'Crank. Veneno en la sangre’, humor y velocidad sin límites

‘Crank. Veneno en la sangre’ parte de una premisa muy curiosa y llena de posibilidades: si frenas, mueres. Es lo mismo que ocurría en ‘Speed’, de Jan de Bont, protagonizada por Keanu Reeves y Sandra Bullock, pero en este caso quien no puede frenar es un hombre, no un autobús. A Chev Chelios le han inyectado un veneno que podría acabar con su vida en menos de una hora. Sin embargo, descubre que mientras continúe bombeando adrenalina, se mantendrá vivo.

La película puede gustar o no, pero lo que hay que tener muy en cuenta es que los directores y guionistas, Brian Taylor y Mark Neveldine son muy conscientes de lo que han hecho. Es un film que no toma en serio a sí mismo. Se ríe constantemente de la propia película. Y logra que nos riamos también los espectadores, con grandes momentos cómicos desaforadamente extravagantes. Su empleo del humor absurdo es intencionado, al igual que la exageración en todos los puntos. El ritmo podría ser algo gratuito, como los desnudos, pero en este caso es que "lo exige el guión". Al contrario que en 'Serpientes en el avión', donde, como dije, había risa, pero nada más, en 'Crank' se pueden disfrutar los dos niveles: la comedia y la acción.

‘Crank’ es una película muy contemporánea al mismo tiempo que sirve de homenaje a algunos films que resultaron muy modernos en los años ’60 y ‘70, pero que vistos hoy en día carecen de ritmo y de enganche argumental, pues son más que nada un lucimiento de una estética. La estética aquí es plenamente postmoderna, ya que bebe de las fuentes a las que estamos más que acostumbrados los espectadores. Utiliza modos visuales de producciones para televisión, recurre a la estética del tuning y del hip-hop, emplea técnicas y recursos propios de videoclips. La acción sin tregua responde al sentir de los videojuegos a propósito. Como dice uno de los directores, Neveldine, hoy en día “padecemos Trastorno de Déficit de Atención (TDA) por Hiperactividad”. Por ello es una “locura de película”, añade Taylor, el otro director. Al mismo tiempo, hace un retrato de la sociedad sórdida de Los Ángeles, empleando todos los referentes, como por ejemplo, las prostitutas que esperan metidas en burbujas de plástico transparente.pero sin detenerse un momento a crear su postal pintoresca.

La palabra “crank” en inglés significa manivela. Es la manivela con la que se accionan algunas cámaras de cine antiguas. La que aparece arriba, junto al título de Blogdecine, una Bolex, es un buen ejemplo. En aquellas cámaras se podía dar al obturador una velocidad desigual y elegida para cada momento. La velocidad del obturador es la frecuencia por segundo a la que se abre y cierra la ventanita que hay delante del objetivo de la cámara. Con ella se pueden crear efectos como el strobo de ‘Gladiator’ o de ‘Salvar al soldado Ryan’. En ‘Crank’, haciendo honor a esas manivelas que llevan el mismo nombre que la película, se ha utilizado una obturación propia de las escenas de acción en todo momento, por lo que la sensación inconsciente de velocidad trepidante y de necesidad de ponerse en movimiento se mantienen incluso cuando Chelios se detiene. La película está rodada en Alta Definición, pero no como forma de ahorro con respecto a los 35 mm., ni siquiera para despreocuparse por el número de metros tomados en rodaje, sino para explotar al máximo las características de este formato como lenguaje. El vídeo no tendría que considerarse una forma barata de hacer cine, sino otro lenguaje, otra manera de rodar.

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El montador de este film es el mismo que el de ‘Asesinos natos’ y 'Nixon', Brian Berdan. Estos films de Oliver Stone no es que encajen muy bien en mis gustos, pero sí que son películas que respondían a una estética muy buscada. Se puede apreciar un oficio ya que, por mucho que parezca que en 'Crank' nos encontramos ante un videoclip, la película es muy concisa y va al grano continuamente, sin que nos detengamos en devaneos visuales. La acción avanza con la misma rapidez con la que se mueve el protagonista. Y esto no es cuestión únicamente de que se haya optado por mostrar acciones rápidas. Para ello también es necesario un guión bien construido en el que cada escena te lleve a una subsiguiente. El guión presenta también una evolución en el personaje de Chelios. Simultáneamente a la decadencia física que se produce en el asesino a sueldo, se va gestando una mayor conciencia personal de su situación. Precisamente cuando no tiene tiempo de plantearse cuestiones vitales es cuando debe hacerlo y al ver la muerte tan cercana, se le aclaran las ideas.

Una de las cosas que siempre me han resultado absurdas en las películas es que los malos maten a los buenos de forma programada. Me explico: que los dejen atados en un lugar en el que se los va a comer un cocodrilo, que les pongan una bomba, que los abandonen a su suerte… En todos estos casos, lo que ocurre está clarísimo. El bueno se libera de sus ataduras o desactiva la bomba o realiza cualquier otro tipo de heroicidad y se salva. En este caso, no se puede decir que ocurra igual, pues Chelios puede prolongar sus últimos momentos, pero no evitar el efecto del veneno. Por otro lado, gracias al tipo de venganza que busca el malo, está justificado que quiera restregarle por la cara el hecho de haberle envenenado. Lo que han explotado aquí los directores no es la cuestión del veneno, sino el hecho de que necesite bombear adrenalina y que no pueda parar de moverse o de tener sensaciones fuertes. La excusa es veneno, pero podría haber sido cualquier otra, una bomba, como en ‘Speed’ o un chip que detecte pulsaciones por segundo.

Jason Statham no es precisamente la persona más expresiva de la historia del cine, pero hay que admitir que resulta muy adecuado para el papel. Su nacionalidad inglesa se despega un poco de su personaje, pero eso es algo que no le ha estorbado nunca pues en su carrera casi todos los papeles que ha interpretado son de tipo duro. Aunque los directores querían ver en él a un Steve McQueen o un Roy Scheider, a mí me da la sensación de que Statham es el nuevo Bruce Willis, aunque aún le falta esa sorna y ese arte para hacer chistes de humor negro que tiene Willis.

Amy Smart resulta interesante en su papel precisamente porque a primera vista podría no parecer nada adecuada para él. Con esa cara de niña buena, parecería que sólo puede hacer personajes ñoños, como en 'Loco por la novia'. Y es esa aparente inocencia lo que logra que su personaje sea más complejo y sorprendente. En lugar de dedicarse a aleccionar y estorbar a su novio por su comportamiento, como suele ser el papel destinado a las mujeres en el cine, aquí disfruta del morbo que le da saber que en lugar de un hombre gris, su novio es un asesino. En la parte de relaciones personales, también hay que agradecer que la transformación personal de Chelios no lo convierte en un exagerado sentimental, sino que se da cuenta de que siente algo por su novia, pero algo coherente con el personaje que se ha presentado hasta entonces.

Una película muy divertida, llena de humor y con un ritmo trepidante. Más que digna para pasar un buen rato y dejarse llevar por su frenesí.

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