Te mientes a ti mismo para ser feliz. Eso no es malo, todos lo hacemos.(Teddy)
Una mano sostiene una fotografía. La agita, y la imagen comienza a desaparecer, a quedarse en blanco. Como un vivo recuerdo que muere, que se desvanece por completo. Así comienza ‘Memento’ (2000), la primera película con la que Christopher Nolan impactó al mundo, y empezó a convertirse en uno de los cineastas más conocidos, aplaudidos y admirables que existen. Aunque (de manera inevitable) los hay que se están empeñando tozudamente en restar valor a su trabajo, y por otro lado, quienes se han entusiasmado más de la cuenta con sus últimas películas, es innegable que el cine de Nolan es un soplo de aire fresco. Es capaz de entretener hasta dejar al público clavado en la butaca, al mismo tiempo que obliga a reflexionar sobre lo que se está viendo. Pocos consiguen enmudecer de esta forma, y que, una vez fuera de la sala, uno esté deseando discutir sobre la película. Eso, sencillamente, es la marca de un gran creador.
Christopher Nolan nació en Londres en 1970 y al parecer empezó a grabar sus propias historias a partir de los siete años, con una cámara Súper 8 que tenía su padre. Estudió Literatura pero no perdió su pasión por el cine, rodando cortos como el interesante ‘Doodlebug’ (1997). En 1998 logró terminar su primer largometraje, ‘Following’, un thriller (en blanco y negro) sobre un tipo que se mete en líos cuando empieza a seguir a la gente por la calle; el presupuesto salió de su bolsillo y el rodaje le llevó un año, pues los miembros del equipo tenían otros empleos y sólo libraban los fines de semana. En ese momento ya se estaba gestando el siguiente proyecto de Nolan, una oscura historia de venganza y amnesia basada en un relato de su hermano menor, Jonathan.
Durante el verano de 1996, Jonathan le contó a Christopher Nolan una historia que había ideado mientras estudiaba en la universidad. Encontró fascinante un trastorno psicológico que impide crear recuerdos nuevos, y sobre eso imaginó una trama de venganza personal. A Christopher le encantó y animó a su hermano a seguir trabajando en ella. Unos meses después éste le envió un primer borrador de un relato titulado ‘Memento Mori’ (expresión latina que significa “recuerda que morirás”). A partir de ese texto, cada uno desarrolló la historia a su manera. Christopher lo extendió para dar lugar a un guión cinematográfico e incorporó algunas ideas tan importantes como la de empezar la historia por el final, y narrar a partir de ahí, la característica más representativa del film, que por cierto se rodó en sólo 25 días.
Fue su mujer, Emma Thomas, quien consiguió que la productora Newmarket se interesara por el guión de ‘Memento’, estimando el presupuesto en apenas cuatro millones y medio de dólares (al parecer, el coste final fue de nueve millones). En un principio, la intención era que el protagonista lo interpretara Brad Pitt, pero estaba comprometido con otros rodajes y entonces empezaron a buscar a un actor menos solicitado (y que saliera barato). Se barajaron los nombres de Alec Baldwin, Aaron Eckhart o Thomas Jane, pero finalmente Nolan quedó cautivado por el interés y la pasión de Guy Pearce, y le dio el papel de Leonard. Al parecer, el director quiso a Carrie-Anne Moss para encarnar a Natalie tras verla en ‘Matrix’ (1999), mientras que el de Teddy fue para Joe Pantoliano después de que la propia actriz le recomendara (también intervino en la misma película de los hermanos Wachowski). Que no nos podamos imaginar a estos personajes con otra piel, me parece señal de un excelente casting.
Eterna venganza
Leonard es un hombre atrapado en una vida pasada. Sufre de “amnesia anterógrada”, una lesión cerebral que no le permite recordar nada que se extienda más allá de diez minutos, así que vive a saltos, en breves pedazos de tiempo, sin poder saber dónde está, qué está haciendo o con quién está. Sólo puede vivir el momento, un presente de unos minutos, antes de que su mente se quede en blanco. La causa fue un dramático acontecimiento ocurrido años antes: Leonard se despertó en mitad de la noche tras oír gritos de su mujer; alguien la estaba violando, y él lo mató, pero no vio a un segundo asaltante que le golpeó en la cabeza, dejándolo inconsciente. Leonard no ha olvidado eso, recuerda su vida hasta el golpe. Y lo más importante, recuerda que debe vengarse; matar al hombre que violó y asesinó a su mujer, porque además fue el que le hirió y le dejó en ese estado, para siempre.
Para tratar de sobrellevar su situación, Leonard se apoya en sus comportamientos rutinarios, que aún mantiene, y en mensajes que él mismo se escribe, antes de que su memoria le falle. Lo que considera esencial (como su misión) se lo hace tatuar en el cuerpo, para tenerlo siempre presente, y para saber con quién está tratando, cuál es su coche o dónde se hospeda, recurre a las fotografías. Usa una vieja Polaroid, una cámara que revela las imágenes al instante, lo que permite a Leonard realizar rápidas anotaciones, como el nombre de la persona retratada, el teléfono o algún consejo a tener en cuenta más adelante, cuando haya olvidado todo. Es interesante que Leonard diga que esas fotos (que no dejan de ser recuerdos materiales) no se pueden romper, que para destruirlas debes quemarlas; en otra escena, él se deshace de unos objetos que pertenecieron a su mujer (que le recuerdan a ella) de esa misma manera, a través del fuego.
Lo más llamativo de ‘Memento’ es su inusual estructura narrativa. La idea es situarnos en la mente y el drama de Leonard, así que Nolan divide la historia en segmentos y los dispone en orden inverso, desde el final al principio. Lejos de ser un simple truco para confundir al público, para complicar la trama de manera innecesaria, lo que se consigue es dejarnos en la misma situación que el protagonista: cada secuencia comienza cuando su mente “despierta”, así que si se encuentra dentro de un coche o se da cuenta que está corriendo, no sabe por qué, tiene la misma información que nosotros. Ésta es la línea de acción principal, pero hay otra paralela que avanza de manera normal (aunque se incluyen episodios recordados por Leonard, flashbacks), y que para evitar mayor confusión se nos presenta en blanco y negro. Las dos narraciones llegarán a coincidir en el tramo final de la película, cuando se resuelven todos los cabos sueltos y descubrimos todo eso que Leonard no sabe (o no quiere saber).
Sin embargo, lo que me parece más fascinante de ‘Memento’ es la manera en la que Leonard construye su propia realidad, su propia verdad. A partir de lo que recuerda y lo que él mismo se dice (en esos mensajes) que es cierto, sin cuestionarlo, es capaz de cambiar lo que quiera, consciente de que pronto olvidará lo que ha hecho, y luego creerá que todo está en su sitio, que no hay nada malo, y que él sigue siendo ese hombre en busca de una justa venganza, aceptando con normalidad lo nuevo que ha incorporado. Si no puedes crear recuerdos nuevos, o si puedes engañarte a ti mismo hasta llegar a creer tus propias mentiras, todo está bien, no hay arrepentimiento, no hay culpa, no hay de qué preocuparse. Simplemente, borras, te justificas, y sigues adelante. A ver, ¿por dónde iba?
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