Un profesor (William Shimmell) que está en Italia presentando un ensayo sobre originales y copias en el arte se encuentra con una joven galerista de arte (Juliette Binoche) y pasan una inolvidable tarde juntos antes de que arranque el tren del profesor.
Esta película de Abbas Kiarostami no debe verse tanto como discutirse. ¿De dónde procede el sentido último de su elaborado título? ¿Se trata de un juego íntimo ya desde el nombre? La premisa la conocemos. Son vagamente familiares las resonancias de Rossellini. 'Te querré siempre' (Viaggio a Italia, 1954) en la que un matrimonio en ruinas resolvía su tremenda crisis personal en un viaje a la mítica Italia, salpicada entonces con las heridas de posguerra.
Pero el tema estaba ya anunciado en aquella obra maestra de David Lean, 'Breve encuentro' (Brief encounter, 1945) con la que descubríamos que basta tan solo un instante para reelaborar nuestros compromisos y en la que descubríamos una historia de amor tan hermosa, por fugaz e insólita, como aterradora, pues el peso de las obligaciones dejaba a los protagonistas presa de un destino que era también inevitable, ciertamente desgarrador.
Pero este no es el juego inicial de un genio del calibre de Kiarostami. Para Kiarostami cada elemento de la película, composición y guión, imagen y palabra, bastan para narrar su historia. No cree este cineasta iraní, este maestro cuyas películas anteriores, difíciles, tediosas y admirables, no habían alcanzado este grado aparente de ligereza, quizás lo más arduo.
Esta es su película más accesible, pero advierto que los espectadores más alérgicos a la heterodoxia pueden huir de sus propuestas narrativas más inmediatas dado que el juego intelectual que propone, el de dividir la película en dos mitades, se presta a tantas interpretaciones como visionados tenga la película.
¿Qué dos mitades? En la primera, dos desconocidos se conocen y parlotean sobre el arte y sobre el ensayo que ha escrito él sobre el valor intrínseco de las copias respecto al original, una independencia natural que se nos resiste al no estar fijado en un contexto que la delimita como novedosa o pionera. En la segunda (¿es un juego?) comprobamos como un matrimonio en ruinas se pelea y se llena de reproches.
El misterio de Kiarostami parece simple: ¿quiénes son los originales? ¿la copia es así de importante? No importa tanto la respuesta como la manera en la que planteamos estas preguntas. La dirección es elegante y la prodigiosa fotografía de Luca Bigazzi, de luces naturales y con un repertorio sorprendente de iluminaciones dejan al espectador boquiabierto.
Mi compañera Maldivia se muestra insatisfecha con la propuesta.
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