Como es bien sabido, ‘Donnie Darko’ fue el debut de un joven y entusiasta cineasta Richard Kelly que pasó sin pena ni gloria por la taquilla pero que luego encontró, años después, un resurgir cuanto menos curioso. ‘Donnie Darko’ fue recuperada en su versión doméstica por numerosos fans del cine fantástico que la encumbraron elogiando sus paradojas, sus planteamientos pseudocientíficos y ensalzando sus aparentes múltiples virtudes.
Virtudes que no fueron precisamente apreciadas en su estreno porque no consiguió despertar el interés inusitado que más tarde ha logrado, gracias a Internet, al boca oreja y al formato doméstico que permite revisión en moviola. Un retrato adolescente aderezado de ínfulas de ciencia ficción, intriga y delirios oníricos, que intenta jugar a la confusión como su principal arma para ocultar sus principales defectos. Lo que no quita que, sin ser una película brillante contiene y juega con ingredientes interesantes.
Richard Kelly bebe de muchas influencias, escoge elementos no demasiado originales e incluso imita estilos casi imposibles (se aprecia una clara fascinación por Lynch y ‘Terciopelo azul’ a la que copia visualmente en algún momento). Juega con viajes en el tiempo, para lo que utiliza un joven adolescente con problemas psicológicos y atormentado en un escenario idóneo para buscar salida a un bucle que lo tiene atrapado, como en una espiral. Un barrio burgués de clase media norteamericana, llena de tópicos, con un instituto propicio para dar rienda suelta a la imposición de un modelo educativo, social y familiar americano. Espacio donde se desarrolla el (supuestamente) modélico sistema socioeducativo, pero en el que subyace, por una parte oscuros rincones y, por otro, un deseo de escape. A lo que hay que añadir los problemas típicos de la edad en la que la rebeldía, la inadaptación y la evasión campan a sus anchas.
Un debutante dejando muestras de su escaso oficio
Richard Kelly recoge este escenario para plantear una historia fantástica en la que Donnie Darko, el protagonista parece vivir en un bucle temporal. Donnie vive atormentado por las apariciones de Frank, un conejo turbador que le va guiando en una serie de acciones que Donnie va acometiendo. A la vez que asistimos a cómo se salva de una muerte segura al caer el uno de los motores de un avión en su habitación. Kelly introduce muchos elementos (nada originales) para remarcar esos oscuros rincones que se ocultan a la vista de la sociedad en la que vive el protagonista.
Sin embargo, el debutante realizador demuestra enormes muestras de su falta de oficio, con una narración algo deslavazada, sin integrar con suficiente tino los elementos fantásticos, que aparecen un tanto forzados e incluso algunos aportan bien poco (esa burbuja que brota del pecho si bien es sorprendente para el escueto presupuesto del film no se justifica con rotundidad). Diálogos abruptos, nada naturales, casi impuestos en un plantel de actores que, sin decepcionar en exceso, tampoco resultan brillantes (incluido al joven Jake Gyllenhaal que no logra enriquecer ni terminar de explotar el halo misterioso que lo define) y con escenas estiradas en exceso (la aparición de Drew Barrymore, productora ejecutiva, ralentiza la narración por ser un personaje con escasa importancia entre los secundarios). Quizás aquí Kelly cae con gran debilidad en un ejercicio de autoindulgencia para lucirse y acaba restando fluidez al relato.
Richard Kelly no consigue dotar de la suficiente contundencia y brillantez a los ingredientes que el guión maneja y que puede ofrecer. Desaprovechado para conseguir profundizar o entretener más allá de soltar preguntas, dudas, paradojas que el esforzado espectador debe ir construyendo sin demasiado apoyo. La historia apenas consigue atar cabos porque juega precisamente con la confusión y dejar todo abierto a explicaciones y teorías. Ese es quizás el único aspecto que Kelly consigue transmitir y que, a la postre y visto el éxito posterior, ha logrado alcanzar con algo de acierto. Un final curioso, que intenta cerrar el círculo de la historia, del viaje en el tiempo, de la paranoia con sacrificio en plan mártir, pero que tampoco es que consiga fascinar.
Faltan ritmo y fascinación y le sobran metáforas
Fascinación, eso es precisamente de lo que carece principalmente ‘Donnie Darko’. Ni el tono fantástico, ni las notas de thriller psicológico logran transmitir una fascinación profunda, porque no permite que entremos de lleno en quid de la cuestión, prefiere acumular pistas y detalles para componer el puzzle. Para ello, el realizador impone ingredientes nada originales, un todo inspirado en gustos por el cine de Lynch, del género fantástico y envuelto en una historia de adolescentes a finales de los ochenta que viene subrayada en una banda sonora apropiada, correcta. A lo que hay que unir esa falta de personalidad para llevar más allá el relato, de darle un criterio uniforme, potente que pudiera transmitir incluso terror, pero se queda demasiado en la superficie, en el juego mental, en pistas deslavazadas, en un puzzle de acciones sinsentido que luego va reconstruyendo para dejar al espectador intrigado. Sin embargo, durante todo el metraje se echa en falta un ritmo más intenso.
Es una metáfora sobre lo incierto del futuro, sobre la adolescencia, la confusión, las decisiones, los viajes en el tiempo y, especialmente, esa actitud heroica de rechazar lo impuesto, de romper con lo establecido. No nos olvidemos que ‘Donnie Darko’ es un relato de adolescentes y que va dirigido precisamente a este tipo de público. Aunque quizás el referente más claro de Donnie sea el Holden Caulfield de J.D. Salinger, pero trasladado a una narración cinematográfica con elementos de ciencia ficción que juega con la realidad y la imaginación y lo onírico.
Con todo, no le resto el mérito de haber logrado que esta película fuese apropiada como un ejemplo de película rica en matices que requieren explicaciones, de buscar información complementaria, aunque ni siquiera el propio realizador logra cerrar. Como si diera la impresión de que es más importante plantear el juego que dotarlo de sentido. Lamentablemente Kelly no ha sabido demostrar que poseía talento, si nos atenemos a sus restantes trabajos (y a su ególatra empeño de sacarle el máximo partido a su primera obra con numerosas versiones, ediciones y añadiendo más dudas que respuestas). Así que le queda el único honor de que ‘Donnie Darko’ ha sido acogida como película de culto, con momentos e ingredientes interesantes, pero sin llegar a ser el enorme largometraje que muchos han ensalzado en ríos de páginas webs, blogs y foros.
Concluyendo, si uno elimina el experimento metafísico y ese empeño en valerse de las paradojas, nos queda un relato de adolescente atormentado no especialmente brillante, aunque salvable por algunos momentos y atractivo por su osadía.
P.D: ya pueden disparar los títulos candidatos para la próxima crítica a la carta. Estamos ansiosos. Apunten alto.