Justo cuando surgen tímidos e infundados rumores de una posible secuela de ‘El gran Lebowski’, que los propios hermanos Coen han desmentido, nuestra sección de Críticas a la carta encuentra en este título su nueva entrega. Curiosa película, tremendamente popular y elevada a los altares de la veneración, cuyo ensalzamiento se produce después del discreto estreno del film. Y calificada incluso de ser la primera película que Internet ayuda a convertir precisamente en una obra de culto.
Y es que esta comedia satírica y divertida confirmó el talento de los Coen para la comedia alocada, para narrar una historia sin mucho aliciente y conseguir momentos brillantes. Aunque el mayor acierto, más allá del análisis crítico de la sociedad que destila ‘El gran Lebowski’, son sus personajes. ‘El gran Lebowski’ no sería lo que es sin el “Nota” (o “Dude” en su versión original). Y en ello tuvo mucho que ver la composición de Jeff Bridges como protagonista, sin olvidarnos de sus compañeros de bolera.
El guión de esta película es anterior a ‘Fargo’, con la que los hermanos Coen alcanzaron un status de prestigio, y es de agradecer que supieran esperar para tener en el cast a Jeff Bridges, John Goodman y el propio Steve Buscemi. Tres actores encargados de darle vida a unos personajes sobresalientes. Aunque quizás, el papel de Buscemi sea el que menos presencia e importancia contiene en la historia, aunque es una buena réplica en las excelentes escenas de la bolera, donde los diálogos suponen la esencia misma del film.
‘El gran Lebowski’: extraña, divertida y generacional
Los Coen consiguen con esta película el retrato de una generación, pero también de unos personajes reales, estrambóticos que reflejan en buena medida el carácter excéntrico (y alocado) de la sociedad norteamericana, especialmente en la ciudad de Los Ángeles, el escenario donde está magníficamente ambientada. Lebowski, o mejor “Dude”, como siempre insiste en ser nombrado, es también el reflejo de ese espíritu abandonado, lejos del gran sueño americano y en el que se arrastra el legado de un pasado de drogas, música y daños colaterales mentales de Vietnam. Todo ello combinado con el culto al pasotismo, a intentar subsistir, a toda costa aunque se esté conscientemente nada preparado para cualquier intento de éxito.
Es una película extraña, donde la narración de la historia, de sobra conocida, fluye con una voz narradora con personaje presente, que intenta hilar la trama, aunque sin demasiada convicción. Pero poco importa. Porque “Dude” siempre improvisa e intenta salir como puede de cada situación en la que se ve inmerso sin haberlo buscado. Es el fiel reflejo de la resistencia pasiva. Aquí los Coen demuestran un enorme dominio del relato a base de escenas brillantes, que sin embargo rompe el hilo conductor y les cuesta cerrarlo. De hecho la conclusión es algo decepcionante. Pero poco importa, puesto que han logrado eso tan importante que es entretener y, sobre todo, desprender química con unos personajes a los que se le coge cariño, con los que empatizar, comprender y uno quiere abrazar.
‘El gran Lebowski’ está repleto de referencias, de imágenes, gags que la convierten en una comedia única. Hilarante por momentos y en el se aprecia un gran libertad creativa justificada con una inspiración elevada. Si no fuera así, no tendría mucho sentido la inclusión de esos nihilistas alemanes, de las referencias musicales tan dispares (de la electrónica a los Eagles), de alfombras voladoras, de exitosos guionistas de televisión que sobreviven artificialmente, de engaños a dos bandas, de jugadores de bolos con hambre de humillación (inolvidable el breve papel de John Turturro), de tributo-crítica a los judíos o de escenas oníricas de musical.
Todos estos elementos, y muchos más que salpican todo el universo de el “Nota” y sus amigos, consiguen conformar un comedia salvaje, irreverente, ácida, divertida. Esencial en la filmografía de los Coen y bandera para una generación que se identifica con esos antihéroes sin motivación existencial. Cuyo único cometido es disfrutar de su principal afición y charlar para encontrar justificación a los errores cotidianos. Muy bien reflejados en las escenas de la bolera, donde los diálogos están salpicados de vulgaridades, pero que reflejan a la perfección el día a día de personaje socialmente marginados.
Y a la hora de reflejar este peculiar escenario de Los Ángeles, la película contiene también dos pilares esenciales que consiguen elevar aún más el resultado global. Uno es su excelente (y ecléctica) banda sonora, que mezcla la partitura del habitual Carter Burwell con temas clásicos y dispares, que contienen desde Bob Dylan a Elvis Costello, o la acertada (y apropiada a la escena) adaptación del ‘Hotel California’ por los Gipsy Kings. El otro pilar es la excelente fotografía de Roger Deakins. Que consigue sacar un enorme rendimiento a las escenas más emblemáticas (incluido el poderoso sueño musical).
Ahora es su turno, ya pueden elegir y votar por el siguiente título de Críticas a la carta.