A pesar de que lo consideramos un escritor de bestsellers, que tira de estudio y produce novelas como churros, con ánimo exclusivamente comercial, de la obra de Stephen King han surgido algunos de los mejores ejemplos de la mini-historia de la adaptación cinematográfica. Fan del autor de pequeña, leí en aquellos años una gran parte de su producción y vi casi al completo lo que se ha trasladado a la pantalla de sus trabajos. Con calidad sumamente desigual, su currículum como guionista o autor adaptado, se nutre de, desde una cutre ‘Cementerio de animales’, a las más grandes obras fílmicas inspiradas en sus novelas: ‘El resplandor’, ‘Cadena perpetua’ y, ¿por qué no?, la que nos ocupa, pasando por cintas más curiosas que buenas, como ‘Carrie’, ‘Christine’ o ‘La zona muerta’. No es mi intención repasarlas todas, ya que son multitud, pero comentaré que casi la totalidad de las que pude ver, por poco estimables que fuesen, me marcaron de alguna forma y de casi cualquiera de ellas recuerdo aún ahora frases e imágenes.
‘Misery’ (1990) no solo ha constituido una de las más apreciables adaptaciones que han salido de los libros del de Maine, sino que podría ser considerada su mejor novela, quien sabe si por ser la más cercana al tener un protagonista que funciona en cierto modo como su alter-ego y por no tirar de elementos sobrenaturales o tópicos en el terror. Recuerdo devorarla una y otra vez, disfrutando del juego metalingüístico, de esa obra dentro de la obra y, por supuesto, de la relación enferma y psicopática de ambos protagonistas, retratados a la perfección en sendos casos. La película de Rob Reiner –asimismo responsable de otra de las adaptaciones más conseguidas: ‘Cuenta conmigo‘– también la consumí en varias ocasiones y es con satisfacción, por lo tanto, con lo que regreso sobre ella gracias a vuestras peticiones.
Fan fatal
Película de pocos personajes, ‘Misery’ es casi un duelo entre James Caan y Kathy Bates, del que, sin menospreciar en absoluto al actor, que está siempre atinado con sus reacciones y equilibra el miedo con el disimulo lo necesario –no solo pensaba que muchos otros actores podrían haber hecho el papel, sino que leo que les fue ofrecido a una gran cantidad de ellos–; no puede negarse que sale ella victoriosa en el papel de una psicópata que arranca con la apariencia de una simpática enfermera a la que el protagonista debe la vida. Sus prontos, su amour fou, sus cambios de humor, sus eufemismos beatos, su convencimiento de que está en una misión divina para ayudar al escritor a extraer su obra definitiva sobre el personaje que tanto adora y algunas de las acciones –que no describiré para que sorprendan a quienes aún no han disfrutado del film– convirtieron en un mito a esta fan fatal que aterroriza más que algunos de los monstruos sobrenaturales ideados por la pluma del mismo autor.
Atrapado en un ambiente que podría ser acogedor y familiar, Paul Sheldon goza de menor libertad que en una cárcel y su oponente supone una rival muy superior a él mismo, no solo por la ventaja considerable que mantiene sobre la piltrafa en la que se ha convertido, sino por el desconocimiento del hombre sobre los límites de la locura de su admiradora. Cada escalofriante descubrimiento que hace sobre ella resulta, de alguna forma, tranquilizador, ya sirve al novelista para saber con qué se está enfrentando. Muchas veces es más perjudicial la incertidumbre que la constatación de los peores temores.
La tensión
Al volver a ver ‘Misery’, pasados tantos años, me topo con algunas minucias que, o bien había tamizado con el mortero del recuerdo o no había observado entonces, sea porque ahora veo el film con un ojo más crítico o porque los cuatro lustros largos han alejado estos detalles del lustre que da la actualidad, o, por decirlo de forma más directa, que están pasados de moda. Me refiero a los poco convincentes subrayados o aclaraciones, como ese primer flashback con la editora – intervención especial de Lauren Bacall– , algún zoom, ralentí y reencuadre, esa voz de Annie resonando antes de que Paul haya recobrado la consciencia; encuadres en plano detalle, por ejemplo, el de la copa; ópticas deformantes en grandes angulares más propias de un terror de otro rango, en una cinta que es antes que nada un thriller psicológico, o el ataque de la música cuando a ella le da el primer arrebato de ira –primer giro del guion que ocurre exactamente a la media hora de película–. El montaje musical que hace pasar el tiempo –o film montage– algo más avanzada la cinta, es efectivo, pero no resulta agradecido y la fotografía, de Barry Sonnenfeld, podría tender a tonos más oscuros para crear mayor atmósfera.
Siguiendo dentro de la técnica, antes que criticar estos aspectos, es necesario admirar cómo se mantiene la tensión con tan poco. Son magistrales las dos o tres secuencias que se montan en paralelo para crear la incertidumbre de si ella estará de vuelta del pueblo a tiempo para atraparlo a él en sus intentos de fuga o, dándole la vuelta, si el sheriff –interpretado por Richard Farnsworth (en la fotografía siguiente), quien falleció en 2000– será capaz de pillarla a ella in fraganti. El tiempo está dosificado a la perfección para que la consecución no sea engañosa y los planos están elegidos con astucia para dar la inminencia necesaria –pies sobre escalones, pasos en la nieve, etc…–. Este recurso se ha utilizado muy a menudo, pero pocas veces con tanta finura como en esta película.
(Spoilers) La angustia está servida y la dificultad de escapar está retratada con tal verosimilitud, frustrando casi todos los intentos que hace Paul, que parece imposible que la cinta pueda acabar bien. Efectivamente, es muy probable que hoy en día, se le hubiese dado un final fatídico, con la excusa de que sería lo lógico. Pero el mérito narrativo, que aquí habrá que repartir entre King y el guionista, el célebre William Goldman, reside en hacer que parezca irrealizable y, a pesar de ello, hallar la manera plausible de sacar de allí al protagonista.
No cierro aún el aviso ante palabras que destripan el final o momentos clave de la película, para comentar la escena que más me marcó ya en su día –y apuesto a que no solo a mí–: hablo de la ruptura de las piernas con el mazo. Reiner no escatima el primer golpe y nos deja ver el pie fuera de su sitio, aunque se podría haber obtenido el mismo efecto de contagio de dolor con un sonido fuera de campo, como hace en el segundo mazazo, y la reacción del actor. Es el único instante de la película que recurre a lo grotesco, ya que aquí el miedo no lo producen la sangre, las vísceras u otros factores, sino la pura psicología.
A nadie se le escapa la ironía –ya que tampoco hay intención de disimularla– no solo de que Wilkes salvó la vida al protagonista, sino también de que la experiencia casi fatal ha servido al escritor para dar a luz a su mejor obra y no solo porque el sufrimiento le haya hecho crecer o le haya aportado una jugosa historia que contar, sino porque esa enfermera pueblerina escondía en la manga algunas buenas lecciones sobre narrativa (fin del spoiler).
Conclusión: ejemplo perfecto de tensión bien llevada y de terror psicológico, ‘Misery’ cuenta con un terrorífico retrato de una obsesión de la mano de Kathy Bates, que no en por nada le valió un valiente Oscar. Supondrá un descubrimiento para aquellos espectadores que, dada su corta edad, aún no hayan tenido el placer de disfrutarla. No sé si envidio la experiencia de verla por primera vez, pero aseguro que merecerá la pena.
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Mi puntuación: