Difícil papeleta la que nuestros queridos lectores y usuarios me han colocado con su elección mayoritaria en esta sección de Críticas a la carta en Blogdecine. Y difícil porque mi percepción de ‘El protegido’ dista mucho de los elogios que ha ido acumulando desde su estreno hace ya una década. Un título que de nuevo ponía a prueba a todos, espectadores y crítica, sobre el valor, el talento y la destreza de M. Night Shyamalan. Y como de costumbre, consigue polarizar opiniones como pocos. Lo sigue logrando a día de hoy, pero me confieso, para ser completamente sincero, que intento huir de opiniones estandarizadas, aunque en este caso el término “decepción” defina, sólo en parte, lo que ‘El protegido’ me transmitió en su estreno.
Y como buen cinéfilo, a pesar de residir en mi interior una opinión deplorable enquistada e inolvidable del film desde hace ya una década, he decidido revisarla e intentar verla con nuevos ojos. No tanto para intentar corroborar o cambiar mi primera impresión, pero sí para comprobar si el paso del tiempo conseguía sorprenderme. Lamentablemente no lo ha hecho. ‘El protegido’ tampoco me ha convencido diez años después.
Antes de afilar los cuchillos (de diseccionar en el quirófano, no de asesinar) hay que aclarar que Shyamalan me parece un director superdotado para la puesta en escena. Es su virtud más valorada y no será quien esto suscribe el que lo contradiga. En ‘El protegido’ asistimos a su minuciosidad y sobriedad a la hora de componer cada escena, buena prueba de ello son dos momentos de buen cine, justo en el planteamiento: la escena del tren, donde el diálogo entre David Dunn (un Bruce Willis comedido, nada brillante pero tampoco desentona con su papel) con la joven y el posterior momento clave oculto en una sensacional elipsis. Y otro momento sublime, justo después, cuando David recibe la visita de un doctor que le descubre ser el único superviviente del accidente ferroviario.
El arranque de ‘El protegido’: un castillo de naipes
Pero lamentablemente, este arranque sobresaliente es sólo un castillo de naipes. El resto del film, apoyado en un guión que alarga en exceso una historia débil (bastante más que la de ‘El sexto sentido’, con la que guarda muchas similitudes estéticas y narrativas), no saca partido a los caminos que plantea al comienzo y esa tensión comedida que domina la narración se dilata de forma ostensible y demasiado manipulada. Aquí Shyamalan marca su trazo de narrador con demasiada fuerza, algo que será tónica habitual en su cine. Se atisba su halo de pretenciosidad, de imponer un estilo aunque ello suponga no resolver con ingenio sino con forma sin fondo, las situaciones planteadas.
No se puede negar que su particular homenaje al mundo del cómic y de los superhéroes (y también supervillanos) resulta cuanto menos original y estimulante. Al menos en su planteamiento. Dos personajes antagónicos que se encuentran, se cruzan, aunque ya en el cara a cara, a la hora de dibujar sus perfiles, se denota falta de acierto en uno más que en otro. De Elijah Price (un valiente y arriesgado Samuel L. Jackson) tenemos referencia sobre su fragilidad. De David Dunn no de su poder, aunque Shyamalan nos la va descubriendo con cuentagotas. Con pequeños esbozos que deberían aumentar el interés, pero sin conseguirlo plenamente.
Y es que ese descubrimiento repentino del inquebrantable (y el “protector” que es más correcto que el título español mal elegido), inconsciente de su rol, no termina de resultar completamente convincente. Su cierta desidia parece alterarse cuando se cruza con el excéntrico Elijah y sus proféticos monólogos, pero la forma en que el realizador nos muestra esta fase no termina de resultar creíble. Dos escenas que rozan el ridículo (por innecesarias y mal planteadas) y con las que se quiere afirmar la presencia de sus supuestos superpoderes: el vigilante levantando pesas ante la atónita mirada de su hijo (a través del que quiere el director que veamos al personaje, algo similar cómo sucedía ‘El sexto sentido’ pero mucho menos brillante) y el momento familiar con arma cargada, una prueba de fuego para corroborar lo que el chico intuye con fe ciega.
Las ideas que germinan de la estupenda puesta en marcha de la historia no terminan de encajar, no se resuelven acertadamente, a pesar de su enorme potencial. El descubrimiento paralelo que hace el espectador, de la mano de un atónito Bruce Willis, de su pasado y de su currículum limpio de sangre a base de momentos, que destilan ese tono sobrenatural que sobrevuela todo el metraje, no termina de romper en ningún momento, de convencer.
Todo está envuelto con enorme frialdad, lo que acentúa más el interés del director por demostrar sus teorías narrativas, su imposición como autor “alejado” del común denominador, más que ayudar a resolver con inteligencia y más sinceridad la transformación del protagonista. También ridículo es el momento “chubasquero” en plena estación con flashazos de superpoderes mentales que nos traslada a casi la única escena de acción física del film (porque sí que hay acción, más bien tensión, en los diálogos del héroe que no lo parece y el villano que lo demuestra). Aquí Shyamalan se desata, se salta sus principios de sutileza, de contención para dejarnos una escena demasiado impuesta, algo forzada y que no tiene entidad suficiente en la historia. Sólo sirve para acentuar, para llevarnos a donde quería, a la conversión del héroe. O al menos a su autoconvencimiento.
El bluf final
Y desde ese momento (y obviando la también lamentable escena de la librería con Elijah de morros, cual niño que ha perdido su juguete) y hacia el clímax final, todo empieza a fluir con cierta celeridad, intentando arrastrarnos a una conclusión sorprendente que nos deje con la mandíbula descolgada. Pero, a pesar de seguir el esquema de ‘El sexto sentido’, no consigue ni por asomo lograr esa traca final. Y no por la sorpresa en sí (que deja bastante frío) sino porque el camino recorrido hasta allí que no está tan bien encarrilado y bien definido para ello.
Lo que sucede realmente es que ‘El protegido’ no es un thriller, no dispone de suspense dosificado, se mueve más como drama con tintes sobrenaturales. Con demasiadas escenas contemplativas que subrayan el tono sombrío y a la vez triste del film, pero en absoluto con un suspense que justifique ese giro final. Y ese final es que el que subraya y confirma la decepción que me provocó el film en su estreno y el que ha vuelto a conseguir.
Ya pueden plantear su siguiente petición de Críticas a la carta en los comentarios. Estamos impacientes por descubrir el siguiente plato.
Ver 124 comentarios