'Convicto', entre rejas

'Convicto', entre rejas

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'Convicto', entre rejas

‘Convicto’ (‘Starred Up’, David MacKenzie’, 2013) llega con demasiado retraso a nuestras pantallas. De hecho su exhibición en nuestro país se reduce a un par de ciudades y pantallas, algo totalmente injusto para un film poderoso, duro y directo en su retrato de las prisiones británicas, rehuyendo en todo momento complacer al espectador. Lo cierto es que el cine de su director no ha tenido mucha repercusión por nuestros lares, y algunas joyitas, caso de ‘Perfect Sense’ (id, 2011), no ha conocido estreno en salas de cine.

El director inglés ha contado para su drama carcelario con dos actores en estado de gracia. Por un lado el ascendente Jack O’Connell, al que hace poco hemos podido ver en la recomendable ‘`71’ (id, Yann Demange, 2014), y Ben Mendelsohn, secundario de lujo en numerosas películas y que aquí se luce como nunca en lo que es un auténtico tour de force entre él y O’Connell, dando vida a padre e hijo sobreviviendo, e intentando entenderse, en la dura vida de una prisión. Cine realista, duro y directo, que se alza como de lo mejor que la cartelera puede ofrecer en este momento.

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Si bien es cierto que la pareja de actores citados están absolutamente increíbles en sus respectivos papeles, logrando una gran tensión cuando ambos comparten plano, la mayor parte de la película la sostiene un Jack O’Connell pletórico que rompe con el esquema típico de joven rebelde problemático, yendo un paso más allá, nada agradable, en ese tipo de composiciones. Su Eric Love ha pasado casi toda su vida de celda en celda, desde que de pequeño ingresó en un reformatorio, y ahora que ha ascendido al pasar a una cárcel de mayores –lo que el título original indica−, va a demostrar con creces su educación carcelaria.

Un rebelde con causa

Porque Eric Love no ha tenido un padre en casa que le guiase, en la medida de lo posible, por el buen camino, o estuviese simplemente para apoyarlo en esos momentos en los que se necesita a la figura paterna, su educación en años claves del crecimiento ha sido a base de duros golpes en un mundo de delincuencia sin fin. Su entorno, lleno siempre de violencia, no le ha ayudado a mostrar esa parte que convence a cualquiera de que él no es un delincuente que sólo responde con puñetazos y los dientes clavados en la polla de su adversario. Esa parte que un grupo de ayuda comandado por un psicólogo, alter ego del guionista Jonathan Asher, hará que salga a la superficie.

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La cámara de MacKenzie se acerca lo suficiente al drama de la cárcel, esa que como la vida, también tiene sus propias reglas, siempre beneficiando al más fuerte, al de arriba, y en la que también existe una jerarquía donde da igual si eres preso o guardia, algo que imagino muy real. No le tiembla el pulso al director, quiere que nos quedemos con la sensación de haber pasado un buen rato entre rejas, suspirando por una libertad que tiene su precio, por un futuro que tal vez no se produzca, y hasta nos priva de la música —salvo al final—, esa que dicen amansa a las fieras.

Seca y contundente, sin recrearse más de lo necesario en las set pieces que acompañan al joven protagonista crecido entre puñetazos. Hay secuencias para no olvidar, que se quedan grabadas en la retina como a fuego, y sobre todo la intensidad, controlada con inusitada pericia, de un Jack O’Connell que ya nos acojonaba en ‘Eden lake’ (id, James Watkins, 2008), cuando atemorizaba a un educado Michael Fassbender. Es como si aquel chaval hubiese crecido y ahora se revelase parte de su ser, como producto de una sociedad violenta y sin educación.

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