempo iba a tardar en desvelarse en pastel?
Pensábamos que esta trama explotaría en la primera temporada. Pero no, 'The Americans' la ha cocinado a fuego lento para la resolución doliera más. Ahora que son casi familia (pasan el Día de Acción de Gracias juntos), que Stan ni siquiera trabaja en el departamento de contrainteligencia… La verdad salta por los aires.
Una conversación con Henry (una especie de hijo adoptivo) le hace sospechar. Y comienza a atar cabos. Insisto, ya sabíamos que todo esto iba a pasar, pero ha sido doloroso ver a Stan persiguiendo a los Jennings, esperando que alguien confirmara que son unos asesinos.
Pobre Stan. Cuando, por fin, enfrenta a los Jennings, con una secuencia que pasará a la historia de la televisión, con esas verdades a la cara que llevamos tanto tiempo paladeando, cuando Philip le confiesa que ha sido su único amigo y que, por favor, les deje escapar, nuestra cabeza va a mil. Por mi parte, estoy segura de que se lo van a cargar. A ese Stan que, sin querer, con su bondad y cercanía, ha convertido su vida profesional en un infierno. Y que, ahora, no puede dejar de hacer su trabajo, un peso demasiado grande.
Pero no. La amistad entre dos espías rusos y un agente del FBI es real. Su afecto ha sido sincero durante años. Ni él mismo se lo cree. Pero Stan les deja marchar. Nosotros seguimos temblando mientras conducen el coche que les llevará a la huida.
Aunque, ¿de verdad Stan sigue vivo? ¿Qué pasa cuándo los que estaban junto a ti te han engañado durante años? Y aún más, ¿qué sucede con René? Philip le ha desvelado sus sospechas: ella también puede ser una agente de la KGB. Nunca sabremos la verdad, pero para Stan el mal ya está hecho, no puede confiar en nadie.
Oleg, el acróbata
¿Por qué ninguno de nuestros personajes favoritos puede ser feliz? Cuando el FBI captura a Oleg, el acróbata, dan ganas de gritar a la pantalla: "¿Qué hacéis? ¿No veis que está ayudando a que la URSS y Estados Unidos alcancen la paz?". Quizá lo miramos todo con ojos demasiado infantiles: los bueno, los malos... Nada es tan simple.
Oleg (Costa Ronin) es un hombre bueno, amable, incluso optimista… en un mundo en el que no se puede tener esperanza, porque serás devorado por tu propio idealismo.
Quiere hacer el bien, quiso salvar a Nina, quiso estar con sus padres, quiera ayudar a su país. No puedo evitar pensar que Weisberg y Fields, los showrunners de ‘The Americans’, han sido innecesariamente crueles con él. Después del peligro mortal que vivió en la quinta temporada, podían haberle dejado en paz, en Rusia, en la que, de alguna manera, había rehecho su vida.
Pero Arkady le recluta para una última misión en la que debe ayudar a que Gorbachov siga adelante con sus planes. Su trato con los Jennings se estrecha. Y cualquier tipo de relación con los espías más peligrosos de la KGB es demasiado para el FBI. Elizabeth ha hecho un daño devastador, los americanos necesitan cobrarse alguna victoria. Aunque sea falsa. Oleg, quien nunca ha planeado o ejecutado ninguna misión, será el chivo expiatorio.
Y al final, llegó el final
¿Cómo habíamos imaginado el final de ‘The Americans'? Muy trágico, con muchas muertes, lleno de acción y sangre... Pues no. De hecho, funcionó de una manera muy sibilina y cauta, sin grandes alharacas.
Pero fue tan desolador, tan abrumadoramente triste que, por momentos, se hacía insoportable. Si algo ha hecho que nuestros espías mantuvieran el juicio durante estas seis temporadas, fue su familia. Proteger a sus hijos, lo único verdadero en una existencia llena de disfraces y pelucas.
Elizabeth y Philip consiguen salvarse, todo su plan funciona a las mil maravillas: los pasaportes bien enterrados, el tren que les lleva a Canadá, la frontera rusa que no les pone ni una pega. Y, sin embargo, lo han perdido todo. Han perdido a sus hijos y no podemos imaginar el dolor que eso pueda causarles.
Primero, dejan a Henry atrás. Y con todo, somos capaces de entender esa decisión. Es verdad que tendrá un futuro mejor en Estados Unidos. Se las apañará para terminar sus estudios en St. Andrews y tendrá todo el amor de Stan. Pero, después, es Paige la que baja de ese tren. ¿Por qué? ¿Cómo piensa que puede ser su futuro en una sociedad en la que ya está marcada como espía?
Philip y Elizabeth vuelven a su hogar. Una Rusia tan fría y desconocida que ni imaginan cómo pueden encajar en ella. Han de empezar de cero pero su corazón está roto para siempre. Nunca podrán recuperarse de la pérdida que ellos mismos han tenido que provocar.
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