‘Máximo riesgo’ (‘Cliffhanger’, 1993) es la tercera* película de Renny Harlin que elegís para las críticas a la carta. No me quejo pues, tanto esta como ‘Deep Blue Sea’ se cuentan entre mis debilidades. Ha sido un placer volver a ver esta aventura en la nieve con Sly Stallone, cargada de épica, acción y alturas rodadas con cierto regusto clásico, humor y planos al ralentí.
Emoción y riesgo
Rodada en los Alpes italianos –situada supuestamente en las Montañas Rocosas–, con la cámara sobre un helicóptero, que al mismo tiempo es uno de los elementos protagonistas de la película, ‘Máximo riesgo’ no deja lugar a dudas sobre lo que el título español promete. Panorámicas vertiginosas y armónicas establecen muy bien el sentido de la altura y los planos contra chroma de los personajes principales quedan suficientemente disimulados.
Las escenas de acción se van sucediendo, sin apenas momentos en los que no haya riscos y riesgos. Esto se consigue gracias a una trama que no deja de complicarse hasta el último momento, en la que el malo siempre encuentra un recurso y donde las tornas cambian varias veces: Gabe (el personaje de Stallone) pasa de estar secuestrado a ofrecer un intercambio a los ladrones a los que ha sacado ventaja. La acción se ordena en modo de crescendo, así la escena del clímax consigue superar en tensión a las anteriores.
Los acordes de la banda sonora de Trevor Jones recuerdan al cine clásico y es que Harlin, por muchas marcas reconocibles propias que introduzca, como la cámara lenta en los momentos más épicos – Rooker siempre gritando “nooooo” al ralentí–, bebe de los clásicos a los que él mismo reconoció admirar. El mejor ejemplo son los hitchcockianos encuadres de Michelle Joyner aferrándose a la mano de Stallone, de la que depende su vida en la secuencia inicial.
La película va sembrando varias cuestiones para resolverlas más adelante. La más importante es la que atormenta la conciencia del protagonista, la caída ya mencionada de Michelle Joyner, que se repetirá como forma de terapia calcando los encuadres, pero con diferente resultado y, esta vez, con Janine Turner. Pero es que, más allá de eso, la película acaba como comienza: el personaje de Michael Rooker espera, junto a una mujer, el rescate del heroico Stallone.
Aunque la definición de los personajes pueda ser el aspecto por donde más flojee ‘Máximo riesgo’, creo que se comprende la culpabilidad del protagonista y que está bien construido el crecimiento del héroe o la recuperación de sus facultades. Harlin lo hace sin dedicar un tiempo específico a tratar esta parte psicológica, sino mostrando su evolución a través de los sucesos de acción y eso es de agradecer.
Toques de humor y alivios cómicos
Mientras está quemando billetes para mantener viva una hoguera, el protagonista bromea: “cuesta una fortuna calentar esto”, ella se lo queda mirando y él responde: “Ya lo sé, es humor del malo“. Así califica Sylvester Stallone los juegos de palabras, casi todos intraducibles –“just hanging out”, “burned it”, etc…— que se incluyen en el guion que rescribió sobre el borrador de Michael France. No es necesario decir más al respecto. Es posible que el humor no sea más frecuente por esta consideración. Algo de risa dan también las excusas para que Stallone se quite tres veces el jerséi, pero dudo que sea intencionado.
El propio título original, ‘Cliffhanger‘, es una expresión que define el enganche con el que se finalizan algunas escenas de películas o capítulos de series televisivas para dejar al espectador con ganas de ver lo que viene a continuación. Es como si el autor se hubiese propuesto escribir el cliffhanger de los cliffhangers y, a modo de chiste, la idea resultante fuese rodar una aventura en la que los personajes cuelgan literalmente de acantilados.
Al finlandés le gusta jugar con los acentos y las nacionalidades para crear alivios cómicos. Aquí lo hace con el personaje británico (Craig Fairbrass) y su perorata acerca del fútbol. O con el de raza negra (Leon), que se empeña en llamar “puta” a la protagonista. Seres caricaturescos y sin más intención que la de dar un toque ligero. El mismísimo John Lithgow, con su encarnación de un psicópata sin sentimientos, también pasa del lado de la comicidad por su personaje exagerado. Y no por ello resulta menos efectivo. Un poco peor le funcionan los secundarios, que serían el mejor añadido en la divertida ‘Deep Blue Sea’, en forma de esos dos chavales amantes de lo extremo, guiño para fanáticos del deporte de riesgo que no termina de aportar nada al agregado.
Conclusión
En nuestro siglo, algunos cineastas se habrían limitado a retratar los peligros del deporte extremo en un film sobre alpinismo porque los atractivos son suficientes como para que el viaje valga la pena. Renny Harlin, por mucho que la nieve mole y que la escalada dé subidón –mis juegos de palabras son del nivel de los de la película–,introduce, además, una trama con malo maloso y dinero de por medio y una cuestión de redención y crecimiento de los héroes. ‘Máximo riesgo’, gracias a ello, se disfruta como la vuelta en montaña rusa que es, pero no por ratos sueltos o escenas extraíbles para vídeos de YouTube, sino como entretenido conjunto que, si bien no ha estado a la altura de mi recuerdo, ha superado sin problema el nuevo visionado.
En los comentarios a este post podéis dejar vuestras sugerencias o ruegos para la próxima Crítica a la carta. Veremos si vuestra propuesta tiene suficientes votos como para ser la elegida.
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